Fútbol italiano: razones detrás de la caída
Por Diego Kenis
No cabe duda alguna de que Italia está sufriendo, descarnadamente, la mufa de algún heredero.
Pero la catástrofe azzurra, que se veía venir con dos eliminaciones consecutivas en primera ronda, se explica por muchos factores. Algunos, sería bueno observarlos desde el fútbol argentino, tan dado hoy al oficialismo explícito.
En principio, hace ya demasiados años que prima en Italia el modelo de fútbol amarrete, especulador, por momentos muy violento, cuyo mejor objetivo es obligar al rival a pasar la pelota por el ojo de una aguja. El roce perpetuo. Queda demostrado que, a la larga, no conduce a nada. Ese modelo tuvo en 2010 una leve pausa que no alcanzó para contrarrestar medio siglo de una escuela que cada vez dejó menos lugar para el florecer de los Baggio, del Piero, Pirlo o Totti. En 2006, cuando obtuvo un Mundial devaluado, el Balón de Oro de la selección italiana fue Fabio Cannavaro. Así es difícil.
Pero más allá de un modelo de juego, hay uno político y económico, más determinante aún. El fútbol italiano es uno de los más desiguales del mundo. Sino el que más: hace casi siete años que un solo equipo puede ser campeón. Casualmente está vinculado a una de las familias de mayor poder económico. Tener un club: un mandato, una aspiración o un anhelo que aquí importó el ahora primer mandatario argentino.
Disfrazada bajo títulos presidenciales, en las escuadras de la península prima la conducción privatizada, que aquí algunos se desesperan por proponer pero allá hace vegetar en mitad de tabla a los otrora gigantes Inter y Milan, de la metrópoli financiera, y condujo a la quiebra ya a un par de equipos históricos. Finalmente resurgieron, al calor del sentimiento popular que despiertan, porque es inconcebible que la Fiorentina o el Nápoli desaparezcan sin dejar rastros o cambien sus nombres y camisetas. La identidad sigue rescatando aquello que hunden las empresas, y los resortes de la Justicia burguesa no se animan a proteger el vaciamiento hasta tales niveles. Como ocurrió aquí con Racing.
En Italia, las camisetas no sólo están privatizadas, sino también extranjerizadas: en 2014, la AS Roma anunció que se transformaba en la primera institución deportiva de la Primera división italiana en ser íntegramente propiedad de capitales extranjeros. El campeonato, la histórica Serie A, es hoy la “Serie A- TIM”, la sigla que identifica a la trasnacional Telecom.
Sobre ese punto de partida se acumularon nuevos episodios. En aquel 2006 en que alzó su última Copa, el fútbol italiano venía del calciopoli, el escándalo del arreglo de partidos entre equipos poderosos, por razones que seguramente excedían lo deportivo. Cada resultado cotiza en la bolsa y en los mercados de apuestas, a los que suele convenir que ganen los peces grandes, porque los chicos pagan más.
Poco antes había estallado en casi toda Europa, con Italia como foco especial, el descubrimiento de los pasaportes adulterados de futbolistas del Tercer Mundo, para que pudieran lograr la ciudadanía europea por vía sanguínea y no ocuparan plazas de extranjeros. La División Internacional del Trabajo en su modo acabado: la Patria Grande acercando materias primas de sus potreros a un fútbol europeo que actúa como manufacturero, que le hace perder a Agüero su cintura de wing para hacerle ganar hombros de nueve de área. En el caso de Italia, desde flexibilización de plazos y cupos del mercado para jugadores extranjeros, en los ’80.
Como en el ámbito de Selecciones no se admite aún lo que en los clubes, la compra y venta, era esperable esta crisis de la nacional italiana. También es esperable que pronto emerja alguna legislación, vericueto o nuevos usos y costumbres que permitan la inclusión en selecciones de futbolistas nacidos en cualquier país. Legiones extranjeras a la conquista de los cetros ecuménicos.
De momento, la conclusión es que al fútbol tano le iba mucho mejor cuando no competía en los mercados, y sólo lo hacía en la cancha.