Sentencia histórica en la causa ESMA: el emocionante relato de la hija de una desaparecida
Por María Coronel
Mi mamá se llamaba María Cristina Bustos.
Mi papá le decía María. Fue hija única. Su mamá, mi abuela Juana; era esquizofrénica y no pudo criarla como tal vez hubiese querido. La criaron sus tías Mecha y Tati, las que muchos años después se harían cargo de Lucía y de mi. Su papá, mi abuelo Raúl, era su amigo, su aliado, ese primer acercamiento al peronismo también. Abogado, y esa profesión es la que ella decidió seguir. A él,un día, un demandado le pegó un tiro y quedó parapléjico. Mi vieja arriesgó su vida una vez para traerme a Tucumán y que él me conociera. Contaban mis tías que ella me acostó en su pecho y él se emocionó. Murió un año después de que desapareció su hija, agobiado por no poder buscarla.
En la facultad lo conoció a mi viejo y se enamoró. Y él le escribió muchos poemas. Se casaron obligados por mis tías, que no aceptaban convivencia sin papeles. Se sacaron el gusto y lo hicieron un día del montonero y ella con un trajecito rojo con lunares blancos.
Nacimos nosotras, con un año y cinco meses de diferencia, con la prisa de que nunca estemos solas.
Ella estuvo seis meses viuda, clandestina, con dos bebés a cuesta. Por "suerte", el día que fue secuestrada sólo llevaba a Lucía. Si hubiésemos estado las dos, tal vez mi abuela no hubiese podido encontrar a ambas (como si lo hizo con mi hermana) y ninguna sola hubiese sobrevivido.
Pensé mucho en mi mamá entrando a la Esma con su bebé en los brazos, lo que deben haber atravesado ahí. Las ganas que ella tenía de vivir.
La necesité tanto en tantos momentos. Cuando pensaba que merecíamos ser niñas o adolescentes felices y sin preocupaciones y la vida era todo lo contrario. Sobre todo cuando fui madre y no entendía nada de lo que pasaba.
Pero la sentí siempre. Largo y extraño de explicar, pero siempre que me sentía en el fondo era su imagen la que me levantaba.
Porque ella la pasó mal en la vida y nunca se permitió caer. Porque era una sobreviviente. Y cuando ella no pudo sobrevivir, se aseguró de que lo hiciésemos nosotras dos.
Cristina es una de la 789 víctimas del juicio Esma y el 29 habrá sentencia. Su mirada la va a atravesar. Pero esa mirada va más allá del 29 porque para nosotras es ejemplo vivo todos los días de nuestras vidas.
Que sea justicia.