Feminismo y sindicalismo: la experiencia de la línea 144, por Soledad Allende
Por Soledad Allende
Cintia Nucifora fue la primera delegada y la referencia más importante del programa de Atención de Violencia a la Mujer (AVM) desde el momento de su creación. En la actualidad sigue teniendo un rol clave en la junta interna de la secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires: representa a las trabajadoras de la línea 144 frente a la gestión de Santiago Cantón. En esta entrevista, habló sobre cómo fue el proceso identitario que protagonizó el grupo de trabajadoras del estado que encabezó la última marcha #NiUnaMenos en CABA con su reclamo.
AGENCIA PACO URODNO: Durante los últimos diez años hubo cambios políticos y sociales en materia de políticas públicas de atención a mujeres en situación de violencia. En ese contexto: ¿Cómo fue el proceso de construcción de identidad de un espacio feminista y clasista de mujeres?
Cintia Nucifora: El programa AVM fue creado en el 2008 en la secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires (SDHBA) como producto de la insistencia de las feministas del campo nacional y popular, que se dieron la tarea de construirlo y de seleccionar a un grupo de mujeres jóvenes que pudieran llevarlo adelante. Profesionales o estudiantes avanzadas, que tuvieran alguna experiencia de trabajo o de militancia con perspectiva de género. Nosotras atendíamos a mujeres, en ese momento no se abordaba otro tipo de violencias de género. Lo que sucedió casi inmediatamente fue que nosotras empezamos a darnos una organización como trabajadoras, y a construir una especie de sindicalismo de acuerdo a nuestras propias reglas. Nadie nos había dicho cómo hacer sindicalismo, entonces íbamos definiendo las agendas en asambleas.
A su vez, fuimos eligiendo a nuestras delegadas. Yo fui la primera delegada con fueros. Nos integramos a la junta interna de la SDHBA, que ya tenía una tradición sindical propia y una serie de reivindicaciones planteadas como el pase a planta permanente o el aumento salarial. Nosotras fuimos instalando otras consignas, dando cuenta de que nuestro trabajo era particular. Empezamos a reclamar por la nocturnidad, el trabajo de fines de semana, rotación en la tarea, cuestiones netamente gremiales. También fuimos planteando discusiones sobre como pensábamos que tenía que ser ese programa: que tenía que tener distintas áreas, con una pata territorial para construir la articulación con las mesas locales, que tenía que tener investigación, utilizando las estadísticas de la línea para un análisis cualitativo.
APU: ¿Qué efectos tuvo este proceso de organización de mujeres sobre la junta interna y el sindicato?
CN: Lo que nos caracterizó fue el espíritu de conjunto, nosotras éramos las de AVM. Yo era la delegada de AVM, no de la junta interna. Al interior de la secretaria a veces nos siguen viendo así, aunque estemos trabajando en otros programas. Pensábamos y actuábamos de conjunto, eso potenció mucho el trabajo que venía haciendo la junta interna. Al interior de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) también llegamos con esas características. A veces en las paritarias, cuando el sindicato tenía que expresar nuestras reivindicaciones, directamente nos cedía la palabra. Porque hacíamos reclamos muy propios, que no tenían precedentes.
Además hay una tensión interesante y no resuelta entre feminismo y sindicalismo. Por un lado, porque el sindicalismo necesariamente plantea una cuestión de representación; y no todos los compañeros y todas las compañeras pueden formar parte de las lógicas de las estructuras organizativas. Entonces, esto de elegir a alguien que represente, es un poco complejo cuando lo pensamos horizontalmente y con una organización colectiva que descree de las representaciones de por sí. Hay una idea que se planteó desde el feminismo, que es que no necesitamos que nadie nos represente, nosotras en conjunto nos expresamos y representamos. Se plantea mucho esto de que no hay nadie que tenga la voz del feminismo. El sindicalismo no capta esa forma organizativa, tiene su estructura, y ahí puede haber un problema. Lo que es interesante es como se van construyendo esas representaciones sin que quien ejerce ese rol se despegue del colectivo. La otra tensión que existe es a que el feminismo ingrese como tal a las estructuras sindicales. El potencial transformador se ve, y a veces eso genera resistencias.
APU: ¿Cómo afectaron a este grupo de trabajadoras las transformaciones operadas en el programa?
CN: Desde el 2008 a la actualidad se fueron creando experiencias de atención telefónica en distintos lugares. Se creó la línea 137, la 144 a nivel nacional en el 2013; y acá, en la Provincia, en el 2016 se hizo un convenio entre Nación y Provincia para que el programa que antes se llamaba AVM, pasara a llamarse 144. También para que empezara a recibir las llamadas a través de ese número y no por derivación del 911, como era antes.
Este proceso iba a implicar la incorporación de un montón de pibas nuevas, porque la mayor parte del plantel de trabajadoras del AVM se fue incorporando a otras direcciones de la secretaría. Quienes quedaron del viejo AVM, se quedaron en el equipo técnico. Y la totalidad de las operadoras y de parte del equipo de seguimiento fueron incorporadas. La contrapartida fue que se tercerizó, se privatizó. Dejó de ser una política netamente estatal para ser una política regulada por una empresa de productos financieros, que es Provincia Net. Las compañeras que atienden el teléfono son contratadas como empleadas de comercio. Esto nos puso en un dilema: peleábamos la continuidad de la política, y sabíamos que la tercerización de la línea era la precarización de una política pública. Pero es mejor dar las peleas con las compañeras en los puestos de trabajo. Cuando ingresaron las compañeras se puso sobre la mesa que uno de los principales problemas es la precarización de los puestos de laburo, porque además de la contratación, el maltrato y la desvalorización de la tarea, la misma política pública está precarizada. El convenio entre la SDHBA y provincia net se renueva año a año.
Nosotras, desde la junta interna, nos acercábamos a las operadoras de la línea planteando que más allá de su forma de contratación eran trabajadoras del estado, y que queríamos que se organicen con nosotras en ATE. Este proceso empezó a darse con asambleas, donde comenzaron a construirse los reclamos. Los primeros reclamos fueron la estatización de la línea 144 y la mejora de las condiciones de trabajo, porque las compañeras están en una situación de precarización muy grave. Los cinco despidos de compañeras que trabajan en este servicio no fueron otra cosa que un intento de disciplinar al conjunto, interrumpir éste proceso de participación y de lucha que se estaba gestando.
APU ¿Qué diferencias y similitudes hay entre las trabajadoras del viejo AVM y las actuales trabajadoras de la línea 144?
CN: El viejo AVM se construyó como un conjunto, con las chicas de la línea pasa lo mismo: hay una lógica de cuerpo. Pero este contexto es distinto y estamos atravesadas por el contexto general. Desde la primera marcha #NiUnaMenos, desde el primer paro de mujeres, lo que empezó a suceder es que el conjunto de trabajadores y trabajadoras empezamos a tomar como propias las consignas del movimiento feminista. Ya organizarnos para tomar parte efectiva de las expresiones que se daban a nivel general: “Ni una menos, con trabajo nos queremos, el sindicalismo es con nosotras”.
Empezamos a buscar que el sindicato se haga cargo de nosotras como mujeres, más allá de nuestras condiciones de trabajo. Esto de que tenemos doble o triple jornada laboral. Darnos cuenta de que en la secretaría realizamos tareas feminizadas, históricamente asociadas a las mujeres, que por ello están menos reconocidas socialmente, porque están ligadas al cuidado y a la reproducción, y que por eso cobramos menos. Lo que permitió que se instale el feminismo como una opción política que viene a transformarlo todo. Que viene a poder explicar cosas que antes no tenían una explicación. En DD.HH siempre planteamos que había una discriminación respecto de otros sectores del estado en nuestra remuneración, y ahora podemos plantearlo desde un análisis de género. Desarrollo, Derechos Humanos, Salud y Educación tienen un lugar subsidiario en la lógica de lo que importa, y eso el feminismo puede explicarlo. Este contexto general permite potenciar la lucha que venimos dando, lo que no significa que estemos encontrando respuestas.