“La doctrina del carnicero va de la mano con la doctrina Chocobar”
Por Santiago Asorey
El caso de Daniel Oyarzún, el hombre que persiguió y mató a la persona que le había robado, reabrió discusiones sobre la modalidad de juicio por jurados. El docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes, Esteban Rodríguez Alzueta, dialogó con AGENCIA PACO URONDO sobre el fallo de un jurado popular que avaló el homicidio de un ladrón en manos de un carnicero. "Es una sentencia que nos habla de la alianza entre la justicia estatal, la justicia vecinal y las justica mediática".
APU: ¿Qué elementos debiéramos tener en cuenta para pensar los juicios por jurados, pensando en relación al fallo de la semana pasada que avaló el homicidio de un ladrón a manos de un carnicero?
Esteban Rodríguez Alzueta: Antes que nada deberíamos hacer un rodeo y aclarar algunas cuestiones previas. En primer lugar, hay que decir que la justicia popular es profundamente antijudicial, es todo lo contrario a los llamados “tribunales populares” y los “juicios por jurados”. Por empezar, en la justicia popular no existe la figura del tercero. Están las masas y los enemigos. En la justicia popular es la propia multitud la que en todo caso se convierte en intermediaria. Pero no hay un tercero neutral o imparcial que esté por encima de las partes contradictorias, que cuide los derechos y garantías de los dos actores, y que evalúe la ofensa según una supuesta ideología más o menos objetiva y luego establezca -a través de una sentencia-, la verdad sobre los hechos en cuestión. Entonces el juicio por jurado forma parte de la justicia estatal.
Ahora bien, los juicios por jurados introducen algunas novedades en la justicia estatal. Porque no hay que perder de vista que en el diseño institucional la justicia siempre ha sido un poder contra mayoritario, que desconfió de las masas, que estaba por encima de las contingencias políticas. Un poder que tiene un límite concreto: siempre actúa en función de casos específicos imponiendo una solución para ese caso específico. De lo contrario estaría legislando y de esa manera avasallando las facultades de otros poderes. Con la introducción de los juicios por jurados, la administración de justicia quiere estar más atenta a la opinión de las mayorías. Una mayoría extraña, porque para que la decisión sea condenatoria, tiene que haber totalidad. Pero bueno, esta es otra cuestión.
APU: ¿Habría que configurar una historización de esta discusión sobre la Justicia?
ERA: El elitismo de la justicia siempre se llevó muy bien con el elitismo de la política, por eso el juicio por jurado, que estaba en la Constitución desde 1853, siempre fue una tarea pendiente. La introducción de los juicios por jurados hoy día se hace en un contexto de crisis de representación de larga duración. Porque convengamos que crisis de representación no es patrimonio de la política. También los jueces se ganaron la desconfianza de la ciudadanía en general. En este contexto, la familia judicial está dispuesta a dejarle un lugar, muy acotado por cierto, a las mayorías, a cambio de recomponer la confianza perdida. No es la única estrategia que ensaya la magistratura.
APU: ¿Qué otras estrategias implementa la familia judicial para recomponer esa confianza?
ERA: Otras estrategias en curso, mucho más importante, es la judicialización de la política. Antes, la justicia, frente a una cuestión política se corría y decía: “Materia política no judiciable”, es decir, que el conflicto se resuelva en otro lugar y reponía la arena política. Pero ahora los jueces se pelean para tomar todas las cuestiones políticas. Esto ha sido culpa, en parte, de la propia clase política que cuando perdía un debate iba corriendo a la justicia para que le resuelva los problemas que no sabía ganar. Otra forma de ganarse la adhesión del electorado es a través de la severidad punitiva: frenando la puerta giratoria, extorsionando a las personas para que se declaren culpables a cambio de penas cortas y ellos así no solo trabajar menos sino juzgar a más personas en el mismo tiempo. Y finalmente a través de una alianza con el periodismo empresarial. La justicia estatal hoy en día tiende a imitar a la justicia mediática, sobre todo cuando enfrentan los mismos casos. Durante mucho tiempo, la justicia estatal veía como un competidor a la justicia mediática y tenía razones para pensar eso. Porque la justicia mediática presionaba sobre la verdad que se jugaba antes exclusivamente en los tribunales de manera ininteligible, secreta, con todo el tiempo del mundo. Mientras que la justicia mediática se autopostulaba como una justicia transparente, ostensible y veloz. Más aún, se trata de una justicia que le dejaba mucho lugar a la víctima, de quienes se convirtieron en sus testaferros. Una justicia que hizo de la delación una responsabilidad ciudadana, que transformó a la comunidad en una red de alcahuetes.
APU: ¿Qué ejemplos de justicia mediática podemos recordar?
ERA: Recordemos el slogan de Telefé: “Usted denuncia Telefé investiga” Pues bien, como dice el refrán: si no puedes derrotar a tus enemigos únete a ellos. Y la justicia estatal hoy es una suerte de cover de la justicia mediática. Una justicia guionada por los periodistas y dateada por los servicios de inteligencia. De allí que los jueces y fiscales se paseen cada vez más por los set de televisión contando los casos, prejuzgándolos, ventilando información de muy dudosa procedencia. Hace rato que los jueces no hablan a través de su sentencia sino que lo hacen a través de los periodistas esponsoreados por grandes empresas. Los jueces patean con los periodistas, forman parte de la misma escudería. Este contubernio no se da todo el tiempo, solo en los casos que interesan a determinadas facciones de la política y el mundo de los negocios o para aquellos casos que se ganan la atención pública. En todos esos casos, la justicia estatal imita a la justicia mediática. Y esto es un gran problema porque la justicia mediática es una justicia excepcional, ostentosa y muy emotiva. No necesita razones sino pasiones, no necesita argumentos sino que le crean. Dentro de muy poco tiempo la justica se habrá desfigurado completamente y habrá que reinventarlo todo otra vez. Pero para que llegue ese momento primero tienen que pasar otras que no las veo en el horizonte próximo.
APU: ¿Qué nos puede decir de un fallo de un Jurado Popular que avala el homicidio de un ladrón como que se conoció la semana pasada?
ERA: ¿Qué nos está diciendo esta sentencia? Bueno…, muchas cosas. Nos está diciendo que está bien matar al ladrón cuando lo tenemos en frente. ¡Corta la bocha! Hay que defender la propiedad privada. La doctrina del carnicero va de la mano con la doctrina Chocobar. No es casual que Bullrich haya salido a defender en su momento también al carnicero. En la defensa que hizo del carnicero estaba madurando la doctrina Chocobar. Nos está diciendo que los umbrales de intolerancia son cada vez más bajos. Una sentencia que nos habla de la alianza entre la justicia estatal, la justicia vecinal y las justica mediática. Nos está diciendo que hay vidas que no importan o importan muy poco. Es una sentencia que sigue poniendo al país en callejones sin salida.
APU: ¿Es posible pensar la idea de un jurado popular que pueda evitar los caminos de la demagogia punitivista? Pensando en la posibilidad de rescatar la metodología de un jurado popular pero desamarcarla de un fallo repudiadble.
ERA: Mirá, la pregunta por la justicia no es una pregunta abstracta, una cuestión meramente dogmática, geométrica. Es una pregunta que hay que responderla no perdiendo de vista la historia que nos tocó, sobre todo la historia contingente y los conflictos abiertos. No se puede pensar los juicios por jurados más allá de la justicia mediática y la justicia vecinal, como si éstas dos formas de administrar justicia no existieran en el país. Porque se trata, como te decía recién, de dos formas de administrar justicia que, dicho sea entre paréntesis, funcionan a través de la infamia, es decir, difamando al otro, prejuzgando, remplazando el principio de inocencia por la culpa atribuida, una culpa que durará para siempre, que no se la podrán sacar más.
APU: ¿Hacia donde nos llevan estas dos formas de Justicia?
ERA: Estas dos formas de justicia, lejos de resolver los problemas que estamos hablando terminaron agravándolo más aún, agregándole más injusticia a la vida cotidiana, más intolerancia, contribuyendo a que los conflictos escalen hacia los extremos, reproduciendo y multiplicando los malentendidos entre los sectores populares. Quiero decir, el punitivismo de arriba se hizo eco del punitivismo que venía por abajo, como una corriente de opinión afectada por la indignación, una posición temperamental, emotiva, rencorosa. Un punitivismo, el de abajo, que reconocemos en los linchamientos o tentativas de linchamientos, en la justicia por mano propia, en las quemas de vivienda, en los escraches en redes sociales y en los lugares de trabajo, y en la lapidación de comisarías.
Todos estos casos, lo he dicho en varios artículos para esta Agencia, no son la expresión de la ausencia del Estado sino la denuncia de que el Estado no está presente de la manera en la que ellos quieren que esté: a través de la mano dura, de la tolerancia cero, de la saturación policial, del encarcelamiento masivo. Una expresión entrenada frente a la TV. Porque el vecino alerta es un ciudadano cada vez más encerrado que sigue al mundo a través del televisor, a través de Fantino, Tinelli, Lanata, Majul, Leuco y unos cuantos idiotas morales más.
APU: ¿Todo este contexto deberia advertinos sobre el resultado de los juicios por jurados bajo este paradigma?
ERA: No hay que encarar los juicios por jurados con una visión romántica. Este es un país de derecha y está visto que se está corriendo cada vez más a la derecha. Y tengo serias dudas de que la crisis en curso corra al país a otro lugar más sensible; me parece que va a correr al país más a la derecha todavía. El jurado que reclutará el Estado para componer estos tribunales está tomado en gran parte de la hinchada de Fantino, de Lanata, Majul, Leuco, Del Moro, Chiquita Legrand. Tenemos más chances que lleguen personas prejuiciosas antes que personas con juicio crítico. La imbecilidad vertebra el sentido común todavía. Cuando digo idiotez o imbecilidad no estoy insultando a nadie sino que los estoy describiendo. Estoy queriendo dar cuenta de uno de sus caracteres centrales: la incapacidad para pensar, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, para sentir al otro. Puede que se trata de gente muy inteligente, llena de posgrados y doctorados, pero tienen un problemita: se niegan a pensar, se cerraron al otro, no pueden pensar las dificultades con la que se mide el otro. Tal vez pueden pensar la diversidad cultural, pero no la dificultad social.
Dicho esto, también hay que reconocer que hay juicios donde el jurado llegó a otras decisiones, porque no se logró el unanimato. Pero no hay que hacerse grandes ilusiones cuando el reclutamiento se hace entre “la gente” que forma sus opiniones a través de la agenda de los medios empresariales.
APU: ¿Cuáles son los caminos que nos conducen a la violencia de la vecinocracia y cómo lo pensamos en relación a la situación social y económica que construye el macrismo?
ERA: El macrismo se apoya en las fuerzas vivas de la sociedad, es decir, encontró en la vecinocracia un punto de apoyo para gobernar y construir legitimidad. Si el macrismo no puede hacer política con el trabajo porque aumenta la desocupación y la marginalidad; si no puede hacer política pública con la salud, la previsión social y la educación porque se volvieron ítems que hay que ajustar; si no puede hacer política con la vivienda, con las tarifas porque hay que enfriar la economía, uno de los pocos lugares que le queda al gobierno para presentarse como merecedor de votos es la inseguridad. Y la inseguridad es el reducto de los vecinos alertas y de las víctimas aferradas a sus muñecos vudú. Entonces prometen más policías, más patrulleros, más armas, más facultades policiales, más penas, más sentencias, más cárceles a cambio de votos. Se hace política con la desgracia ajena para transformar los conflictos sociales en cuestiones policiales y luego las cuestiones policiales en litigios judiciales. Y de esa manera no solo desplazan el centro de atención sino que mantienen como rehenes a la hinchada propia que tarde o temprano la ofrecerán al mejor postor que garantice, con un liderazgo por derecha, la gobernabilidad. Hay una alianza acá, entre vecinos, periodistas y operadores judiciales, que se sostiene en la imbecilidad que decíamos recién, es decir, en el odio, en el resentimiento. Y el resentimiento, como dijo Nietzsche, es una justicia mal encausada, una forma de administrar justicia que, lejos de pacificar los conflictos, recrea las condiciones para que se abran permanentemente.
APU: ¿Qué falencias tiene el campo popular para pensar el problema de la violencia y casos como el del carnicero?
ERA: Necesitamos una política de la amistad, una política que esté dispuesta a cobijar al otro. Al otro no hay que hacerle la guerra, y eso no significa que no haya que pensar formas de reproche social. Pero la cárcel no es la única forma de vehiculizarlo. Pero además necesitamos una política del perdón. Hay que aprender a perdonar, aprender a dar segundas y terceras mejores oportunidades. No hay que sobredimensionar los problemas, hay que aprender a apagar la televisión y no reírse del otro. Pero en términos generales te diría que la justicia, la pregunta por la justicia, es un tema que quedó en el tintero, una batalla cultural -diríamos con Gramsci- que quedó pendiente. Ahí hay una disputa hegemónica que se empezó a dar muy tímidamente, pero nunca avanzamos más de dos o tres casilleros. Y ahora los jueces vienen por todo. No sólo siguen siendo los mejores guardaespaldas del capitalismo sino que se están autopostulado como la reserva moral de la democracia. Una democracia donde solo existen vecinos alertas y empresarios exitosos.