Aunque no nos quieras ver, nos vas a ver, por Paula Carrizo

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Aunque no nos quieras ver, nos vas a ver, por Paula Carrizo

18 Septiembre 2018

Por Paula Carrizo. Imagen de M.A.F.I.A

La mirada del otro

Nos construye

Nos destruye

Nos imagina

¿Nos condiciona?

No, si no lo dejamos.

Me afecta, depende

Cómo me mire

Si me mira mal

Me voy.

Yo no, yo enfrento

La realidad

Es que

Aunque no me quieras ver,

Me vas a ver.

(Poema colectivo, por compañeres del CIC  Frida*)

—¡Vayan a laburar, hijas de puta!

El grito se pierde a la par del Peugeot gris que acelera y sigue su rumbo sacando chispas por avenida Belgrano, en pleno centro porteño. Evidentemente, al conductor le fastidia nuestra presencia en la calle, el que nos estemos manifestando pacíficamente sin siquiera obstruir el tráfico. Tampoco se percata, o quizás decida ignorar, el hecho de que también hay hombres reclamando. “¡Hijas de puta!” Probablemente el tipo no sepa lo que es despertarse todas las mañanas e ir a trabajar rogando, deseando fervientemente, que el techo no se caiga sobre nuestras cabezas. Vale para trabajadoras y trabajadores de salitas de salud, escuelas, hospitales… establecimientos de todo tipo de la órbita estatal. La denuncia no es solo por nosotres, sino por las personas que concurren a dichos espacios y con quienes trabajamos: niñes que quieren aprender, adolescentes que se quieren curar, ancianes que precisan acompañamiento, madres jóvenes que se están construyendo como tales, mujeres embarazadas. El conductor probablemente tampoco se pregunte quién nos cuida  a les cuidadores, en el marco de un Estado que se corre precisamente de sus funciones de promoción, garantización y restitución de derechos.

* * *          

—Vos sos una porquería, vividora, gusano. Sáquenla del aire. ¡Hijos de Puta!— escupe Angel Pedro Etchecopar, alias ‘Baby’, por el micrófono de Radio 10, en comunicación con una referente del Movimiento Evita. Vocifera, fuera de sí, y sus palabras resuenan en televisores de algunas salas de espera, desde el stereo de numerosos taxis ante el oído de sus pasajeros, en el local de la Quiniela y también en la parillita esa de la esquina a la vuelta de Constitución.

Corta la comunicación. Sigue, totalmente consumido por su odio:

 —¿No escuchás, Macri? ¡Que son unos hijos de puta! Sacale los planes a estos hijos de mil puta ¿Tengo seis hijos? ¿Quién te manda a coger, boluda? Dejate de joder. Tiene que pagar Ganancias, no tenemos que dar planes. Hijos de puta. Me indigna. Mandame la tanda.

* * *

Discursos odiantes se cuelan como el agua por las alcantarillas, inundándolo todo. Son pedagogos del odio. El odio necesario para enceguecer, para justificar las peores atrocidades como lo son el asesinato de Facundo Ferreyra (12), Ismael Ramírez (13), las muertes de Sandra y Rubén preparando una copa de leche para otres tantes pibes.

—No puede ser que haya criaturitas de 15 y 16 años que apoyen la muerte del no nacido. ¿Cómo nadie les clava un destornillador en la oreja a estos putos malvados?— se pregunta Ricardo Iorio por TLV1, para luego agregar —¡Hay que educar para el amor, hijos de puta!— ¿Es posible desconocer cualquier conexión entre este tipo de declaraciones y los cada vez más frecuentes episodios de agresiones a adolescentes y no tanto por portación de pañuelos verdes?

Fogonean los linchamientos sociales. Discursos odiantes por doquier, oriundos de bocas de funcionarios públicos, mediáticos, gobernantes, referentes culturales, sembrando el  odio necesario para desconocer al hermano, a la vecina, para decodificarnos entre nosotres mismes -pibes, migrantes, trabajadores de la economía popular, originarios, feministas, estatales-  como potenciales amenazas, y sumar avales para legitimar el despliegue del monstruo tira balas subsidiado por el Estado.

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“¡OLLAS NO!” El punzón avanza con pulso firme, incisivo, disciplinador, marcando el abdomen de la maestra. ¿Cómo serán las manos de quien las mueve gracias al odio? Deben parecerse bastante a las de los torturadores de Corina de Bonis, docente del CEC 801  de Moreno, secuestrada para castigarla por seguir realizando -a pesar de las reiteradas amenazas- la olla popular que alivia por un rato el hambre de niñes y adultes del barrio.

Cuatro días después, Amanda González -docente y secretaria gremial de Suteba- sale de su casa en Ramallo y encuentra su auto escrachado: “Acordate de Corina”.  Una vez más, el horror que busca acallar. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Porque ante el ajuste feroz, el endeudamiento compulsivo, la precarización de la vida cotidiana y la impunidad de unos pocos enriqueciéndose a costa del hambre de las mayorías, decimos: OLLAS SÍ. Ollas que son ícono de lucha, de organización, espacio de encuentro y resistencia.

La olla como declaración de principios: la salida de la crisis es colectiva, codo a codo.

* * *

Soraya Maicoño de Pu Lof en resistencia Cushamen viaja cientos de kilómetros hasta Buenos Aires para continuar visibilizando la situación del pueblo mapuche. Nos comparte también su arte, y con él algo de su sabiduría, que es también la de sus ancestros. Luego de la obra, Soraya comenta cómo le preguntan una y otra vez cuál es su mirada respecto al feminismo, que si en Cushamen debaten sobre el aborto, que si irá al Encuentro Nacional de Mujeres. Y, entre otras cosas, responde: ¿Por qué “nacional”, en singular, en un territorio en el que conviven también compañeras de las 36 Naciones Originarias? Soraya trae consigo y pone sobre la mesa una reivindicación que es un desafío para el movimiento de mujeres, en un escenario signado por el recrudecimiento de la -porque nunca mermó- criminalización, judicialización y persecución al pueblo mapuche. Con su pregunta nos invita a imaginar qué potencia adquiriría esta deuda histórica, la de recuperar la mirada pluricultural y plurinacional, si se incorporara a la agenda desde el Encuentro de Mujeres.

Soraya nos recuerda la situación de cientos de compañeres judicializades, entre elles la weichafe (guardiana defensora) Moira Millán. Moira fue la única imputada en el marco de una acción colectiva por el juez Guido Otranto, bajo la figura de “coacción agravada”. El motivo, haber realizado una ocupación pacífica del Juzgado Federal de Esquel, para denunciar la feroz violencia institucional ejercida sobre la comunidad de Vuelta del Río. Moira ahora lucha por su absolución.

Soraya comparte su arte, y al final no pasa la gorra: deja una olla en un banco junto a la puerta. Esa olla transmuta en grito de denuncia y gesto de solidaridad también hacia Corina, la docente torturada. Luchas que se hilan tejiendo resistencias a lo largo del territorio.       

* * *

Son las 8 y media de la noche y el celular comienza a estallar en mensajes. “¿Detuvieron a Grabois?”, pregunta uno. “Sí”, contesta otro, y comparte un comunicado. “También a Jacquelina Flores y Rafael Klejzer”, agregan. Los dirigentes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) fueron apresados junto a varios integrantes, tras ser brutalmente reprimidos en la puerta de la Comisaría N°18 (Av. San Juan y Entre Ríos). Se encontraban allí reclamando la liberación de trabajadores senegaleses, privados también de su libertad esa misma jornada en el marco de una razzia en Constitución.  

“Vinimos a defender a los compañeros que los metieron presos por la policía corrupta, porque no quieren pagarle coimas. Porque nos insultaron. Por ser mujer me maltrataron, me golpearon en la vagina, me duele toda la pelvis. Acá los compañeros se quedan, hasta que no se vayan todos y cada uno de los compañeros. Sepan que la policía es corrupta, por eso nos quieren acallar y por eso traen a nuestros compañeros presos”, explicó Jacquelina en un video que se viralizó por redes sociales.

Si finalmente todxs fueron liberados, fue gracias a la inmediata respuesta por parte de quienes acudieron al llamado de solidaridad y acompañamiento. Sobreponerse a la parálisis que genera el miedo disciplinante que nos quieren imponer, y salir. Juntes. Entramades, disputando el espacio público, entendiendo que lo que está en juego son nuestros derechos y garantías constitucionales como pueblo.

* * *

Acuerpades protagonizamos, como escribió alguna vez Claudia Korol, la feminización de las resistencias populares. Recuperando la experiencia de las madres de víctimas del gatillo fácil que se organizaron para gritarle ¡Ni Un Pibe Menos! ¡Ni Una piba menos! ¡Ni una Bala Más! a la policía y la justicia clasista y patriarcal. Una experiencia que dialoga en la historia, con esas otras Madres que también se enfrentaron al brazo represivo del Estado en las épocas más oscuras; y también con la fortaleza y coraje de las hermanas que resisten en los territorios ancestrales y que denuncian el extractivismo y la extranjerización de la tierra, con la organización de las disidencias cuya presencia fue clave para lograr que el asesinato de Diana Sacayán fuera reconocido este año como travesticidio en un fallo histórico, o con  la valentía de las pibas denunciando la violencia institucional tras las rejas, organizando huelgas y ruidazos en penales el 8M y exigiendo “Ni Una Menos también en las Cárceles”. Convidarnos del amor y la convicción de lxs docentes y sus tizas y sus abrazos y sus ollas, ollas que encuentran su origen en  las ollas que plantaron las mujeres de las barriadas tanto en comedores populares como en los cortes de ruta de los 90’s; de la perseverancia de las compañeras que disputan espacios de referencia en los sindicatos, y de la potencia de una juventud que no va a negociar su derecho a decidir.

Urge acuerparnos y continuar entretejiendo luchas para consolidar no solo resistencias a este salvaje modelo neoliberal, sino un proyecto político alternativo en términos de vida, de lógicas de construcción, de  vínculos con los otres, con el entorno que nos rodea y la tierra que habitamos. Construyendo en la práctica desde feminismos populares, anticapitalistas, plurinacionalistas, descoloniales.

Estamos por todas partes: aunque no nos quieran ver, nos van a ver.

¿Y el miedo? ¡Que arda!

 *El Centro de Integración Comunitario Frida es un espacio que aloja mujeres cis, trans, travestis y lesbianas en situación de calle, con una propuesta convivencial de empoderamiento a partir de la construcción colectiva.