Análisis de la obra de Thomas Piketty: el desafío en el capitalismo global, por Carlos Baraldini
Por Carlos Baraldini*
¿Cómo comprender la pobreza sin analizar la desigualdad? Con este interrogante trataremos de analizar la obra El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty (de origen francés, 1971, es profesor en la Escuela de Economía de París y docente investigador en la Escuela de altos Estudios de Ciencias Sociales, escribió además “La economía de las desigualdades” y “La crisis del capital”), que aporta, desde la perspectiva europea, una serie de reflexiones y propuestas para avanzar en soluciones sobre la desigualdad creciente y amenazante de la democracia y del mercado.
Nos recuerda algunos antecedentes históricos. Citando dos importantes. La obra de Ricardo publicada en 1817: Principios de economía política y tributación, con la preocupación principal de cómo evolucionará el precio de la tierra y el nivel de la renta del suelo. Ricardo dirá que la tierra se volverá cada vez más escasa (principio de escasez), comparado con otros bienes. Su conclusión sintética será que un pequeño grupo social, los terratenientes, serán dueños absolutos de la producción y el ingreso. La tierra: el bien más escaso. Medio siglo después, Carlos Marx publica el Primer tomo de El Capital (1867), estudiando la dinámica del capitalismo: la prosperidad del capital y sus beneficios industriales, comparado con los bajos ingresos de los trabajadores, era una realidad evidente en la década de 1840/1850.
La pregunta central de la época era ¿para qué sirvió el desarrollo de la industria, las innovaciones técnicas, si al cabo de medio siglo, las masas están en una situación miserable? Vamos a refrescar la memoria de Piketty, recordando estos relatos que confirman esa pregunta central. Podemos citar el padecimiento de Marx y su familia, se puede analizar a la luz de la época, tomando la carta de Jenny Marx, su esposa a un amigo, del 20 de mayo de 1850: “…Pero el pobre angelito absorbía con mi leche tantas ansiedades y penas nunca expresadas que siempre estaba enfermo y con grandes dolores, de día y de noche…Al día siguiente tuvimos que dejar la casa, hacía frío, el tiempo estaba húmedo y cubierto, mi marido fue a buscar alojamiento, al mencionar cuatro hijos, nadie nos quería alojar. Al final salió un amigo en nuestra ayuda, pagamos y a toda prisa vendí todas mis camas para estar en paz con boticarios, panaderos, carniceros y el lechero que…me asediaron de pronto con sus cuentas…”
El autor de El Capital, partiendo del modelo de Ricardo, analizó la dinámica del capital, ante todo el industrial (máquinas, equipos) y su acumulación sin límites. El principio de acumulación infinito parecería que tiene plena vigencia hoy, rescatado por los CEO y las multinacionales, de la mano del principio de maximizar las ganancias. El mismo es atribuido a la naturaleza del hombre ¿quién no quiere ganar más? ¿Cuál es mi límite para ganar más? Aquí es donde la naturaleza del hombre aparece huérfana de comunidad, es el individuo aislado, egoísta y competitivo, tal cual lo quiere e impone el sistema neoliberal.
De este principio de acumulación, Marx vislumbró un resultado catastrófico, a que hubiera una baja tendencial de la tasa del rendimiento del capital y diera lugar a una lucha entre capitalistas. Claro que para Marx la pregunta central fue ¿por qué el producto del trabajo de los hombres adopta en la sociedad capitalista la forma de mercancía, por qué el trabajo de los hombres se presenta como un valor de cosas determinadas y concretas y no como un trabajo social? La relación tiene sus tres términos: trabajo, mercancía, dinero.No estuvo tan equivocada la predicción de Marx, según Piketty “la acumulación se detiene en un punto finito, pero ese punto puede ser sumamente elevado y desestabilizador”
El tercer antecedente histórico analizado por Piketty es la hipótesis de Simón Kuznets, 1955, que la desigualdad del ingreso tiende a disminuir en las fases avanzadas del desarrollo capitalista. No sería otra cosa que la teoría del derrame actual. Se basa en lo que pasó en el período los “Treinta Gloriosos”, es decir los treinta años posteriores a la segunda guerra mundial. El mismo Piketty lo aclara “basta con ser paciente y esperar un poco que el desarrollo beneficie a todos”.
Esta hipótesis se basa en que la desigualdad en cualquier lugar estaría destinada a seguir una curva de campana, es decir primero crecería y luego decrecería. Su fundamento empírico fue muy frágil y concluye Piketty: “Veremos que la fuerte reducción de las desigualdades en los ingresos que se produce en casi todos los países ricos entre 1914 y 1943, es ante todo producto de las guerras mundiales y de los violentos choques económicos y políticos que éstas provocaron (sobre todo para los poseedores de fortunas importantes) y poco tiene que ver con el proceso apacible de movilidad intersectorial descrito por Kuznets”
Piketty intenta reubicar el tema de la distribución en el centro del análisis económico: desde la década de 1970 la desigualdad creció significativamente en los EEUU. Comprender cómo y por qué disminuyó en otro período. Su predicción será casi escandalosa con un interrogante muy cercano a la realidad: “¿Acaso el mundo de 2050 o el de 2100 será poseído por los traders, los superejecutivos y poseedores de fortunas importantes, o bien por los países petroleros, o incluso por el Banco de China, o quizás por los paraísos fiscales que resguarden de una u otra manera al conjunto de esos actores?
El autor aclara las dos grandes fuentes utilizadas de su obra que permiten estudiar la dinámica histórica de la distribución de la riqueza: fueron los ingresos y la desigualdad de su reparto, y los patrimonios, su distribución y la relación que mantiene con los ingresos. El objeto de la obra fue estudiar las estructuras de las desigualdades, el origen de las disparidades en los ingresos y en los patrimonios.
Los resultados obtenidos de su obra son dos: desconfiar de todo determinismo económico y que no existe ningún proceso natural y espontáneo que permita evitar que las tendencias desestabilizadoras y no igualitarias prevalezcan en forma permanente. Tampoco cree que la convergencia tecnológica, la racionalidad técnica conduzca mecánicamente al triunfo del capital humano sobre el financiero e inmobiliario. Analiza que en este proceso histórico hay fuerzas de convergencia, la principal es la difusión de los conocimientos. En cambio las fuerzas de la divergencia descansan en las remuneraciones más altas y sobre todo, en la concentración de la riqueza, en un mundo de bajo crecimiento económico y elevado rendimiento del capital.
Vamos a analizar ahora el principal interrogante de alarma que plantea Piketty: “¿Podemos imaginar para el siglo XXI algo que trascienda al capitalismo y que sea al mismo tiempo más pacífico y duradero, o bien debemos simplemente esperar las próximas crisis o las próximas guerras, esta vez, verdaderamente mundiales?" Y remarcará como substancial el papel del gobierno en la producción y distribución de la riqueza y la construcción de un Estado Social apropiado para el siglo XXI.
Predica modernizar el Estado social sin desmantelarlo, por ejemplo en Europa los países más ricos son los que tienen los impuestos más elevados, entre el 50 y 60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca; en cambio en los países más pobres, como Bulgaria y Rumania, los impuestos rondan el 30% del ingreso nacional. Entre el Estado y las empresas privadas, han surgido otras formas jurídicas, asociaciones, fundaciones, que se dedican a la salud y la educación por ejemplo y la tendencia es aumentar esa economía mixta, dado que, estos dos ámbitos generan más del 20% del empleo. Aquí cabe recordar a Perón y su II Plan Quinquenal de 1953/57, que establecía que todo el comercio exterior e interior quedaría en manos de una federación de cooperativas agrarias regionales.
También aclara que la función principal del Impuesto sobre el capital no es financiar al Estado Social, sino regular al capitalismo. Este impuesto debe permitir una transparencia democrática y financiera sobre la riqueza y los activos que poseen todos en el ámbito internacional.
¿Cuál será el desafío futuro del Estado Social? Se pregunta el autor: la financiación de la transición energética, la reconstrucción del Estado en los países en desarrollo, regular y vigilar el sistema financiero mundial. La figura sobre este impuesto sería la de un catastro financiero mundial. Esto presupone una transmisión automática de información bancaria.
Sobre los paraísos fiscales el autor lo asemeja a un robo. Otra forma de regular el capitalismo mundial aconseja sobre la problemática planteada por los recursos naturales, entre ellos la renta petrolera, transformar en propiedad común una parte de los recursos naturales.
Por lo visto nuestra reforma de la Constitución Nacional de 1949 se le adelantó más de medio siglo al autor, cuando en el segundo párrafo del Art. 40 sanciona “Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas y las demás fuentes naturales, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con las provincias”
Un capítulo entero le dedica a la deuda pública, la desprecia como recurso. Reivindica el papel del Banco Central, indelegable en su función de redistribuir la riqueza. Otro palo para el FMI. Plantea un interrogante que nos debe sacudir un poco los oídos a los latinoamericanos: ¿Cómo llegó a crearse, por primera vez en la historia, a tal escala, una moneda sin Estado? Dado que el PIB de la Unión Europea en el 2013 era casi la cuarta parte del PIB mundial.
Otra temática interesante es el que plantea el cambio climático, el posible deterioro del capital natural a lo largo del siglo XXI. Algo que lo anticipó Perón en 1972. Según algunos investigadores, que el autor cita, corresponderá un 5% del PIB por año para paliar las dificultades que ya son irreversibles, con el objetivo que las generaciones futuras continúen disfrutando de las riquezas productivas. Piketty también escribe sobre la transparencia económica y el control democrático del capital ¿qué tal? Pero agrega nuevas figuras jurídicas a las privadas ya existentes. Sectores de educación, salud y servicios, cultura y medios de comunicación, en organizaciones sin fines de lucro. Añade: “Para que la democracia llegue un día a retomar el control del capitalismo, se debe partir del principio de que las formas concretas de la democracia y del capital siempre tienen que estarse reinventando”, con palabra del filósofo J. Ranciere.
Ya para terminar con este vasto tratado de más de 900 páginas, remarquemos algunas de las conclusiones del autor.
La contradicción principal del capitalismo es: r > g. La principal fuerza desestabilizadora de la vida democrática es el hecho que la tasa de rendimiento privado del capital (r) es significativamente más alta y durante más tiempo que la tasa de crecimiento del ingreso y la producción (g). “Esta desigualdad expresa una contradicción lógica fundamental. El empresario tiende inevitablemente a transformarse en rentista y a dominar cada vez más a quienes sólo tienen su trabajo. Una vez constituido, el capital se reproduce solo, más rápidamente de lo que crece la producción. El pasado devora al porvenir. La solución correcta es un impuesto progresivo anual sobre el capital.” Rescata al Estado-Nación como el instrumento más pertinente para avanzar en la democracia, desarrollar nuevas formas de propiedad compartida y gobernanza, recomendando la integración regional, para ser más eficaz en el control del capitalismo patrimonial globalizado.
*Especialista en Costos y organización fabril