Hugo Aristimuño: “A los artistas nos creen más que a los políticos”
Por Miguel Martinez Naón
*Es director y actor de teatro, profesor y músico. Un investigador teatral, fundador de grupos y salas que hicieron historia en Río Negro. Recorre el país en constante diálogo e intercambio con sus pares, maestros y alumnos. Es un gran conocedor de tradiciones e historias de la región; ha caminado, ha sabido rescatar leyendas y poemas para darles cuerpo y alma en el escenario, para colectivizarlas. Es un juglar.
Aquí habla de sus maestros, de sus próximos trabajos, de su mirada sobre el arte en general y el teatro en particular, desde el sur, con ustedes: Hugo Aristimuño.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo podrías resumir toda esta experiencia en el teatro durante tantos años?
Hugo Aristimuño: La realidad como un espejismo construido por otros alimenta mi convicción inequívoca de supersticioso, de inconformista, de interrogador, de dudador. Alguien me enseñó a ver de otra manera, desnudar en esta inquietud la certeza de otras realidades que subyacen tras este espejismo de realidad aparente. Este distanciamiento consciente me llena de preguntas que trato de hacer, obsesiones que intento construir desde mi condición de artista, a veces con la música, y la mayoría con el teatro o la danza.
APU: ¿Cuáles han sido tus mayores inquietudes, búsquedas u obsesiones como artista?
H.A: La militancia, el amor de mi madre maestra, y las vivencias profundas con la cultura mapuche, entre otras influencias, marcaron mi vida. Casi como un niño juego en el asombro permanente. Me instalo sereno y lúcido en este ser, dispuesto a enamorarme, trágicamente, de este mundo que habito.
APU: Existe una amplísima tradición teatral en Río Negro. Grupos que hicieron historia, directores, actores, ensayistas, experiencias colectivas que marcaron una identidad en la región. Grandes historias que el resto del país desconoce ¿Qué podrías compartir con nosotros de todo este bagaje?
H.A: ¡Ja! Qué difícil…yo lo que recuerdo, y puedo compartir de toda esa época es que yo me sentaba en la butaca y me emocionaba, me latía el corazón, lloraba, me quedaba mudo, no podía aplaudir. Un espectáculo que me marcó la vida fue la puesta en escena de la Cantata Santa María de Iquique, que dirigió Humberto “Coco” Martinez*, ese espectáculo definió muchas cosas en mi vida, en principio es cuando empecé a hacer teatro, y también comencé a militar. Ese teatro de las emociones, de las transformaciones. También las obras de teatro de Luisa Calcumil siempre me hicieron emocionar, del Grupo Trampolín de Bariloche, La Hormiga Circular de Villa Regina, con algunos espectáculos inolvidables y particularmente su estructura organizativa. Desde luego Purogrupo, Grupo Libres, haciendo obras con dramaturgia regional.
APU: Ahora estás por viajar más al sur para trabajar con otros grupos ¿Qué tipo de trabajo o de intercambio vas a realizar con ellos?
H.A: Sí, ahora me voy a Chubut, estoy trabajando en las devoluciones de las obras teatrales que participan en los festivales provinciales y justamente, una de las cosas que hablamos entre todos, en ese espacio de la reflexión que yo llamo “de la realidad al misterio”, es generar un teatro que esté situado. Un teatro donde podamos mirar a un costado, girar la cabeza y ver el mundo que nos rodea, desde otra perspectiva, desde la mirada que plantea César Brie por ejemplo.
APU: O sea que ya vienen trabajando con anterioridad…
H.A: Sí, en la Patagonia están pasando cosas muy importantes. Estos grupos nos han dejado también un legado que tiene que ver con una cuestión ideológica, de la emocionalidad, de la ingeniería emocional. Los neoliberales quieren que hagamos un arte que no perturbe esa emocionalidad, algo divertido, alegre, que les permita olvidar las tragedias del hambre, el exterminio, la represión, las enfermedades, e incrementar sus ganancias. La pasión es la revolución, la emoción es la revolución. En la emoción aparecen las identidades, los perfiles personales, la ética, y eso es muy difícil de modificar, y más si uno es artista. Los artistas tenemos una gran responsabilidad en este momento, la gente cree mucho en nosotros y nosotros tenemos que responder de esa manera. La grieta también está en el teatro y hay que trabajar por lo que uno piensa. A veces tenemos pruritos, o nos reímos condescendientes cuando alguien nos hace emocionar y no miramos, por ejemplo, como la Coca Cola usa la ingeniería emocional para enchufarnos sus productos, somos unos pelotudos bárbaros.
APU: ¿Y tus maestros? ¿Quiénes son o han sido?
H.A: Mis maestros…yo empecé siendo titiritero, ¡¡mis maestros fueron Cecilia Andrés, Alcides Moreno, Roberto Espina, el querido Javier Villafañe, Ariel Bufano…vamos los títeres!!Los títeres son un objeto dramático insustituible. Luego tuve otros maestros como Jorge Conti, Francisco Javier, Carlos Gandolfo, Raúl Serrano, son los primeros que recuerdo. Yo tuve el privilegio de tener excelentes maestros. Enrique Buenaventura, de Colombia, con quien me metí de cabeza en el teatro de grupos. Coco Martinez, por supuesto, por su nivel artístico, amén de lo personal donde era un loco, un divino loco de atar, sus procesos artísticos eran maravillosos. También Eugenio Barba, Guillermo Heras, Roberta Carreri, toda la gente del Odin, César Brie (¡maestro tan querido!), Mario Vargas (de Perú); por todos lados hay gente que me ha enseñado cosas, soy muy receptivo de eso. Para mí el aprendizaje es un estado totalmente vital del hombre, y siempre estoy prestando atención, en las devoluciones donde hablo con los actores yo soy el que más aprende. Rubens Correa también, mi amigo; Hernán Gené, Guillermo Angeleli, son maestros que no sólo te brindan las herramientas, sino que te ayudan y te obligan a pensar antes de hacer, o sea, si no tenés nada para contar que sea tuyo, que nazca de tu corazón, no existe el teatro. Decía Gandolfo: “dime cómo ves la vida, y te dirá el teatro qué haces”. O al revés, dime cómo ves el teatro y te diré cómo ves la vida.
APU: Durante el último período del kirchnerismo, Alberto Weretilneck te designó como Secretario provincial de Cultura ¿Cómo viviste esa experiencia?
H.A: Fue un infierno, me engañaron, nunca tuve presupuesto, la ley de presupuesto para Cultura se aprobó cuando yo estaba internado en la clínica con un cáncer de estómago que seguramente se originó en los disgustos y en la impotencia por estar en ese puesto y no poder hacer nada. La maquinaria burocrática del estado es terrible. Luego se arregló un poco todo, pero en ese momento me preocupaba la estabilidad de todos los empleados que estaban casi en negro, cobraban con becas, con horas cátedra, era terrible. Luché por meterlos con contrato y hoy creo que están todos con planta permanente. Había gente que se encadenaba en la entrada de la secretaría porque hacía años que no les pagaban. Si la gente está mal no se puede trabajar tampoco en lo cultural. Hicimos algunas cosas interesantes, pero no bastaron. No bastaron para los políticos que en ese momento estaban por iniciar su campaña. Encima me dieron de baja estando yo enfermo sin volver, de licencia. No pude hacer todo lo que los compañeros artistas esperaban de mí. Es un mal recuerdo, ojalá que tenga revancha.
APU: Ojalá llegue muy pronto esa revancha. Y actualmente ¿Cómo ves la situación política y cultural?
H.A: Algunas cosas están bien encaminadas, pero gracias a los propios militantes de la cultura. Empleados que ponen su pasión por encima de sus sueldos de mierda. Estamos dentro de un estado que tiene políticas neoliberales, ese neoliberalismo ha ingresado en el arte y la cultura bastardeando, minimizando, ninguneando todo lo que significa cultura. La cultura no es poner un escenario con gente que toque, eso es una anestesia. La cultura está, sólo hay que ir y sacarle las cosas que están impidiendo que se manifieste. Todos tenemos derecho a la creación, la creación es un hecho inevitable, un derecho humano.
APU: Hace un tiempo atrás estrenaste “Tendal de voces en torno al suceso de tres viejas borrachitas detenidas en el barrio Del Progreso” (así de extenso e inquietante es el título) inspirado en una obra del gran poeta Jorge Spíndola, y tuvo gran recepción por lo que uno puede percibir. ¿Qué estás preparando ahora?
H.A: En este momento estoy encarando varios trabajos, entre ellos una historia preciosa que se llama “Una tumba misteriosa en…” es la muerte de un alemán que lo bajaron y lo enterraron ahí, y la hija vino ahora a Viedma, hacía cuarenta años que no sabía nada de su papá, su madre nunca le dijo nada. El tipo era un ingeniero en comunicación en la época de Perón, pero también me interesa esa condición de mujer que nunca pudo formar una pareja. Su mamá le entregó una caja de cartas 40 años después de todo un silencio. Allí ella entendió lo que había pasado, el tema del exilio de los alemanes y su ingreso aquí en Argentina. Tiene que ver con nuestro trencito en la línea sur, tiene que ver con una tumba que todavía está ahí, y también el contacto con los nazis.
APU: A partir de todo lo que contás y desde tu condición de artista y militante ¿Cuáles serían tus propuestas más inmediatas hacia el resto de los hacedores del arte?
H.A: Yo como director creo en lo que dije al principio, muchaches: ojo, ¡¡la gente nos cree!! A los artistas nos creen más que a los políticos. Hay que poner las barbas en remojo, o las tetas. Tenemos que mirar la realidad desde otra perspectiva. Somos lo que percibimos, usemos los sentidos. Contemos nuestras propias historias, que son mucho mejores que esas otras historias urbanas encerradas entre las paredes de los terapeutas. Trabajemos en la búsqueda de la identidad y la pertenencia de la gente.
* Sí, es el padre de Lisandro Aristimuño.
* Sí, el autor de esta nota es el hijo de Humberto “Coco” Martinez.