"Mi padre participó como anestesista en los vuelos de la muerte, inyectando tranquilizantes a las víctimas para adormecerlas"
El martes 2 de julio Pablo Verna declaró en el juicio por la Contraofensiva. Contó ante los jueces lo que su padre -el excapitán del Ejército Julio Verna- había admitido en privado, pero nunca ante la Justicia, que había participado como anestesista en los vuelos de la muerte durante la última dictadura cívico-militar, inyectando tranquilizantes a las víctimas para adormecerlas. En diálogo con Radio 10, Verna contó que “me enteré porque hay otro familiar que reveló este secreto sobre el que yo venía preguntando y sospechando cada vez más. Incluso al punto de que mi padre me ha respondido `mirá, no me preguntes más nada porque no te voy a dar datos, ni fechas ni lugares, nada de nada…`. Hasta esos límites llegué a preguntar antes de que otro familiar, a mediados de 2013, revelara finalmente el secreto, que no era ya la participación de él, que yo ya la tenía por confirmada para el año 2009, sino de qué manera había participado”.
“Con esa información lo interpelé una vez más, y fue la última ocasión en que tuve una charla de un rato largo con él, una conversación que fue muy tensa… –añadió Verna-. En esa charla, primero lo negó, luego lo admitió y finalmente se puso a justificarlo y a intentar imponerme que yo me quedara con eso, sin transmitirlo ni siquiera a mi esposa. Pasaron unos meses y decidí hacer la denuncia en la secretaría de Derechos Humanos”.
Mandato de silencio
“Ese mandato de silencio que había padecido puertas adentro en mi familia de origen no tiene nada que ver con el pacto de silencio que tienen los militares entre ellos, porque a nosotros –a muchas compañeras y compañeros que vivieron situaciones similares- se nos impuso ese mandato. Yo decidí romperlo y no tener una complicidad, que por supuesto no es jurídica pero que sí sería a otro nivel, ya que habría implicado aceptar esa imposición de silencio… –dijo Verna-.
“Como todos sabemos las madres, los familiares y los sobrevivientes quieren saber cuál fue el destino de sus seres queridos -continuó Verna-. Y en ese silencio que siguen manteniendo los militares, en esa desaparición que siguen cometiendo cada día que corre…, yo no voy a participar de esa complicidad de ninguna manera. Y lo poco que yo puedo saber sobre este genocidio terrible que padeció no solo nuestro país, sino toda la humanidad, lo poco que podía aportar en materia de Memoria, Verdad y Justicia, lo quería hacer”.
Verna comentó que según tiene entendido su padre nunca fue requerido por la Justicia. “Él es médico y trabajaba en el Ejército, estaba en esos años en el hospital de Campo de Mayo. No hizo la carrera militar pero ya había adquirido el grado de capitán”, relató.
Anestesista de la muerte
“Él era el que los anestesiaba antes de subir a los aviones. Pero viajaba también en las aeronaves –porque parte de lo que se supo al salir a la luz este secreto es que había un médico que viajaba en los aviones y solamente inyectaba, pero viajaba por cualquier necesidad que hubiera de que alguien se descompusiera o pasara cualquier cosa-“, detalló Verna.
“Uno no puede asimilar en algún punto que estas cosas pudieran ocurrir… -señalo Verna-. Yo tengo 46 años. Tenía sospechas de la participación de mi padre en las torturas. Pero no puntualmente en los vuelos, hasta que se reveló este secreto”.
Consultado sobre si había llegado a preguntarle a su padre a cuántas personas había mandado a la muerte, Verna dijo que “no, pero cuando se reveló este secreto trascendió que en una oportunidad fueron 4 personas, en otra 5 y en otra oportunidad un matrimonio… Y en otra charla con otro familiar se reveló que una vez fue una familia entera (que podría haber sido ese matrimonio, no sé). Más precisiones nunca pude obtener”.
Paso adelante
“Cuando me encontré con esta realidad y decidí romper este mandato de silencio me encontré que el código procesal penal de la Nación tiene prohibiciones para declarar o denunciar a los familiares, con la única excepción de que el delito fuera cometido contra ese familiar o contra otro de igual grado o más próximo. Entonces dije, `el mismo mandato de silencio lo veo reflejado en la legislación penal…`”, comentó Verna.
“El caso de Vanina Falco sentó un precedente a nivel judicial: ella declaró a favor de su hermano Juan Cabandié y en contra del padre. Ahí una de las razones que se tuvo en cuenta es que estas normas del código procesal penal en su momento se dispusieron con el fundamento de declinar el deber del Estado de la persecución penal de los delitos, para cumplir con otra supuesta obligación constitucional, que es la protección de la familia. Entonces en ese caso lo que los jueces consideraron es que dado que el vínculo estaba roto entre ella y su padre, estas prohibiciones no tenían ninguna razón de ser aplicadas”.
“Previo a mi declaración los defensores se opusieron a que declarara –señaló Verna-. Presté declaración ante el Tribunal Oral Federal Nº4 de San Martín. Ahí se generó un debate tremendo por esta cuestión. Que indudablemente generó un precedente y seguramente abrirá las puertas a que muchos familiares más sepan que la Justicia está dispuesta a escuchar”.
Verna contó que no volvió a hablar con su padre. “Con mi familia hubo algunas situaciones. Y por supuesto que hubo mucha movilización emocional alrededor de esto”.
“Para mí había una carga de aportar esto, que es lo que pude hacer en 2013 –agregó-. Y después todo lo que implica denunciar públicamente estos hechos. Que por supuesto aportan en materia de verdad y memoria. Pero en materia de justicia, anteayer también se pudo dar un gran paso, aún con ciertas resistencias –porque uno de los tres jueces votó en forma negativa-… En este sentido había otros precedentes -estaba el caso de Quijano, el hijo de un genocida en Córdoba, y el caso de Érika Lederer-. Pero su declaración testimonial fue admitida luego de que sus padres estuvieran muertos. Quiere decir que era imposible que estuvieran imputados ni que lo estuvieran en un futuro, porque ya habían fallecido”.