La venganza del olvido, una revancha poética contra las injusticias
Desde el juzgamiento del hombre hacia Antonia Parda, primer mujer condenada a morir en la hoguera allá por 1725, en Santiago del Estero, hasta la bala mortal anunciando la eternidad de Carlos Fuentealba, desde los treinta y tres disparos a Ibero Gutiérrez en Uruguay hasta el luto de la Amazonía por Chico Mendes, desde el piquete funeral de Kosteki y Santillán hasta las muerte de Ezequiel Lamas a manos de las buenas costumbres, desenfundando casos de gatillo fácil como el de Facundo Ferreira en Tucumán o la tragedia de Monte ocurrida hace escasos meses, desde ayer y desenmascarando el rótulo más dolido del presente, sobre esa cúspide de relatos dolidos sin tregua, desde allí se yergue el poeta rumbo a la contienda, hacia la batalla contra el monstruo jamás derrotado por completo. Va armado de belleza y prosa, con eso le basta, por ahora.
Lucio atraviesa barreras, burla decretos oscuros, salta el paredón de los mudos obedientes a cualquier sistema, monta a un corcel atado por los siglos de espanto y otorga rienda libre a las expresiones para luego injuriar atrevidamente a toda la moral maquillada con estierco e hipocresía.
Bajo el sello editorial ¨Huentota¨, nombre originario dado por los huarpes a la tierra llamada después Mendoza por los colonizadores, Albirosa afirma el décimo tercer parto literario y poético de su carrera, de un oficio peregrino sobre espinas y piedras insalubres dando forma a verdades caídas sobre papeles y páginas buscando el ojo ciego de los días. No queda espacio para la risa en ningún punto suspensivo de este libro. Aquí, solo una gota de lo enunciado:
***
Ibero Gutiérrez, trece balas para matar un poema
Uruguay, febrero 1972
Le permitieron vivir solo 22 años. Escribió nueve cuadernos de poesía, seis plaquettes, un cuaderno de reflexión literaria y filosófica, un diario de viaje por Cuba y Francia. Mientras permaneció detenido en el penal de Punta Carretas supo burlar las requisas rutinarias guardando su Diario Carcelario hoy impreso. Su participación activa en el Movimiento de Independientes 26 de Marzo le valió la persecución del Comando Caza Tupamaros hasta el día en que tres armas de calibre 18 apuntaron certeramente contra su humanidad.
Un balazo por ser joven y luz
Otro balazo por sus convicciones
Otro balazo por su rebeldía coherente
Otro por no callar ni ser sumiso
Otro a su libertad de pensamiento
Otro a sus cuadernos nunca entregados
Otro balazo al compromiso con su pueblo
Otro balazo por comprender la vida
Otro balazo por ser candombe ante los abusos
Otra bala cobarde lo cruzó de antojo
porque la tiranía es un poco inmoralidad,
un poco asesina, algo inmune e incomprensible
Otra entró matando razones ardiendo muy dentro
por significar peligro para los necios con poder
los que a fusil secuestran la democracia
los innombrables, esos.
La penúltima fue por ensañamiento,
para asegurar su muerte y decretar un cumplido
una orden del jefe más cruel, del opresor sin cara
de asesinos obedientes por ignorancia,
mudos de amor propio, sordos sin sustento.
Ibero Gutiérrez recibió el decimotercer balazo, el último. De este nadie dijo nada, ni siquiera Mario Benedetti ni los investigadores oscuros ni los forenses que lavaron su cuerpo irreconocible. Los asesinos habían disparado a su nombre y apellido. Jamás supieron que era poeta.
Nunca sabrán los tiranos que la poesía es inmortal.