“Hablar de ancestras es hablar de generaciones que enriquecen y contribuyen a la historia, la cultura y la sociedad”
Por Ludmila Sueiro
Foto Julieta Ortiz / ANCCOM
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo surge la idea del libro “La gerontología será feminista”?
Mónica Navarro: Con Paula Danel, la coautora del libro, nos conocemos hace muchos años. Ella como referente de Trabajo Social, el año pasado en un congreso en San Juan, aportó la importancia de trabajar en el campo de la edad específicamente sobre géneros, y como sabía que yo venía trabajando en el tema, me invitó a hacer este libro. Nos pusimos a pensar en voces que pudieran hablar sobre el tema y salió una producción que nos parece interesante, porque no hay trabajos que desarrollen el tema sobre género y vejez. Hoy se charla mucho de las “pibas” porque están mucho en las calles y por el ímpetu que generó el movimiento feminista, pero se le quita visibilidad a que esto es el resultado de una trayectoria que tiene muchas décadas. Si este es el encuentro número 34 es porque algunas mujeres en 1986 se pusieron a cranear que era mejor juntarse para mostrar la potencia que se tenían estando juntas. Esas mujeres sostuvieron esa lucha a lo largo de todas estas décadas. Pudieron transmitir la necesidad de tomar las calles para hacer reclamos, generar propuestas y no transar con ninguna política que estuviera en contra de los derechos a las mujeres. A eso venimos nosotras como gerontólogas, a mostrar como se han ido incorporando distintas maneras de fortalecer al feminismo desde todas las generaciones. El feminismo nos necesita a todas. En vez de dividir desde intereses particulares, al no haber un único sujeto sino que es un objeto diverso, se trata de que lo pongamos a favor de todas. Hablar de ancestras es hablar de generaciones que enriquecen y contribuyen a la historia, la cultura y la sociedad en su conjunto. Nosotras lo que hicimos fue poner a trabajar esa palabra, ofrecerla, para llenarla de sentido. Nos encontramos que tiene significado, no sólo para las mayores sino para las mujeres de todas las edades.
Los talleres que hacemos con la convocatoria de Ancestras, se llena de mujeres de entre 20 hasta 90 años, que se piensan intergeneracionalmente. Se produce una construcción de saberes, que no está basado sólo en el conocimiento académico sino en conocimiento de género que construimos las mujeres a lo largo de la vida. No hay generación espontánea, son construcciones históricas. En esa construcción histórica hay una construcción generacional.
APU: ¿De qué manera se desarrolla el libro? ¿Por qué reconocer a la gerontología como Feminista?
M.N: La gerontología no ha sido habitualmente abordada por feministas y nosotras lo somos. Es un libro feminista. Luego es un libro que se hace preguntas respecto de género en la vejez y trabaja sobre los aspectos fundamentales como el cuidado, los derechos sexuales. Este último tema está pensado desde políticas públicas, así como la educación sexual, fundamentalmente en la edad reproductiva. Pero teniendo en cuenta que una mujer deja de tener capacidad reproductiva a los 50 años y, en promedio, vive hasta los 80 años, hay por lo menos 30 años que nadie se ocupa de verla a la mujer como un sujeto sexuado. Estas son representaciones sociales que se hacen carne, las asimilamos como parte de un discurso social.
APU: ¿Cómo deconstruir los prejuicios sobre la mujer en la vejez?
M.N: Lo importante es pensar el mecanismo que construye las relaciones sociales. Cuando hablamos de capitalismos o patriarcado, son sistemas que construyen modelos de representación individualistas, que están centrados en las variables económicas. Desde este lugar, las mujeres somos vistas como reproductoras para reproducir las fuerzas de trabajo, para que sigan funcionando las relaciones económicas dentro de este sistema. Pero cuando nos negamos a eso porque tenemos otra orientación sexual o porque no deseamos reproducirnos, entramos en una sombra de prejuicios. Asimismo, somos reproductoras económicas múltiples. Es decir, somos productoras de sujetos para el sistema y somos reproductoras de las condiciones necesarias de la vida doméstica para que se sostengan estas vidas para poder servir al sistema. Ese es el trabajo doméstico. Cuando salimos de esas exigencias de ser sujetas de ese modelo entramos en condenas sociales. En el caso de la vejez para hombres y mujeres es igual porque dejamos de ser parte de las relaciones de producción pero en el caso de las mujeres se suma algo que es el género. Porque cuando no cumplimos con los estereotipos de juventud o belleza somos discriminadas. Por eso en nuestro trabajo está valorar a las mujeres en seguir aprendiendo, seguir luchando. Resignificar las arrugas. Ser sujetas de derechos y alejarse de la mirada de ser un supuesto sector desvalorizado o improductivo.
APU: Se realizó un taller en el Encuentro, ¿cómo fue la experiencia?
M.N: Este taller fue posible gracias al equipo conformado aquí en la UNLP que junto con estudiantes nos facilitó el espacio y pudimos hacer este taller fuera del programa del ENM. Nuestro Programa "ANCESTRAS SABERES GÉNERO Y EDAD" de UNTREF tiene un espacio aquí que se está con un grupo potente de compañeras. El libro en dos capítulos habla sobre este programa que tiene como objetivo nombrar a las mujeres mayores de otra forma, de una manera positiva, rescatando la construcción histórica de la vejez desde el género. En el taller se trabajó como hacemos habitualmente en territorio para demostrar la potencia que tiene la palabra “ancestra”. A nosotras no nos interesa hacer monólogos, ni hacer un mensaje cerrado, lo que nos interesa es que las mujeres que participen se vayan con ganas de pensarse a sí mismas. Hay que cambiar la mirada, las ancestras estuvieron siempre en todos los encuentros, en todas las marchas y luchas pero no eran reconocidas. Nosotras estamos trabajando mucho el tema de nombrarnos. No solo pensar en el lenguaje inclusivo, porque primero debemos pensarnos y nombrarnos a nosotras mismas, para apropiarnos de nuestro discurso sin sesgos de género y edad.