The Man in the High Castle: todas las caras del fascismo encuentran resistencia
The Man in the High Castle (TMitHC) se estrenó en 2015 como la super producción que debía atraer clientes al entonces naciente servicio de streaming de Amazon, Amazon Prime Video.
Cuatro temporadas más tarde, TMitHC se convirtió en una de las grandes series de la década pasada por su abordaje de un mundo distópico gobernado por los nazis y el imperio japonés.
La historia se ubica 20 años después de la ocupación de Estados Unidos por parte de Japón y el Reich Nazi, en los años 60, con una incipiente resistencia que combate a estos gobiernos fascistas.
El elemento que dispara la trama de la serie son unas misteriosas películas que muestran a los aliados ganando la guerra, algo que en el mundo de TMitHC no sucedió.
Estás películas inspiran a la población y alimentan el crecimiento de la resistencia. Son un faro de esperanza que muestra que otro futuro, otra vida, son posibles, y que sus opresores pueden ser derrotados.
En este universo, donde los nazis y los japoneses ganaron la guerra, se dividen entre ellos el territorio de los Estados Unidos. La costa Este pasa a ser parte del "Gran Reich Nazi", mientras que la costa Oeste es rebautizada como "Los Estados Japoneses del Pacífico". Al centro, en las rocosas, funciona la "zona neutral", una tierra de nadie sin gobierno oficial.
La serie es brillante a la hora de construir este universo en el que funciona. La primera parte se enfoca más en los Estados Japoneses del Pacífico, donde ser blanco y hablar inglés ya no conceden privilegios ni prestigio, sino todo lo contrario.
La cultura yankee es ahora la cultura arrasada, a la que sólo los millonarios japoneses acceden, como una curiosidad de otros tiempos, como reliquias a coleccionar.
La ironía es hermosa y el mensaje fuerte y claro: la cultura hegemónica borra a todas las demás, condenándolas a los museos, como algo lejano que las clases acomodadas pueden disfrutar ahora que ya no es una amenaza, ahora qué está muerta.
Así como los Estados Unidos han desaparecido a muchas culturas y robado sus pertenencias y su historia para sus museos, para su deleite, ahora son ellos los desaparecidos, relegados a la curiosidad de algunos de sus asesinos.
La serie está plagada de estos detalles, mostrándonos un interesante cambio de paradigma, al menos del lado japonés.
Del lado nazi de este nuevo Estados Unidos, todo se vuelve más cercano, conocido. En las calles, sólo se ven hombres blancos, de traje y mujeres- también blancas- arregladas con sus vestidos. Son los gloriosos años 60 y la gente es feliz, tiene trabajo, comida y un techo. A cambio, sólo se les exige obediencia absoluta al partido nacional socialista y adoración a su líder, Adolf Hitler.
De esta manera, la serie nos plantea dos formas muy distintas de hacer lo mismo, dos fascismos muy bien diferenciados.
En el lado japonés reinan el miedo, la tensión, la diferencia y el odio. Las personas que no son japonesas son vistas desde arriba, como ciudadanos de segunda, por el gobierno y los ciudadanos japoneses. La ocupación es por la fuerza y se impone un idioma y una cultura. Se remarca constantemente que los blancos son salvajes inferiores, y que por ello fueron civilizados por el superior imperio japonés.
El Reich americano funciona con una lógica muy distinta. Llegaron a un territorio diezmado por el hambre y la guerra como sus salvadores. Convencieron a la gente de que sus padecimientos se debían al "estilo americano de vida", que el gobierno de Estados Unidos tenía la culpa de todo y ellos habían venido a salvarlos.
A diferencia del caso japonés, los nazis exterminaron de su territorio toda diferencia racial e ideología en busca de un Estado puro. Por lo que los sobrevivientes: blancos amantes del Führer, viven vidas plenas y felices, sin nada qué temer, al cuidado de sus salvadores.
La serie brilla al no enfocarse solamente en la resistencia, “los buenos” de esta historia. Por el contrario, pasamos mucho tiempo con personas de alto rango de los gobiernos tanto japonés como alemán. De esta manera, la serie problematiza todo al dejarnos acercarnos a los supuestos villanos. Vemos así sus motivaciones, dudas, sentimientos del deber- para con su nación y su familia- y de culpa, permitiendo así un gran desarrollo de sus personajes.
De esta manera, la serie adquiere una profundidad que va más allá de una historia sobre el bien y del mal. Por el contrario, nos proponen una historia sobre individuos, circunstancias, deberes y decisiones. ¿Hasta donde llegarias para cuidar a tu familia? ¿Y para asegurar tu supervivencia? ¿Hasta donde se justifica la guerra, aún si tiene fines nobles?
Estas son sólo algunas de las preguntas que acecharán a los personajes y que pondrán al espectador a pensar si haría o no las cosas de otra manera. Pero al final, la historia de TMitHC es la historia de la lucha contra el fascismo, de la resistencia y la fe de que nada tiene que ser de una manera por siempre y de que todo puede cambiar. Un mensaje de que cualquiera sea el tipo de fascismo al que nos enfrentemos, en cualquier época o lugar del mundo, siempre existirá resistencia.