L´addio: ¿cuánto nos puede influir nuestro esqueleto familiar?
Tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (BAFICI), L´addio de Toia Bonino se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. El ensayo documental, una de las últimas obras en contar con el apoyo del Instituto Nacional de Artes Audiovisuales (INCAA), toma como punto de partida un elemento autobiográfico para terminar, luego de poco más de una hora, cuestionándose el peso y el funcionamiento de diversas dinámicas sociales heredadas en nuestros vínculos personales en la actualidad.
Desde el inicio la directora enmarca su propuesta: hay un elefante en su historia familiar que se irá haciendo cada vez más presente a medida que avance el film. Su abuelo Antonio quiso ser velado con camisa negra y, tras mucho tiempo sin preguntarse por qué, aparece una serie de negativos de vidrio que no dejan lugar a duda. El nonno, de joven, vestido de uniforme militar, conversando con Benito Mussolini en un acto masivo. A partir del material de archivo propio e histórico indagará sin temor en esa vida y en ese legado que, más allá de los silencios, estuvo siempre a la vista. Es un gesto liberador, que a la vez compromete a la audiencia a reflexionar sobre cuatro generaciones de la familia Bonino.
Tras una seguidilla de obras con mayor foco, si se quiere, en lo policial -Orione, su ópera prima, La sangre en el ojo y Engomado-, su objetivo ahora es intentar comprender y cuestionar la transmisión de roles de género. Antonio fue secretario del Partido Fascista Italiano, mano derecha de Mussolini, al punto que llegó a recopilar sus conversaciones en el libro “Mussolini: Él me dijo” -que años más tarde se encontraría en una biblioteca de Juan Domingo Perón-. Luego de la Segunda Guerra Mundial emigró a nuestro país, donde su legado se traduce en estructuras de poder que quizás aún se perpetúan. No es una tesis sobre el fascismo ni una mera revisión histórica sino un análisis complejo de lo familiar a lo cultural y político. Se centra en aquellas vidas humanas que surgen de esas experiencias.
Por otro lado, en el proceso desafía las reglas y expectativas del género, al optar por una narrativa fragmentada y sensorial. Sí, dos recursos formales, como el diario personal y el archivo, entran en relación, pero se transforman en un mosaico de fotografías, canciones, fragmentos de obras de Roberto Rossellini y Luchino Visconti, mensajes de WhatsApp y hasta textos sobreimpresos, en el que pasado y presente coexisten con ficción y realidad. La capacidad de articulación y montaje son tan precisas que le permiten referirse, en off y de forma metalingüística, a decisiones de estilo sin perderse en abstracciones.
Bonino, sin simplificaciones ni respuestas definitivas, convierte a la memoria en un verdadero dispositivo cinematográfico para reconstruir su esqueleto familiar. Es un ejercicio y un dilema que ha tenido cualquiera: no se puede modificar el pasado, sí tenemos poder de decisión sobre qué hacer con el mismo. Por eso la revisión de los vínculos y las relaciones en su cotidianidad familiar, moldeada históricamente por los hombres. En ese camino, usa tres iconos populares femeninos -Heidi, Laura Ingalls y Raffaella Carrá- para descomponer esos códigos y confrontar a la audiencia. Al fin y al cabo, se -nos- pregunta por aquellas condiciones y marcas violentas que sobreviven a cada generación y cómo superarlas.
A raíz del estreno de L´addio, y en diálogo con AGENCIA PACO URONDO, Toia Bonino reflexionó sobre el proceso de realización de la película, sobre la situación actual de la industria cultural en nuestro país y sobre su próximo proyecto, ya en camino.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue el proceso en general de llevar a cabo la película?
Toia Bonino: Como el de casi todas las películas, fue un proceso muy largo. Empezó en un verano que subí al altillo de la casa de mis papás y encontré las películas superocho y las empecé a ver. Ahí vi la imagen de mi abuelo en esos retratos familiares e idealizados que teníamos. Reencontré los libros y me di cuenta que nadie los había leído, e inicié a buscar información sobre la historia política de mi abuelo. En todo ese proceso, mi hijo más grande me ayudaba con el proyector. Empecé a filmarlo a él, que mucho no le gustaba. Fueron unos largos años de revisar el pasado de la familia y, a su vez, de estar muy interesada en el presente y las vicisitudes que iban teniendo la vida de mis hijos.
Empecé a escribir un diario, al principio bastante más largo, que contaba distintas anécdotas de la familia y todas las investigaciones que iba haciendo en relación a la vida política de mi abuelo. Ahí me enteré de muchas cosas que desconocía, a partir de encontrarme con una persona que de muy joven había sido empleado en la fábrica de mi abuelo. Me habló y creó un horizonte: por ejemplo, que el libro estaba en la biblioteca de Perón. El libro está escrito en italiano, pero está impreso en Argentina.
Eso se fue ampliando, empecé a leer diferentes cosas que hablaban sobre la inmigración italiana y fue un proceso de investigación bastante largo. Todo esto lo iba reflejando en un diario, que todavía a veces pienso que tal vez podría publicarse o terminar también en una obra literaria. Junto con Nicolás Testtoni pasamos este diario, que tenía muchos rodeos y anécdotas, en un guion y con Gustavo Galuppo mandamos la obra en donde se tratan muchas otras cosas. Hay muchas citas a la historia del cine y hasta humor, empezaron a aparecer las cosas impensadas del montaje y dieron por resultado una película bastante fragmentaria y que rodea mucho diferentes temas, en donde finalmente se relata la historia básicamente de cuatro generaciones de varones en mi familia.
APU: ¿De qué manera decidió la forma en que había que narrar la historia?
TB: La forma siempre estuvo dada por ese diario que iba escribiendo y también por mi forma de hablar. Es el modo de diferentes asociaciones libres, cosas que se iban vinculando unas con otras, a veces de un modo más explícito o elíptico pero nunca literal. Por eso pensé en Gustavo Galuppo como montajista, porque él trabaja mucho esa yuxtaposición y esas vinculaciones de imágenes que a veces provienen de diferentes universos pero que terminan condensando un sentido.
Me interesaba mucho que en conjunto con mi historia familiar se fueran narrando distintas cosas políticas y más abarcativas. Hay muchas vinculaciones entre el pasado y el presente y creo que casi la única forma posible, o por lo menos que a mí me interesaba, de abordar todas esas ramificaciones, ideas y yuxtaposiciones en cuatro generaciones, que es un montón de tiempo, en un modo particular pero también más general, político, contemporáneo, desde los desaparecidos hasta la Segunda Guerra Mundial, era así, pensarlo como distintas asociaciones libres o de ocurrencias que se van vinculando.
APU: Según difundieron otros medios, fue una de las últimas películas en contar con apoyo del INCAA. ¿Qué análisis hace de su situación actual?
TB: Sí, en efecto. En lo que va de este año se produjeron cero películas argentinas y la situación para el cine nacional es muy problemática, y para el país en general en muchos ámbitos. La cultura y la ciencia son casi imposibles de seguir adelante. Estamos en la resistencia, intentando continuar con nuestras historias y con nuestras maneras de contar.
APU: ¿Qué otros proyectos están pensados a futuro?
TB: El próximo proyecto se llama Plata o mierda. Lo dirijo con Marcos Hubert, está íntegramente grabado por celular, por él mismo, que en ese momento estaba preso. Durante cinco o seis años Marcos desde la prisión me mandó audios y videos, y con eso fuimos construyendo la película que nos tiene muy entusiasmados.