Relatos gráficos: “Tijera, cuaderno, zapato”, “Temores” y “Clandestino”

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Relatos gráficos: “Tijera, cuaderno, zapato”, “Temores” y “Clandestino”

11 Octubre 2020

Por Gabriela Canteros | Ilustración: Gabriela Canteros

Estos relatos llevan años en tinta y fueron transcritos bajo el asesoramiento del Taller de literatura y escritura a cargo de los profesores Martín Domínguez y Joaquín Rodriguez, que además alientan la publicación y difusión de la escritura.

Tijera, cuaderno, zapato

Era temprano para salir hacia el trabajo y buscaba con ansiedad el zapato. La noche anterior caí en la cama desmayada del cansancio. Las cosas fueron quedando por ahí. A la mañana solía escribir mis sueños en un cuaderno que dejé en la mesa pequeña. Esa mañana no podía recordar nada, debía repasar mi nombre si alguien preguntaba. Estaba pensando cómo había llegado esa tijera a insertarse en mi rodilla... De a ratos recordaba una pelea callejera, pero no lograba entender cómo había llegado allí. Todo era confuso, el zapato que no aparecía, el cuaderno en el que no recordaba haber escrito, y la tijera en mi rodilla. El cuaderno, sí, hay algo escrito allí, encendí la lámpara y me senté a leer, la rodilla sangraba: "Gabriela anoche mientras volvías de la fiesta fuiste atacada por dos hombres, en tu intento de huir sacaste la tijera y los mataste. O eso creías, casi muerto uno de ellos se arrancó la tijera y la clavó en tu rodilla, Si leés esto en la mañana significa que sobreviviste".

Temores

Esta es la historia breve y trágica de una mujer solitaria.

Desde la infancia siempre estuvo acompañada por libros y un par de grandes anteojos completaban su extrema timidez.

Estaba sobreadaptada a la soledad y al silencio por lo cual, cuando se declaró la cuarentena en marzo del 2020 ya estaba más que habituada.

Pero esas semanas fueron más difíciles de lo que nunca imaginó. Comenzó a soñar, incluso despierta, sobre los sucesos que ocurrían alrededor. Las bolsas negras de basura le parecían gatos en la noche. El sonido de la gotera en la cocina parecía el estallido de un canal de agua. El ladrido del perro del vecino sonaba cada día más aterrador.

Comenzó a tomar una serie de pastillas para dormirse profundamente y al contrario de remediar esas fantasías paranoicas logró que sus sueños se conviertan en terribles experiencias casi físicas. Podían despertar con las manos rasguñadas y los pies sangrando de tanto caminar o correr en esas oscuras noches de tormenta.

Asustada por tantas ideas terribles salió a la calle para encontrar alivio en el exterior de su casa.

En la vereda de las calles de su pueblo, se encontró con cientos y cientos de cuerpos abandonados, en distintos grados de descomposición.

Un hombre que antes de todo esto había intentado abusar de ella, se acercó y le asestó un violento golpe en la cabeza. Tomó su cuerpo, lo arrastró hasta su casa, le cortó las manos y los pies, maquilló su rostro y la enterró dentro de una caja plástica.
Fin

Clandestino

Fue cerca del invierno. Tenía 21 años y una hija de 4 años. Mi pareja estaba sin trabajo y yo empezando mi segunda carrera. Le pedí a mis hermanas dinero prestado. Ellas juntaron los 2000 pesos. Todo se realizó en una clínica con un doctor al que todos conocen y saben qué hace. No te preocupes me dijo, es una operación habitual. Había una enfermera, un instrumentista, una ecografista y el anestesista. Me durmieron completamente. Duró una hora. Cuando desperté me llevaron a la habitación; me dieron una merienda y luego dormí hasta el día siguiente.
Desperté.
Me dieron el alta y volví a casa.
Solo mis hermanas saben de esto.
El doctor pidió que nadie me acompañara.
Fin

Podes encontrar más sobre el proyecto relatos gráficos podes en Facebook: Gabriela Canteros- Artista Visual.