Adriana Pedrolo: “Creo que el arte es una representación de las cosas que quedaron ocultas”
AGENCIA PACO URONDO dialogó con Adriana Pedrolo sobre su libro Padrenuestro, publicado por Ediciones Desde el pie, que nos sumerge en una narrativa fuerte que confronta la violencia que ha estado presente en la historia de muchas infancias.
Desde el principio de su narración, la autora argentina atrapa al lector con una trama urgente y que desborda, introduciendo temas silenciados en nuestra sociedad, haciendo carne a los héroes colectivos o populares. Su escritura no solo es un grito de denuncia, sino también un llamado a la reflexión sobre la cultura de la violación y sus implicaciones en las relaciones interpersonales, familiares y los secretos.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Padrenuestro es tu primera novela?
Adriana Pedrolo: Sí, es la primera novela, pero es un tercer libro. Tiene tres publicaciones, la primera de poesía en 2011, que se llamó Artes y mañas, donde pude recopilar poemas de muchos años y de muchas vidas, aquí en el extranjero. Y después saqué en 2021, en edición digital, un libro de relatos que se llama Cuentos y travesías, y ahí ya había una parte, con anécdotas, historias, que fui recabando viviendo en Tahití, Francia y Temperley; y después otra parte que eran más cuentos, por eso se llama así. Es una escritura más bien fragmentaria.
Esta novela se empezó a construir como relatos, pero siempre en función de un tema, que fui armando con la orientación del profesor Roberto Ferro, quien me acompañó dos años mientras la escribía, le fuimos dando forma y terminó en el libro Padrenuestro.
APU: ¡Qué fuerte! Transferir a la escritura un hecho doloroso y familiar.
A.P.: Sí, claro, fue una oportunidad de elaborar una experiencia emocional y familiar y también política. Porque el libro de alguna manera cuenta, a través de la visión del personaje, que es primero una niña, después un adolescente y finalmente una mujer, la visión de su propio padre, que pasa de ser un héroe político y comunitario y un gran papá para ella, a una revelación familiar que le permite verlo en su totalidad y con el resto de sus hermanos. Este hombre tenía un comportamiento diferente con unos y con otros. Primero mi tía me revela a mis 26 años que papá había abusado de mi hermana, desde los 13 hasta sus 15 años, y muchos años después mi hermano, cuando yo ya tenía más de 40 años.
Todo este proceso doloroso fue también de terapia individual y me llevó a muchas reflexiones y cuando luego de vivir 20 años afuera volví a la Argentina, me reencontré a través de las redes sociales con un montón de gente que me escribía cosas buenas de mi padre, que me preguntaba si yo era la hija de ese luchador de Lomas, del vecinalista, del organizador del vecinazo y yo les decía que sí. Entonces, me contaban situaciones, asambleas, manifestaciones, conversaciones y con mucha gratitud. Lo que me pasaba, un poco también a la luz de los feminismos que nos han empoderado la mirada de alguna manera, era que me costaba agradecer y no decir más nada, tanto como revelarles la verdad.
Me dejaban en una situación muy incómoda, no sabía qué hacer con todas esas muestras de cariño y de afecto. Yo terminaba de escribir Cuentos y travesías que también lo hice con la orientación del profesor Roberto Ferro y un día le comenté, ya cuando ya lo terminamos: “Mi papá es un personaje para una novela, por lo controvertido, por lo dramático, por su contradicción”. Entonces él me animó mucho a hacerlo.
APU: ¿Cómo empezaste a escribir todas esas emociones, anécdotas y situaciones?
A.P.: En realidad empecé por ahí porque el profesor Ferro me dijo que empezara por subir tu material a la computadora. Inmediatamente que lo subí no pude no seguir reflexionando, entonces seguí escribiendo. Y así se fue armando durante dos años esa serie de relatos, que están todos conectados, que no tienen un orden cronológico, pero sí cierta lógica a nivel quizás psicológico, cómo las cosas se van pensando.
Otra cosa que le había dicho al profesor era que quería que fuera una obra literaria, no quería hacer una novela autobiográfica o un hecho diverso, digamos, un relato de una policial. Quería que tenga sus momentos poéticos, de ese mundo un poco artístico, porque además es un tema que de otra manera se vuelve muy pesado. Y como todo lo que escribo siempre está cruzado con reflexiones sobre la música, el arte, que son un poco el lugar donde abrevo todo, lo que compensa el resto de la vida, que puede llegar a ser no siempre agradable.
APU: ¿Qué podés decir respecto al vínculo con el arte, con ese cruce que hacés sobre Picasso?
A.P.: En realidad hay un capítulo del libro que se llama “Picasso”, justamente porque se pone de relieve las diferentes caras de una personalidad, como la de mi padre, es decir, se parece un poliedro, algo que tiene muchos posibles cortes y cada corte se puede mirar desde un lugar diferente y obtenemos imágenes diferentes de la misma persona. Entonces pensé en Picasso, no solamente porque su propia personalidad fue controvertida, hoy se sabe que fue un gran machista, sus mujeres hablan de él horriblemente, sino porque su arte presentó esa manera de dibujar, de pintar la realidad en sus múltiples facetas. Entonces, en un momento digo, ¿será que Picasso no inventó nada en realidad? Y que la vida siempre se presenta así. ¿Esto no quiere decir que el libro termine justificando la doble moral? Porque tampoco es el caso.
APU: ¿Hay algún peligro de caer en la romantización de hechos nefastos?
A.P: No, no romantiza el dolor, ni la angustia, ni nada. Simplemente el libro da cuenta del lugar en el que yo crecí, desde el lugar de una hija que no conocía a su padre en su integridad. Entonces se quedó con una mitad hasta cierta edad y bueno, el día de la revelación fue un gran shock, y eso me llevó un poco al encuentro con mi hermana, que ya vivía en Francia, y una reconstrucción de la verdad y de la realidad. Me parecía que le debía este libro a mis hermanos, porque ellos fueron los que realmente sufrieron de esta situación.
APU: Pero vos tomaste la posta, te hiciste cargo.
A.P: Sí, me hice cargo. Un poco porque me parecía que era lo que estaba mejor, lo que había que hacer. Mi hermano me dio luz verde enseguida y mi hermana también, me dijo que muchas de las cosas que yo escribí, ella ya las decía o las pensaba. Simplemente que ahora es una mujer que va a acercarse pronto a los 80 años y no tiene ganas de acordarse de todo eso, lo que también puedo comprender. Después de hacer poesía, creo que el arte es eso, una representación de las cosas que en la rapidez de todos los días quedaron ocultas y el arte nos permite ir a buscarlos. No podía no ser así por una razón muy simple.
“Quería que el libro tuviera sus momentos poéticos y artísticos, porque es un tema que de otra manera se vuelve muy pesado”.
APU: Desde una perspectiva política ¿cuál es la reflexión a la que intentás llegar con la novela?
A.P.: Creo que los abusadores de poder (incluidos los sexuales) desmienten con sus actos la nobleza de cualquier ideario que se pretenda encarnar. Desde que salió la novela no paran de salir a la luz denuncias a hombres de la primera línea de la política: Alperovich (ya condenado), Brieger (repudiado socialmente), Espinosa (con juicio en curso), y ahora el ex presidente Alberto Fernández. Del otro lado del cuadrante ideológico la detención por pedofilia, pederastia y zoofilia del diputado misionero Germán Kicszka y las redes de trata que la desaparición del pequeño Loan Peña pusieron de manifiesto en la zona de la triple frontera del NEA (con policías, fiscales y políticos oficialistas involucrados) dieron pruebas indiscutibles del entramado de complicidades que todos estos delitos presentan siempre. Por eso ya es hora de preguntarnos qué gobiernos, qué políticos y referentes, qué académicos, qué organizaciones, y qué periodistas necesitamos quienes desde la oposición. La contestación o el inconformismo decimos optar por la política "para cambiarle la vida de la gente", mientras tenemos gente que no lo logra ni en sus entornos inmediatos (familia, vecindad, trabajo, partido), luego de usar al feminismo para el marketing y la tribuna.
Una manera de desmontar la trama de complicidades posibles de estos varones con poder denunciados por delitos sexuales, sería suspenderlos preventivamente de sus responsabilidades y funciones hasta que el juicio que atraviesan concluya. Esto no afectaría la presunción de inocencia de los imputados en la medida en que no se los acusa, sino que se lo resguarda de toda sospecha de protección y connivencia política y/o institucional. Creo que la asimetría de poder entre las víctimas (niños, mujeres y disidencias sexuales que denuncian) y sus abusadores es tan grande, y este poder judicial tan clasista, racista y machista que, se imponen medidas garantistas y de transparencia absoluta. En el municipio de Baradero este procedimiento se aplicó y funcionó. Menos silencio y más acción valiente. Es lo mejor que le puede pasar a la política en los tiempos que corren. Lo contrario no hace más que alimentar su actual desprestigio, inducido o autoprovocado.