A D10S
Por SIlvina Gianibelli | Ilustración: Matías De Brasi
Hacia un costado de la villa hay un potrero que los días grises acumulan el moho de la humedad, para cualquier pibe que quiere pegar un pelotazo. Hasta las zapatillas de lona son bienvenidas.
La cancha improvisada se torna un escenario del triunfo entre los pibitos sedientos, transpirados, los de la camiseta rota y descolorida.
La Tota sabe salirse con la suya y algún guiso estará preparando, nadie sabe que debajo de la tierra va a salir el campeón. Uno llega cansado y con hambre después de correr por los laberintos de la escena.
El tiempo hace una traspolación impresionante, porque el pibito le hace el gol con la mano a los ingleses, los que se llevaron a tantos como él. ¡Vamos Diego, carajo!
El país está de pie porque nos redimiste la carroña del alma, eso con lo que no sabemos qué hacer.
Y otra vez el tiempo envuelto en la vida que no te esperabas, y los miles de cuestionamientos y los silencios acompasados por las palabras fueras de lugar. No te querían humano pibe, por eso te pedían tanto.
Nos diste las mayores alegrías, ahí va con una cumbia apresurando el paso, ahí va Diego aumentando la velocidad. La cinta se eleva. Se eleva más. La cumbia suena más fuerte. Y se va se va se va, genial, gol a la eternidad, Diego. Gol, carajo