Volver a la casa y el barrio donde ocurrieron los hechos de Operación Masacre
Por Paula Viafora *
Rodolfo Walsh, en 1957, describía maravillosamente el barrio de Florida Oeste de Vicente López de fines de los años cincuenta: “Florida, sobre el F.C. Belgrano, está a 24 minutos de Retiro. No es lo mejor del partido de Vicente López, pero tampoco lo peor. El municipio regatea el agua y las obras sanitarias, hay baches en los pavimentos, faltan carteles indicadores en las esquinas, pero el pueblo vive pese a todo.
El barrio en el que van a ocurrir tantas cosas imprevistas está a seis cuadras de la estación, yendo al oeste. Ofrece los violentos contrastes de las zonas en desarrollo, donde confluyen lo residencial y lo escuálido, el chalet recién terminado junto al baldío de yuyos y de latas.
El habitante medio es un hombre de treinta a cuarenta años que tiene casa propia, con su jardín que cultiva en sus momentos de ocio, y que aún no ha terminado de pagar el crédito bancario que le permitió adquirirla. Vive con una familia no muy numerosa y trabaja en Buenos Aires como empleado de comercio o como obrero especializado. Se lleva bien con sus vecinos y propone o acepta iniciativas para el bien común. Práctica deportes – por lo general-, conversa los temas habituales de la política, y bajo cualquier gobierno protesta, sin exaltarse, contra el alza de la vida y los transportes imposibles.
Sobre este esquema se da una gama no muy amplia de variaciones. La vida es tranquila, sin altibajos. Aquí en realidad, nunca ocurre nada”.
La casa donde han entrado Carranza y Garibotti, donde se desarrollará el primer acto de del drama…” (Walsh, 2001:36).
No son solamente los años que nos separan de aquellos sucesos, muchas otras cosas de nuestra realidad son tan diferentes en la vida cotidiana, de aquella descripta en la obra “Operación Masacre”. Sin embargo, Florida Oeste sigue sin ser lo mejor del Partido de Vicente Lopez. El barrio todavía es una mezcla de casas bajas ocupadas por familias de trabajadores, pequeñas fábricas y talleres. Más transitada y mejor pavimentada, la calle Hipólito Yrigoyen es una arteria importante, con una barrera eléctrica que cruza las vías del Ferrocarril Belgrano. Por sus características de ser un tren arrastrado por una gran locomotora, sigue anunciando su paso con los ruidos familiares, del motor y la bocina, que se escucha desde varias cuadras a la redonda.
Los habitantes, sobre todo aquellos que vivieron siempre en el barrio conservan viejas costumbres. Se levantan temprano y entre mate y mate escuchan la radio, salen por compras a los comercios del barrio y se conocen bien con sus vecinos. Ya no tienen gallineros en los fondos, pero muchos siguen manteniendo su pequeña huerta y los típicos y rendidores limoneros, siempre generosos para abastecer también a amigos y vecinos. La casa de H Yrigoyen 4519 tampoco ha sufrido modificaciones importantes. Apenas alterado su frente, antes de la pared pintada, ahora con un recubrimiento de ladrillo a la vista, se le agrego la entrada de auto con techo de metal y se reemplazó el cerco del frente por rejas y porton. Aun se ve la puerta, ahora de reja del pasillo, aunque cubierta por plantas, por donde se llevaron detenidos a los hombres reunidos en el departamento del fondo, la fría noche del 9 de junio de 1956. No es visible desde la calle esa construcción. Otra diferencia, es que ahora la pared medianera es de material, reemplazando a lo usual en la época que era el alambre tejido y ligustro. A la derecha la medianera se pierde dentro de una construcción más grande de tipo fabril.
La única marca de memoria, que da un indicio de los sucesos narrados por Walsh es una pequeña placa de cerámica sobre uno de los pilares exteriores que reza: “Aquí secuestraron el 9 de junio de 1956 a patriotas peronistas para masacrarlos en José León Suárez. ¡Honremos siempre su memoria! Agrupación Scalabrini Ortiz- PJ Vicente López”. Esta referencia no sería del todo correcta, o no es para recordar y honrar a todos los presentes, dado que no todos los secuestrados eran peronistas.
En un municipio en el que las autoridades miran claramente mucho más hacia el este que hacia el oeste, o si se quiere, más hacia la derecha que a la izquierda, gobernado por el Pro (tercera gestión de Jorge Macri) y antes por el radical Enrique Garcia entre 1987 y 2011, ni el barrio, ni la propiedad, ni los acontecimiento parecen tener importancia como para merecer algún tipo de reconocimiento, mención, relevancia...algo que haya llevado al Estado Municipal en 65 años, a manifestar su repudio a los sucesos, solidaridad con las víctimas que después de todo, la mayoría eran vecinos del partido.
Para los que vivimos en Vicente López desde siempre, conocemos y defendemos su identidad, historia, raíces y honramos a sus primeros pobladores, no nos resulta demasiado extraño. Basta con transitar la calle Hipólito Yrigoyen desde su nacimiento, en el Paseo de la Costa, amplios parques a la vera del Río de la Plata que se extiende desde el Límite con CABA, bien parquizado, e iluminado, con food trucks, ambulancia y seguridad presencial y por camaras para los visitantes, atravesando la zona de modernas y vidriadas torres construidas entre el mencionado paseo y Av del Libertador, cuyo valor por metro cuadrado alcanza los Usd$ 5000, hacen el paseo hasta Panamericana muy agradable a la vista. Al cruzar, la fisonomía del barrio cambia notoriamente cuanto más hacia el oeste uno transita, podría decirse que al recorrer las 45 cuadras que separan a la modesta casa de Horcio Di Chiano.del río también se viaja hacia atrás en el tiempo. Los diez minutos que puede durar ese tránsito, marcan la insoslayable desigualdad entre las zonas. Desafortunadamente no puedo repetir las palabras de Walsh que “(...) Nunca ocurre nada”, en un día a día surcado por hechos de inseguridad a cualquier hora, que lleva a los vecinos e enrejarse y poner alarmas vecinales, que sí marcan un signo de lamentable modernidad en la zona.
Mis reflexiones vuelven una vez más sobre la construcción de memoria colectiva. Vicente López cuenta con muchos nuevos pobladores, el creciente boom inmobiliario de torres cerca de la costa ha multiplicado sus habitantes, aunque sigue conservando mucha de su población tradicional. Tanto unos como otros evidentemente equivocamos nuestra percepción del pasado. Elizabeth Jelin en su obra “Memorias en Conflicto” sostiene: "Las explicaciones del pasado, la posibilidad de la transmisión y reinterpretación de las experiencias colectivas, van unidas a los procesos de identificación y apropiación de sentidos de lo ocurrido y su articulación con los valores y los proyectos del presente”.
La importancia en sí misma, más la simbólica y posterior con todas sus derivaciones, de los hechos ocurridos en la propiedad de Florida Oeste, nos debe conducir a la autocrítica. Aun estamos a tiempo, aún podemos revalorizar y resignificar,tanto quienes debieron por investidura construir y abonar la memoria, como quienes por tradición e ideología debimos reclamarla.
* La autora es abogada especializada en Derechos Humanos y pertenece a la Asociación de Fundadores y Pioneros del Partido de Vicente López.