¿Por qué la minería en Argentina no tiene un desarrollo similar al chileno?
Por Enrique de la Calle
Trascendió que el gobierno prepara un plan minero para triplicar las exportaciones del sector, que hoy no superan los 4 mil millones de dólares, 10 veces menos que Chile. En ese marco, AGENCIA PACO URONDO entrevistó a los economistas heterodoxos Eduardo Crespo y Manuel Cruz sobre las posibilidades de la industria minera en el país. ¿Por qué Argentina no tiene un desarrollo minero similar al de Chile o Perú? ¿Qué le podría aportar? En este caso, la mirada de Cruz (en Twitter: @ManuelMCruz2): “Para las regiones que desarrollen la minería significa aumento del nivel de empleo, del nivel de salarios, de la actividad económica y la construcción de infraestructura”, resumió.
APU: Contra lo que suele decirse, Argentina tiene poca minería. De hecho, exporta 10 veces menos que Chile, que tiene un proyecto minero muy consolidado en el tiempo. ¿Por qué cree que pasó eso?
Manuel Cruz: Hagamos un breve repaso histórico. Lo que hoy es Bolivia, que en la época del Virreinato fue el “Alto Perú” y formó parte de Argentina hasta 1825, aún hoy después de medio milenio tiene en explotación la mina de plata de Potosí. Así que se podría decir que Argentina tuvo en explotación la mayor mina de plata del mundo. Pero, si pensamos en el primer proyecto de desarrollo minero luego de 1816, Rivadavia intentó impulsar la explotación de Famatina en La Rioja sin buscar ninguna clase de consulta a Facundo Quiroga, quien impidió ese desarrollo.
Si nos ubicamos desde la consolidación del Estado nacional en 1880 para adelante, cuando ya se tenía el ejemplo chileno con la explotación del salitre en el norte del país, en Argentina nos centramos en un modelo basado en el agro pampeano, una alianza geopolítica estrecha con Gran Bretaña y centralidad política y económica de la ciudad de Buenos Aires. En ese sentido, el desarrollo de otros sectores económicos hubiera debilitado el poder porteño y, probablemente, hubiese generado ruido en la inserción internacional del modelo agroexportador.
En 1907, se descubrió petróleo en Comodoro Rivadavia y aunque se discutió que podía llegar a abastecer el equivalente a un tercio de las importaciones de carbón, a un cuarto del costo, apenas hubo desarrollo en ese entonces. Pienso que la razón económica detrás fue que sustituir el carbón galés hubiese encarecido fuertemente el costo de transporte de Argentina a Reino Unido, al disminuir la carga de los fletes de ida y vuelta. No fue hasta los trastornos generados por la Primera Guerra Mundial, con desabastecimiento generalizado de carbón y aumento de precios por diez en la energía (según Alejandro Bunge, causando 69% de inflación -en pesos oro- entre 1914 y 1918), que se empezó a desarrollar el petróleo nacional. Como cuenta Carl Solberg en su libro “Petróleo y nacionalismo en la Argentina”, Yrigoyen y cinco de los ocho miembros de su primer gabinete eran miembros de la Sociedad Rural Argentina y el 70% de las iniciativas legislativas en favor de los intereses ganaderos entre 1916 y 1922 vinieron de la mano de la UCR.
APU: Mientras se empieza a explotar el petróleo. ¿Qué pasa con la minería?
MC: Hay que ponerse en el contexto de esos años. Ni Buenos Aires, ni Santa Fe ni Córdoba tenían grandes prospectos mineros, mientras que la mitad del país tenía estatus de territorio nacional (dirigidas por el Ejecutivo Nacional con centro en la Capital Federal) con población muy escasa, y las provincias cordilleranas no tenían los recursos ni el conocimiento para encarar inversiones de las características requeridas sin mencionar que el desarrollo minero (que implica invertir cientos de millones de dólares sin ver producción hasta 4 o 5 años de iniciada una mina) requiere de estabilidad política y económica que pocas veces se pudo dar, al menos, hasta el (más discutido que leído) código minero de mitad de los años 90, ya a finales de siglo XX.
Llegando al día de hoy, la militancia anti-minera suele provenir de minorías intensas en provincias sin explotación minera (Chubut) y regiones que no tendrían ninguna participación directa en la riqueza generada por la actividad (áreas metropolitanas). Los sectores ligados al turismo, gastronomía, agro y los servicios profesionales suelen ser quienes se oponen al desarrollo minero. Intuyo que se dilucida cierta amenaza al estatus quo, un incremento en la puja distributiva y una alteración en la jerarquía social.
APU: ¿Qué ventajas económicas o sociales podría traer el desarrollo minero a otra escala?
MC: Para las regiones que desarrollen la minería significa aumento del nivel de empleo, del nivel de salarios, de la actividad económica y la construcción de infraestructura. No es casualidad que Santa Cruz tenga el nivel de salario privado más elevado y la desigualdad de ingresos más baja del país y San Juan sea la provincia cuyana que más ha mejorado sus indicadores socio-económicos en los últimos 20 años. También dotaría a las provincias de mayor independencia política respecto del puerto.
Para el país, generaría encadenamientos con otras industrias (logística, insumos, etc) y proveería de las divisas sin las que no es posible sostener el aumento del nivel de ingresos de los trabajadores e incrementar la importación de bienes de capital que la industria necesita para crecer.
APU: Hoy el país tiene un perfil exportador donde sobresale el sector agropecuario.
MC: Tenemos que tener presente que hoy, las exportaciones argentinas, son entre un 60% y 70% agropecuarias. La diversificación de exportaciones, disminuiría el poder de los centros agrícolas para imponer sus intereses al gobierno central y a toda la sociedad. Daría mayor estabilidad macroeconómica, pero no únicamente vía el canal de aumento de las reservas del Banco Central. La Niña y el Niño, y las sequías o inundaciones con las que vienen acompañados son fenómenos climáticos regulares que se conocen desde el siglo pasado y afectan al agro, pero no a la minería. Así mismo, una manga de langostas, la aftosa, un hongo o un virus no afectan a esta actividad.
Además, a diferencia de la producción de alimentos, cuya demanda de largo plazo depende de la cantidad de bocas a alimentar, la de los minerales depende de la cantidad de productos que se consuman. Puesto de manera muy sencilla para que se entienda, mientras que la alimentación tiene un límite fisiológico, la minería carece de ese límite. Es por estas razones, entre otras, que intuyo que los países mineros tienen un tipo de cambio menos volátil. Basta ver el caso de Perú, uno de los mayores exportadores de cobre a nivel mundial: un país con una inestabilidad política casi sin paralelo, pero con una estabilidad macroeconómica envidiable.
APU: Sobre ese punto, quienes se oponen hablan de un sector que deja pocas regalías en el país.
MC: Se suele decir que la minería deja “sólo el 3%”, por las regalías. Eso es un ingreso no tributario que se le impone sólo a esta actividad, cuando más de la mitad de lo que pagan es impuesto a las ganancias y, aunque la exportación no tribute ingresos brutos, los proveedores de la minería sí lo hacen. Me da la impresión que la discusión sobre los impuestos a la minería asemeja a la discusión de un rentista que quiere aumentar el alquiler, que responde más a la preocupación de los centros urbanos de otras jurisdicciones que pueden llegar a hacerse la pregunta “¿y a nosotros qué nos toca?”. Esa, claramente no es la preocupación de los habitantes de las regiones donde se desarrolla la actividad, que suelen ser lugares muy alejados de las capitales. No por nada, en Andalgalá, de 14 mil habitantes, el 78% de los adultos firmó ante escribano público una solicitada a favor de llevar adelante el desarrollo minero. La minería es una actividad productiva, no especulativa. Es una actividad con elevadísimos costos de capital, riesgo minero y que lleva muchos años desarrollar hasta empezar a producir y que provee de mucho trabajo y salarios altos.
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