“Pocho Vive”, una antología como construcción de la memoria colectiva
Por Paula Viafora
Dos décadas después de los lamentables sucesos de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, la Universidad Nacional de Rosario decide lanzar una nueva edición del libro Pocho Vive, dedicado a la memoria del dirigente social Claudio “Pocho” Lepratti.
Asesinado la tarde del 19 de diciembre al subirse al techo de la escuela donde realizaba su labor social y gritar desesperadamente a la policía que no dispare ya que en ese lugar había niños comiendo. La reedición tiene una doble intención: homenajearlo y reflexionar sobre la situación de vulnerabilidad aun existente para muchos, a pesar del tiempo transcurrido y las vidas que se han perdido en esa lucha desigual, que es la lucha por llegar a lo mínimo.
Un libro que es el fruto de muchas voces y sus historias. Aportes y miradas de seres que lo conocieron en distintos roles. Una verdadera construcción de memoria colectiva que nos presentan a Pocho como un flaco despeinado, ex‑seminarista, profesor de filosofía, cocinero, murguero, delegado, campamentero, catequista, organizador de no se sabe cuántos grupos. A la hora de las comparaciones surgen las más variadas, hormiga por sus tareas de organización interna de los centros y capacitación de nuevos líderes comunitarios, un Cristo multiplicador de panes y de guisos, un amigo, un hermano, un compañero como el Che, un quijote en bicicleta…
El texto incluye algunos capítulos para situar al lector en el contexto histórico y social de 2001, para poder comprender la escalada de hechos que terminaron en caos y represión. Listas de muertos en distintos puntos del país. Al menos se mencionan sus nombres y una breve referencia sobre sus vidas. En general, las víctimas de la violencia institucional quedan en el anonimato. Guerra de pobres contra pobres, los que pedían comida y los que defendían un comercio que representaba el sustento de sus familias. También incluye información sobre la causa judicial.
Algunas crónicas cuentan los días siguientes a la muerte de Pocho, los homenajes, las lágrimas de los más humildes, esa horrible sensación de estar ante lo irreparable pero sentir que la lucha debe continuar, por ellos y porque él así lo hubiera querido. Así lo cuenta Milton, un integrante de La Vagancia, en un pasaje del libro: “Siempre nos decía que pase lo que pase sigamos para adelante. Que si terminamos la escuela primaria empecemos la secundaria. Que nada nos pare”.
No quedan dudas que “Pocho Vive” en mil paredes con pintadas, en los murales de los barrios, renace en mil caritas curtidas por el desconsuelo, está ahí presente en cada rueda de mate, en las marchas, en las calles en el prólogo de la nueva edición firmado por la biblioteca popular que lleva su nombre: “Desde nuestro pequeño lugar, este libro intenta ser otra pedaleada contra el olvido, un granito de justicia colectiva, un abrazo de hormiga frente al sabor amargo que nos deja la muerte y la impunidad de Carlos Alberto Reutemann.
"No pudieron: ¡POCHO VIVE!"