Walter Gómez: "La escritura puede perfeccionarse en un taller, pero se aprende escribiendo"
Por Hernán Casabella
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Walter Lionel Gómez nació en Avellaneda el 22 de diciembre de 1967. Cursó la carrera de Ciencias Políticas en la UBA. Durante 5 años, entre 1990 y 1995, hizo radio en FM La Tribu y en FM Palermo. Hincha de Racing y jugador de tenis en su juventud.
Publicó una trilogía compuesta por las novelas Isósceles (Textos Intrusos, 2015), Concupiscencia (Hincohe, 2016) y Obituario (Hincohe, 2018). Su cuento “Noche de definición” fue publicado en el libro Magia Registrada de Editorial Dunken (compilación). En 2017, su cuento “Natalia, la chica del bar”, formó parte de una antología publicada por Editorial Hincohe.
En 2010 creó la página literaria La Letra Tal Vez, que contiene entrevistas a diferentes personajes de la cultura y críticas teatrales. En la actualidad la página se llama La Letra Teatro.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
Walter Gómez: Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Después de leer ese libro, ya nada volvió a ser igual.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
W.G.: Hay libros que por diferentes circunstancias puede pasar que cuando uno los aborda perciba que ese no es el momento. En particular me sucedió con La historia de la locura en la época clásica de Michel Foucault. Me compré los dos tomos, estaba desesperado por leerlo, ya había leído Vigilar y castigar y una compañera de facultad me recomendó ese libro y recuerdo que recién pude acceder a la comprensión de su contenido muchos años después. Con esto quiero decir que a veces los libros no necesariamente se abandonan. Ellos saben esperar el momento en que uno como lector, esté preparado para encontrarse.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
W.G.: Si el deseo de lectura nos desborda, cualquiera sea el mecanismo, hay que hacerse del libro.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
W.G.: Nuevamente Sobre héroes y tumbas de Sábato, Poemas de Alejandra Pizarnik, Las 2001 noches de Miguel Oscar Menassa. Podría seguir, soy lector de los libros de Sergio Olguín, Guillermo Martínez. Dos libros que son excepcionales son La trastienda de la escritura, de Liliana Heker y Ser escritor, de Abelardo Castillo. Libros para escritores. Y Los siete locos y Los lanzallamas son para releerlos cada tanto.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
W.G.: Los diarios de Anaís Nin están por encima de todo. Un libro que no se puede pasar por la vida sin leer es La montaña mágica. La literatura y el mal, de Bataille. Es un libro tremendo sobre el lado maldito de la literatura en referencia a la obra de algunos autores en particular ,como Emily Brontë, Sade, Baudelaire, Kafka y otros genios. Otro libro para escritores.
APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificado?
W.G.: Juan Pablo Castel, siempre Sábato.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
W.G.: Por lejos el final de Niebla, de Miguel de Unamuno. La interpelación del personaje al autor, me pareció revolucionario en un libro que se sostenía en un ritmo y al final pega un salto tremendo.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
W.G.: Ya de chiquito escribía pequeñas historias en una hoja que después doblaba en dos y quedaba armado como un pequeño librito. Una mezcla de escritor y editor a la vez. Después allá por los años ‘90 empecé a escribir relatos, pero para mí, no para mostrarlos. Raramente los compartía hasta que me empecé a soltar y de a poco fui mostrando algunas cosas. Hoy a la distancia los veo horribles pero tienen un valor muy significativo para mí, porque fueron mis primeros pasos.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
W.G.: Rutina no. A diferencia de los primeros tiempos me siento mas cómodo escribiendo en la notebook, que a mano. Hasta hace dos años en los cafés, era papel y lapicera.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
W.G.: Un whisky es la mejor compañía, o un café.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
W.G.: No. No lo utilizo.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
W.G.: Son unas misas maravillosas por la cantidad de gente que uno conoce, y la calidad de artistas, lectores, gente vinculada al arte. Son por lo general, ámbitos maravillosos.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
W.G.: No escribo ni leo de noche. Escribo desde bien temprano. La mayor parte de Isósceles está escrito alrededor de las 7 de la mañana. Un buen libro lo descubro con mayor lucidez desde bien temprano. A medida que pasan las horas, mi concentración se agota.
APU: ¿A quién releés periódicamente?
W.G.: Miguel Oscar Menassa. Sus libros son los que mas al alcance tengo en mi biblioteca.
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
W.G.: Acá en Argentina hay que reeditar urgente toda la obra de Miguel Oscar Menassa. Él es argentino y son pocos los libros que hay. Desde 1976 que está viviendo en Madrid, yo tengo una hermosa amistad con él a la distancia y tiene siempre la gentileza de enviarme cada libro que publica, pero sus poesías, sus clases de psicoanálisis son un material extraordinario.
APU: ¿Qué opinás de la literatura argentina de la última década?
W.G.: Tenemos autores brillantes. Hay material diverso pero en líneas generales es muy bueno. Hay muy buena poesía, muy buena literatura en general.
APU: A calzón quitado, ¿leés a tus contemporánexs o solo leés las contratapas?
W.G.: No, por su puesto que los leo. Obviamente que no llegás a leer todo, pero a los referentes, sí. Te podrá gustar más o menos algún que otro autor, pero a los colegas independientes principalmente les compro los libros y los leo.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
W.G.: Qué significa pensar de Heidegger y Lo oscuro que hay en mí de Horacio Convertini
APU: Isósceles es tu primera novela. ¿Por dónde transcurre la línea argumental de la historia?
W.G.: Es el recorrido de dos personajes centrales, en medio de diferentes conflictos, y sentimientos. La soledad, el amor, el deseo, el querer como forma de posesión, la separación y el sentido de la vida que los expone sin posibilidad de volver el tiempo atrás. En medio de eso, un caso de trata de personas atraviesa de diferente manera a cada uno de los personajes y les da un vuelco disruptivo a cada uno de ellos.
APU: La trilogía sigue con tu segunda novela, Concupiscencia.
W.G.: En boca de uno de los personajes centrales se dispara esta definición de Concupiscencia y que le da un sentido al devenir del personaje y a la trama en general que venía de Isósceles. Es un término muy religioso, que define como el ser humano tiende a “pecar”, trampear, llevado por los impulsos. Y no solo abarca satisfacer deseos sexuales, es más amplio.
APU: Y llega Obituario como cierre de la trilogía.
W.G.: Obituario narra los últimos nueve días de los personajes poniendo punto final a esta historia que, entre la primera novela y la segunda, abarcan veinticuatro años.
APU: ¿Por qué una trilogía?
W.G.: Isósceles la escribí completa en solo seis meses. Los personajes me llevaron a continuar la historia, no fue una decisión propia. Me explotaron en las hojas. Cuando presenté Isósceles en abril de 2015, por Textos Intrusos, ya tenía terminada la segunda novela.
APU: ¿Qué es lo próximo de Walter Gómez?
W.G.: Tengo terminada la cuarta novela, La misa de Adela. Un escritor que queda en soledad a los cincuenta años, su pareja era policía y es detenida por un hecho atroz. Roto por dentro una tarde decide escribir sobre los ojos de la moza del bar donde él habitualmente va a escribir y le propone ser su musa. Ahí dispara la historia porque cuando él le empieza a escapar a su tristeza, bronca y soledad, su pareja sale de prisión y busca recuperar una relación ya fracturada. En medio de esta historia el personaje atraviesa una crisis de identidad con su relación laboral, el retiro voluntario, la relación de todo esto con el devenir político del país.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
W.G.: La escritura puede perfeccionarse en un taller. Aprender, no se aprende. Se ejerce, se practica, pero aprender, se aprende escribiendo. Hablo en términos literarios, claro.