Rampas digitales: ¿Universidad accesible?, por Liliana Urruti
Por Liliana Urruti
Para las personas con discapacidad (PCD), incluso para las personas mayores, el acceso digital a talleres, cursos, carreras, maestrías, es vital. Está íntimamente relacionado con la calidad de vida, y el tipo de vejez. Debería considerarse como esencial, urgente, no excluyente, dentro de la oferta educativa. No es momento para escatimar esfuerzos, restar oportunidades, y agregar barreras, en vez de favorecer el acceso. El caso de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) es paradigmático.
Resulta alarmante que el reclamo deba hacerse a los que institucionalmente, y como individuos, caminan por este lado de los derechos humanos, del feminismo, de la diversidad, del empoderamiento.
¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para quiénes la educación virtual no es posible? Que no es la vieja educación a distancia sino un nuevo modo de entender la educación. Una neo forma que permite la interacción, la mirada cara a cara, el diálogo, el debate, la exposición de ideas, y la no presencialidad. ¿Quién puede negar los beneficios que ello supone para quienes están imposibilitados de llegar a las aulas?
En los momentos de emigraciones, cuando no existían las actuales alternativas, se perdía todo contacto territorial con la educación. Los que marchaban hacia el exterior tenían que estudiar en colegios y universidades del lugar de residencia. Terminábamos conociendo más de historia española, sueca o francesa, que de la argentina. Hoy pueden conservar, mediante la internet, la posibilidad de educarse en el país, aun residiendo fuera de él.
Estudiar tampoco sería impedimento para los que están transitando una enfermedad, o están en un tratamiento que les requiere especificidades; o para los residentes de Tierra del Fuego o los NIC de Junín, (Pcia. de Buenos Aires), que de sentir vocación por las artes, no pueden estudiar la Lic en las Artes de las Escrituras, que dicta la UNA, por citar una de las carreras que ofrece. Esto descubre la falta de una mirada federal de la educación, que no radica sólo en que se abran universidades locales. Hay universidades especializadas en determinadas carreras. La citada solo se cursa en la UNA.
¿Por qué habría que cambiar lo establecido? En el pasado, sí en el pasado, quienes terminaban la secundaria, en lugares alejados, se trasladaban a Buenos Aires o a La Plata donde residía toda la oferta educativa, alquilaban algo allí, y listo. El mundo ha cambiado y lo pongo en este tiempo verbal porque estamos asistiendo a un cambio que aún no finaliza. A cuántos dejó la pandemia varados, sin poder transitar la cuarentena en familia, erogando un dinero que no tenían, y en soledad. Sin contar que los neoliberalismos latinoamericanos, dejaron países en ruinas, con pobrezas extremas, y altas tasas de desempleo, lo cual impide muchas veces traslados interprovinciales.
¿Falta un análisis pormenorizado de estos condicionamientos sociales para mantener la virtualidad, y que las universidades no dejen fuera del sistema a sus alumnos? Más aun si se tiene en cuenta que los materiales de enseñanza ya están preparados desde hace dos años (cuando comenzó la pandemia) y que esta modalidad no atenta contra el alumno que quiera transitar la experiencia de la educación presencial
Podemos citar algunas ventajas como reunir poblaciones geográficamente dispersas, evitar el exceso de alumnado en aulas sin distanciamiento, en edificios desprovistos de rampas, baños, ascensores, que incumplen con las medidas sanitarias requeridas. La pandemia fue determinante en la vida de toda la humanidad y exige nuevas perspectivas. No habitamos el mismo mundo.
Cuando no hacía falta el distanciamiento, ni los barbijos, también se utilizaban herramientas virtuales para impartir conocimientos, reforzarlos, generar aportes extracurriculares. Muchos institutos, por ejemplo, destinan cabales de Youtube o sus páginas de internet a complementar contenidos. Corroborando que materias complejas pueden ser comprendidas con otras formas de exposición.
¿Por qué la Universidad de las Artes se niega a la virtualidad? Muchos refieren a la falta de presupuesto. Ponemos el caso de la UNA, pero en charla con profesores de otras universidades se puede constatar que no es en la única institución en la que se vive lo que en la sociedad en general: ampliación de la base de los perjudicados, barreras para el acceso.
¿Qué no funciona en la UNA? Son los alumnos que no les interesa incluir, son los profesores, son las autoridades. Es un problema presupuestario. Sabemos que las universidades reciben los aportes, por parte del Estado, de acuerdo a la matrícula. Y sabemos también que la no virtualidad acompaña la caída en la matriculación. No sería momento para la creación de una “Comisión de Inclusión de Personas con Discapacidad”, en la UNA
La virtualidad, además de incluir a los excluidos, tiene otras ventajes: crea fuentes de trabajo; los profesores no tienen que trasladarse de una facultad a otra; les genera menos estrés y enfermedades conexas; se invierte menos tiempo y dinero; incentiva la decisión de estudiar; permite la asincronía; los alumnos ganan en horas de estudio, e insisto, facilitan la vida de muchas PCDs (Personas con Discapacidad), que se vieron, o se ven, obligadas a discontinuar su carrera por estos motivos.
Algunos autores dedicados a estudiar las tecnologías aplicadas a la educación insisten en los beneficios de las mismas y en que “se debe dar la posibilidad de que sea el propio alumno el que diseñe contenidos o co-diseñe el programa de estudios, en función de algunas temáticas y de los objetivos de aprendizaje establecidos”. Alumnos y profesores juntos creando el contenidos de las clases. Anexando a sus contenidos habituales: videos, películas, series, redes, y hasta con video juegos. Tenemos a disposición un sinnúmero de herramientas que nos brindan las TIC, además de sitios para publicar materiales, foros, wikis, blogs, que completarían los contenidos. No estamos en la época en la que buscar material adicional implicaba asistir a una biblioteca, que también están en línea. Esto la UNA lo ha hecho durante la pandemia, y muy bien, por otra parte.
Pero si faltara asesoramiento, FLACSO Argentina, cuenta con “Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías” Hace quince años que forman, investigan y construyen conocimiento sobre “cómo enseñar, aprender y trabajar colaborativamente usando tecnologías con foco en la innovación”.
Los mismos excelentes profesores de la UNA, se ilusionaron, no pocas veces, con la idea de conservar la bimodalidad, la que creían había llegado para instalarse.
Existen numerosos programas que facilitan el acceso a la tecnología, seguramente un tema al que las autoridades de las universidades no están ajenas, lo que se necesita, entonces, cumplir con la legislación vigente en materia de discapacidad, y militancia social, para facilitar y hacer más amable la vida de todas las personas. Por ello, el tema de la justicia en nuestro país no es menor. Bastaría con que se cumpla la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad. No estaría mal, en este caso.
Parece al menos extraño, por poner un solo adjetivo que una universidad dedicada al arte, donde los recursos materiales disponibles son infinitos, y el cuerpo docente destacado, no incluya la discapacidad. No esté entre sus inquietudes primarias la incorporación de herramientas edilicias, tecnológicas, de recursos humanos que planifiquen la experiencia artística para todos y todas, y se priven de esa otra mirada diferente, de la que hablábamos antes y los PCDs podrían aportar. Justamente el arte que entre sus filas cuenta con múltiples representantes, que a pesar de la discapacidad, o gracias a ella, crearon obras inolvidables.
Les dejo este video por si quieren incursionar en los aspectos pedagógicos y tecnológicos aplicados a la enseñanza y al aprendizaje. En el minuto 47.47 hay una experiencia holísitica que el autor tituló “Hagamos como Matisse”, un artista plástico que en la última etapa de su vida una discapacidad motriz le impidió pintar, pero no dejó de ser artista por ello, hizo los mejores collages. Es otra manera de pensar la educación y la discapacidad.
La discapacidad o hacerse mayor es toda una experiencia solo conocida por los protagonistas. Algunos la transitan explorando, investigando, asistiendo a talleres, y así ponen a prueba que todavía existen, y pueden ser felices, a pesar de las barreras invisibles. Discapacidad y vejez no es sinónimo de decrepitud, ni demencia o deterioro cognitivo. Sería entonces importante reflexionar en dónde radican las barreras, los impedimentos, la inaccesibilidad a las casas de estudio. Hay profesiones, vocaciones, pasiones que mueren con el individuo, en las que la avidez por el conocimiento es perpetuo, perenne. No importa qué edad se tenga ni las condiciones particulares y esas avideces los llevan a leer a Jorge Luis Borges escuchando a Ricardo Piglia, o a Clarice Lispector escuchando a Adriana Cohan. Para eso, muchas veces se necesita de la virtualidad, ahora que la tenemos disponible. ¿Por qué negar el acceso al disfrute?
A la UNA asisten muchísimos jóvenes, pero también una numerosa concurrencia de alumnos adultos, a los cuales se les interrumpió el vínculo, la interacción social. Con todo lo que ello implica. La pregunta continúa, ¿Por qué?
Si queremos ser parte de una sociedad en la que todos somos iguales, si queremos innovar, lo primero es cumplir con los derechos de todos: de las PCDs, de los adultos mayores, de las mujeres, de las diferentes etnias, de los extranjeros. En resumen, de las mayorías y las minorías.
La UNA es una universidad que invito a conocer, con un claustro docente impecable.
Hace unos meses el presidente anunció que cada ministerio, institución u organismo estatal contaría con una persona experta en discapacidad. No era mala la idea. Permitiría hacer un diagnóstico del alumnado, de los trabajadores, del claustro, poner la lupa sobre las necesidades, para igualar oportunidades. No es la discapacidad, la falta, la limitación, el problema, sino que nada está diseñado para incluir.
Necesitamos pensar, solo pensar. Reflexionar sobre el significado de “mundo diverso”.