El 17 de octubre de 1945 y el nacionalismo argentino
Diversas voces han testimoniado sobre la fecha clave de nuestra historia, en aquella cálida y húmeda tarde de primavera donde floreció el peronismo. Desde la izquierda a la derecha, pasando por amplios sectores sociales, sean adherentes o refractarios al naciente movimiento liderado por el entonces coronel Juan Perón, dieron su parecer, plasmado en artículos periodísticos de la época, testimonios posteriores e investigaciones recientes sobre el acontecimiento que fue un parte aguas en el devenir nacional. Justamente el nacionalismo argentino, concepto amplio y difuso según sea la óptica que se tome, tuvo su opinión sobre el fenómeno de masas del 17.
El nacionalismo inicial del siglo XIX, que empezó con la Revolución de Mayo, hubo, para ser muy esquemático, dos grandes vertientes: 1°), una sector liberal, que empezaría con un sesgo revolucionario jacobino para luego mutar en un reformismo ilustrado que se englobaría en los unitarios, la Generación del ’37 y la Generación del ‘80; y 2) una vertiente tradicionalista, católica, que se entroncaría con la cultura popular, los caudillos provinciales y la impronta antiliberal rosista, en el bando federal.
El nacionalismo argentino de la primera mitad del siglo XX, proceso inmigratorio, desarrollo de las masas y auge del marxismo mediante, le añadió un fuerte antiliberalismo y anticomunismo. También aquí se dieron, a grandes rasgos, dos vertientes: 1) un sector popular, enraizado con el radicalismo yrigoyenista y FORJA, sectores conservadores populares, el peronismo y la izquierda nacional; y 2) un sector elitista, antipopular, “para el pueblo, pero sin el pueblo”, del nacionalismo católico, proto fascista y cuasi oligárquico, que acompañó los golpes de Estado, con grandes plumas, grupos patrióticos minoritarios y genuinas esperanzas de redención espiritual.
Carlos Floria los sindica como “antiliberales”; David Rock los califica de “autoritarios”; Fernando Devoto unifica los conceptos “antiliberal y autoritario”, mixturado con el “tradicionalismo”; Sandra Mc Gee Deutsch como “contrarrevolucionarios”; Hugo Chumbita los ubica simplemente como “derecha”; y Enrique Zuleta Álvarez, a su vez, los subdivide en “republicanos”, a aquellos cercanos a Julio y Rodolfo Irazusta, mentores del periódico “La Nueva República”, motor intelectual, junto a Leopoldo Lugones, del golpe de 1930, de los “doctrinarios”, de impronta fascista.
Ese “nacionalismo de los nacionalistas”, antiliberal, antimarxista y chauvinista tendrá una fuerte manifestación intelectual, con varios escritores, muchos congregados en el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, y periódicos nacionalistas, o con grupos, siendo la Alianza Libertadora Nacionalista, liberada por Juan Queraltó, - quienes habían protagonizado un masivo acto por el 1° de mayo en 1943 - haciendo campaña en favor del bando nacionalista en la guerra civil española, enrolándose en la neutralidad – cuando no apoyando al Eje - ante la Segunda Guerra Mundial y apoyando, como ideólogos y funcionarios, al GOU en la Revolución del 4 de junio de 1943, apuntalando las medidas de obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas, la disolución de los partidos políticos y el mantenimiento de la neutralidad.
Según Arturo Palenque Carrera, en “La revolución que nos aguarda” (1967), “a quienes integrábamos la Alianza Libertadora Nacionalista, por ejemplo, nos ofrecieron situaciones diversas ene l gobierno. Optamos por el Departamento Nacional del Trabajo, al que considerábamos instrumento indispensable de la revolución civil. Aceptaron e indicamos a Bonifacio Lastra como presidente. Al día siguiente nos llamaron con urgencia. Debíamos elegir cualquier otro caro, pues ese había sido pedido por los oficiales para un coronel Perón, entonces casi desconocido. No aceptamos otras responsabilidades; prometimos colaborar con el gobierno y con el coronel Perón”.
En dicha “revolución” la figura del coronel fue tomando distancia del resto. Si bien algunos nacionalistas vieron en él un defensor de la Doctrina Social de la Iglesia, y emparentado con la obra de los sindicatos católicos, muchos desconfiaron de su vocación de poder, amén de nota el pulso modernista, plebeyo y herético del peronismo.
La inicial “primavera nacionalista” en el gobierno militar de Pedro Pablo Ramírez tuvo un abrupto final. Palenque Carreras señaló: “Infortunadamente un hecho quebró la amistad entre el nacionalismo y los militares gobernantes: la ruptura de la neutralidad”.
1944 se inició con la renuncia de Ramírez y la presidencia de Edelmiro J. Farrell, con el ascendiente de Perón, bajo la protesta nacionalista. Hubo secuestros de ediciones del periódico “Alianza”, allanamientos de locales y arrestos de muchos dirigentes nacionalistas. El conflicto escaló ante la adhesión gubernamental a las Actas de Chapultepec del 27 de marzo de 1945. Según Hernán Capizzano, en “Alianza Libertadora Nacionalista: historia y crónica (1935 – 1953)” (2013): “se adjudicó a Perón la maniobra y la mayoría de las voces tomaron su nombre para expresar el repudio. A partir de ese día y por semanas las paredes de Buenos Aires solían tener leyendas como “Muera Perón”, “Perón es un traidor”, “la guerra es traición”. Se utilizó hasta agentes policiales durante las madrugadas para borrar las pintadas aliancistas”
La respuesta gubernamental fue clausurar por 6 meses el periódico “Alianza” y encarcelar a varios de sus líderes, entre ellos el propio Queraltó y Palenque Carreras. Pero los sucesos de octubre de 1945 y el arresto de Perón encontraron al nacionalismo en una encrucijada, entre ignorar a su eventual adversario o apoyar a quien había puesto en práctica algunas de sus consignas.
Si para muchos el 17 fue el triunfo de la barbarie, donde “en el centro de Buenos Aires, porteños de punta en blanco se paraban en las aceras y miraban embobados la invasión. Los intrusos de cabello y piel oscura vestían overoles y otros tipos de ropa de trabajo” - como graficó Joseph Page en su obra sobre Perón -; para otros, como José Vasconcelos, lo consideran positivamente, opinando que “los argentinos efectúan (con) el 17 de octubre la primera aportación política de contenido universal”.
El nacionalismo en general, - y la Alianza, y su brazo juvenil, la UNES -, en particular, se movilizaron junto a los trabajadores en dicha jornada. Lulovicco Vitta, en el libro de Daniel Parcero, “Ideales, sueños y esperanzas (antología periodística del conurbano sur)” (2005), testimonió cuando era dirigente de la ALN: “Cipriano Reyes del gremio de la carne y el telefónico Luis Gay me vienen a ver y me comentan sobre que Perón estaba preso y se estaba organizando una movilización a Plaza de Mayo para reclamar por su libertad. Ellos sabían de nuestra preparación y de que además estábamos con la causa nacionalista, así que nos piden custodia para ese día que fue el 17 de Octubre. Ese día desde Congreso hasta Plaza de Mayo las milicias de la Alianza Libertadora custodiamos la marcha... Ese día anduve rengo. Atada a mi pierna iba mi carabina, además de ir “calzado” con mi Paraberum… Cuando pasamos por “La Prensa” les chiflamos, cuando pasamos por “Noticias Gráficas” lo volvimos a hacer, y al pasar por “La Razón” -donde tendría trabajo años más tarde- reiteramos los chiflidos como signo de reprobación. Y nuevamente lo hicimos frente a “Crítica”, desde donde recibimos varios tiros y cae el primer mártir del peronismo; “Dante (sic) Pasaponti”, afiliado de la Alianza, camarada”.
En realidad su nombre fue Darwin Passaponti, un joven de 17 años, militante de UNES, símbolo de Alianza, de la propia UNES, y posteriormente de Tacuara, inmolado junto al pueblo trabajador, emblema del nacionalismo y del naciente peronismo, en una jornada única que marcó un ejemplo para el compromiso y la lucha por la Patria.
*El autor es licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas