Martín Glozman: "El diálogo es liminar, como la literatura, está entre disciplinas, tradiciones, épocas, visiones”
APU conversó con Martín Glozman acerca de su nueva obra Un libro sobre el diálogo publicada por Buena Vista Editora.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál es el punto de partida de Un libro sobre el diálogo?
Martín Glozman: Durante el 2019 fui a un Monasterio Benedictino en Los Toldos para corregir una novela donde había trabajado durante tres años mi sombra. Fue un proceso doloroso que implicó mucha soledad. Paradójicamente ese año, en noviembre de 2019 realizamos la V Conferencia Internacional de Prácticas Dialógicas en Buenos Aires, en el Centro Cultural de la Cooperación. Lo paradójico es que para tener mucho diálogo hay que poder tener también mucha soledad. Hay un movimiento que lleva del retiro personal y la necesidad de procesar profundamente las cosas a la dinámica de grupo, el encuentro con otros y los desafíos que esto implica como algo constitutivo, ontológico. El primer desafío es que nadie pierda la individualidad, el segundo es todo lo que eso implica. Porque no es más fácil. Otro desafío es una dinámica que no se rige por el mandato de un líder único. Está, como el diálogo, en la tensión de los contrarios. El sol y la luna. Cuando hablamos de líder, hablamos también de machos alfa. El libro, en este sentido, deconstruye desde el lenguaje los géneros.
El punto de partida fue, desde el martirio de la sombra, de darle lo peor de mi al lenguaje ̶ luego de dialogar con el Abad del Monasterio, preparando la Conferencia, y lejos en ese momento de mi esposa y co-coordinadora dialógica ̶ escribir un mensaje positivo, todo aquello que en el tiempo fui construyendo como el sustrato de mi manera de ver, mi filosofía de vida, mi práctica.
Quería dar lo positivo, necesitaba hacerlo para curarme. Simplemente lo sentí y comencé a hacerlo. Me preparé y busqué como siempre el lugar y el momento. Me había mudado a un departamento solo porque por unos meses atravesamos una crisis con mi esposa. Decidí entonces no hablar de la sombra, no poner allí el foco, y a la vez no negarlo. Enfocar lo positivo. Escribí ese año, escribir para mí es hacer un proceso. No sé lo que voy a escribir antes de hacerlo. Enfoco en un vacío, una necesidad, una energía. Y de a poco lo voy desovillando. Es una terapéutica. Algo que mana de lo inconsciente, y a la vez se va creando. Hay un juego con el lenguaje, con la forma, y con les lectores futuros como otres de esa intimidad. El lector también es un ovillo, que va a leer lo que escribo y experienciar, transformarse conmigo.
“Hay un movimiento que lleva del retiro personal y la necesidad de procesar profundamente las cosas a la dinámica de grupo, el encuentro con otros y los desafíos que esto implica como algo constitutivo, ontológico”.
APU: Contanos del proceso de escritura, la elección del nombre…
M.G.: Esa faceta de la escritura tiene muchos filos. Los de la desconfianza los escribí en los libros Documento de María y Tigre, esta última novela que no publiqué. En Un libro sobre el diálogo, como decía, aposté a la confianza, solo a eso, no me dejé llevar por lo otro. A lo que constituye, lo que nutre, lo que une. Vi la cara positiva del otro. De este modo pude escribir también sobre traumas, como las guerras de mis abuelos, o los abusos sexuales, y las relaciones con los acusados como propuesta dialógica.
Durante el verano escribí en un viaje, donde busqué raíces y diálogos con mis ancestros y mis hermanos de otros pueblos, pueblos árabes. Así como de aquel del que vengo, pueblo judío. Visité Auschwitz y el Ghetto de Varsovia, Jerusalén y Petra. Durante la pandemia dialogué mucho con Vanesa Guerra y Mariana Docampo quienes leyeron el libro y me acercaron a Daniela Mac Auliffe y Buena Vista Editora. Con Vanesa y Daniela durante 2021 realizamos un trabajo de edición que fue en gran medida una reescritura y un proceso creativo de aprendizaje y diálogo muy generoso. El libro sale así al mundo desde una comunidad de poetas y amigas que piensan amorosamente la diferencia. Un lugar que atesoro y me acompañará por siempre.
El nombre del libro iba a ser El modelo dialógico. Cuando empecé a escribir ese nombre concentraba la energía de lo que quería transmitir, avanzado el trabajo y pensando en el lector, en diálogo con Vanesa y Daniela, quise un nombre más humilde, Un libro sobre el diálogo, uno entre otros: entre otros libros, y entre otras personas. Entre otros modelos.
“De este modo pude escribir también sobre traumas, como las guerras de mis abuelos, o los abusos sexuales, y las relaciones con los acusados como propuesta dialógica”.
APU: ¿Qué temas abordados en este nuevo libro ya venías pensando y trabajando anteriormente?
M.G.: Bajtín. Lo leí en la carrera de Letras, en gran medida por mi cuenta. Me conmovió. Lo hablé mucho con Américo Cristófalo que era mi maestro, amigo y tutor. También lo di en mis prácticos, allá por el 2003 al 2007 en Filosofía y Letras. El libro sobre Dostoievski, donde desarrolla su teoría del diálogo.
Tiempo después, en 2010, luego de algunas charlas con Dora Fried Schnitman, me invitan a dar un seminario que llamamos “El diálogo y sus representaciones” en la Fundación Interfas, dedicada a la formación de terapeutas y mediadores sociales.
Allí conocí a mi esposa Elisa Petroni, y luego a Jaakko Seikkula, quien introdujo en Finlandia en los 80 la teoría de Bajtín para resolver cuestiones que aún no tenían respuesta en el trabajo con grupos de personas en crisis, con diferentes síntomas, y en contextos de dificultad institucional. Podían ser pacientes con psicosis, esquizofrenias, etc. Veían que para dialogar en una crisis había que poder manejar algunas de las fibras íntimas de ese estado de apertura y movimiento, y que estas estaban vinculadas con lo que llamaron “Dialogo Abierto”, es decir, la polifonía, la horizontalidad, la no conclusión externa del otro. Coordenadas de navegación compartidas para atravesar tempestades, sin cerrar las situaciones ni evitar lo difícil y poder construir en el camino pactos de acción consensuados, que permitan la integración, la sanación, la aceptación de la diferencia. Esto sucedió en primer lugar en Western Laplan y la Universidad de Juvaskula, en Finlandia, con muchos antecedentes teóricos de diversos orígenes y tiene hoy ramificaciones en todo el mundo. Hay una red de Diálogo Abierto con formaciones en Universidades y de forma independiente en Latinoamérica, Europa y EEUU, y hay también una red de Peer Supporters, personas que atravesaron crisis y se entrenan para trabajar en equipos con médicos y terapeutas para acompañar a otros quienes están transitando por una crisis. La crisis y poder recuperarse de ella te da un saber que es importante poder brindar a otros. Es un círculo virtuoso, sanador. Yo trabajo estas ideas y las exploro hace mucho. Tanto la docencia como la escritura están atravesadas para mí por estos principios. En la literatura esta propuesta es experimental, y hay que remarla mucho, pero como se ve su foco está en la construcción de lazos y puentes, va por la positiva. En la docencia tampoco es hegemónica, y hay que remarla también. Es decir, la idea de horizontalidad va a contramarcha de lo habitual, grupalmente nos resulta muy difícil. Me llevó muchos años trabajar en la Universidad Nacional de General Sarmiento con esta dinámica para saber cómo hacer una propuesta que permita constituir un grupo de trabajo en el aula que hiciera un proceso profundo, donde todas las voces estuvieran activas, manteniendo el respeto y el cuidado mutuo. Es muy profundo lo que aprendí de esta experiencia, así como de los equipos de trabajo de coordinadoras, investigadores y compañeros que lo enmarcaron. En la terapia a fuerza de luchas y procesos esta tradición también se va haciendo un lugar, que es a la vez valorado socialmente. Es este el terreno donde estoy ahora poniendo el foco. Estoy trabajando con algunos terapeutas en equipo en talleres de diálogo, y estoy estudiando la carrera de Psicología en una Universidad. Es cierto que mi vocación está en el entre, a la par del diálogo, y como había escrito en un ensayo llamado Mitten Drinen, Laura Estrín, hace muchos años acerca de Rilke y Marina Tsvietáieva a propósito de la poesía y el amor como experiencias culturales liminares. Un ensayo que me quedó como todo aquello que impresiona en la formación intelectual en la juventud.
Ciertamente el diálogo es liminar, como la literatura, está entre disciplinas, tradiciones, épocas, visiones. En Documento de María trabajé con la polifonía y la posibilidad de que las diferentes voces estén activas. Un modo de entrar en el inconsciente y hacerlo hablar en los lugares donde pulsa lo más difícil. Algo musical, que se intuye, para que suene el clavicordio más lejano. Esto se trabaja en los talleres de escritura en La copa del árbol, con consignas y diálogo, a través de lo que llamamos escritura espontánea. El diálogo entre opuestos. En Documento de María dialogan el sol y la luna, son dos máscaras que hablan desde si, y se miran con aquello que culturalmente no se suele mirar. El negativo. Otro tema que vengo abordando es el de la relación entre la serpiente y la cruz, son dos dimensiones que no estarían entrando en relación y que misteriosamente lo hacen, una mística y sin tiempo, originaria, y otra, coordenada de abscisas, estructural, que fija tiempo y espacio, en el acontecer único. Es parecido al bastón de Esculapio. Hay muchas imágenes así en la medicina, también en la Cábala u otras tradiciones místicas.
“Ciertamente el diálogo es liminar, como la literatura, está entre disciplinas, tradiciones, épocas, visiones”.
APU: ¿Cuál es el lugar que ocupa la cultura oriental en Un libro sobre el diálogo? Pensaba en la tapa así como en temas que aparecen en el texto…
M.G.: La idea de Tao, lo que se puede aprender del Tao, a través de la lectura de textos orientales clásicos como El arte de la guerra de Sun Tzu, o los textos escritos por Samuráis en Japón en torno al Bushido, y algunas prácticas como el Tai Chi, permiten acceder a una alternativa más dinámica y abierta que la toma de partido clásica occidental. Es decir, salvar la grieta, recorrerla, más allá de una finalidad. Esta idea está explorada en el libro, convidada para ser explorada en la vida personal, social, grupal.
Una dosis fuerte entrará a jugar en el dialogo con otros lenguajes y marcar una diferencia, abrir otros caminos en momentos además de mucha necesidad, la pandemia, la cuarentena, la crisis socioambiental, y el proceso social de dar cuenta de nuevas sensibilidades en ebullición para las que las instituciones y estructuras que tenemos no tienen respuesta. El diálogo es una alternativa. El diálogo es una propuesta experiencial para salvar esta diferencia, entra de lleno en la apertura sensible de la subjetividad, en el crecimiento personal, no centrado en el individuo sino en la red. Es decir, es fundamental darse cuenta que hay que mover el foco del cambio personal al cambio en red. Esto implica muchos movimientos que el Tao habilita, el libro explora esos movimientos.
APU: ¿Qué otros motivos filosóficos y culturales son centrales en este libro?
M.G.: Hay también una deriva en experiencias yamánicas como la Ayahuasca que abren la percepción más allá de lo humano a la naturaleza y sus formas misteriosas, como las serpientes, y otros animales que son narrados en el libro desde una imaginación mutante, que no ve al ser humano como aislado y poderoso, sino como un ser débil al que le quedan pocos cartuchos para aprender a vivir en comunidad con las demás especies, que todavía nos están bancando, mientras hacemos estragos. La falta de sensibilidad y la destrucción son costos muy altos de un aprendizaje que hay que ver si podemos llegar a hacer. Que para mí claramente tiene que ver con profundizar en la sensibilidad y el diálogo. Que es lo que viene. No se puede parar. Basta abrir las percepciones a las energías que hay en movimiento.
Esto está en relación con una crisis de la Cultura occidental cuyo proceso hace mucho tiempo muchos teóricos y artistas vienen testimoniando. Para mí fue crucial en este sentido poder hacer la carrera de Letras. Tuve allí sabios maestros, vivos, en las clases, como David Viñas, Nicolás Rosa, Jorge Panesi, Beatriz Sarlo, Américo Cristófalo, Miguel Veda y muchos otros, formados por ellos y más. Hay que entender que cada uno de estos maestros fueron exégetas de la cultura a través de los textos, que son, los textos, a su vez, puentes a las experiencias de sus autores vivos en otros tiempos y a transmisiones milenarias.
La lectura de El origen del drama barroco alemán de Walter Benjamin en el verano de 2007 y una toma de ayahuasca para poder entender su concepto de alegoría marcó mi camino. La experimentación en mí de la cabeza de la gorgona, con sus serpientes retorciéndose y el dolor abren una senda que espero sea de sanación.
Hay mucha bibliografía que estudié en el tiempo y que está en el libro sin citas, diferenciándose así el trabajo de ensayo experiencial de un ensayo académico: Herman Cohen y su libro El prójimo, como antecedente de quienes se han dedicado a trabajar en el Siglo XX la otredad. Martin Buber, y también Carl Schmitt, que desde el nacismo pensó la guerra civil como guerra entre hermanos que no reconocen la legalidad del adversario. Todos pueden pensar, y hay pensadores también de derecha. El máximo desafío es abrir el diapasón del diálogo a nuestro más lejano enemigo. Así lo decía Herman Cohen. El precepto “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, solo tiene sentido -argumenta en un debate en Alemania en el siglo XIX- si se entiende el prójimo como el más lejano, y se traduce: “Amarás a tu enemigo como a ti mismo”.
Biografía
Martín Glozman nació en Buenos Aires en 1979, es Licenciado en Letras por la UBA y Magister en Escritura Creativa por la UNTREF. Publicó los libros Salir del Ghetto (2011), Help a mí (2012), No hay cien años (2016), Documento de María (2017) y Un libro sobre el diálogo (2022). Forma parte de la Red Internacional de Prácticas Dialógicas. Coordina el proyecto de difusión de literatura La copa del árbol www.lacopadelarbol.com
*Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.