La desesperación como estrategia afectiva
El cuerpo se estremece y lanza su presencia hacia adelante, quizás al mismo tiempo hacia otro lugar. Querer salir corriendo, la rabia enferma como baba que cae. La desesperación afecto y efecto de una verdad insoslayable. La desesperación, lo que nos recuerda con intensidad arrasadora que somos parte de todo lo que nos rodea.
En lugar de comerse a lx otrx, se trata de dejarse fecundar por lx otrx y a partir de sus efectos disonantes en nosotrxs, sustentar un proceso de transformación. Así Suely Rolnik introduce una diferencia sutil pero abismal. No comerse, querer controlar, si no dejarse fecundar. ¿Por la desesperación? Dejarse fecundar por lx otrx, dejarse conmover, desestabilizar, estar en contacto con la presencia viva circundante, pero también saberse parte. El problema es entonces de cómo afectar y dejarse afectar por el mundo en su sentido múltiple. Por las otras personas, por los afectos, por lo vivo no humano, densidades, superficies, sonidos etc. Pero no sólo podemos atarnos con lo múltiple: con el qué o cuántos. Si no, se trata de volver a pensar los modos, el cómo.
Hace poco escuché una entrevista que le hacen a Diego Sztulwark sobre el estado de la política actual. La desafección como principal hipótesis. El saberse entrampadxs como premisa para pensar el avance de los neofascismo. Y el estar en contacto con la desesperación como estrategia afectiva, porque son los neofascismos las voces donde lo desesperante y la rabia encuentran una fuga. Y claro, hay desesperaciones que son la textura ambigua de grandes deseos, amores. De grandes placeres y grandes angustias. Pero hay desesperaciones como efectos de historias terribles. Y desesperantes encerronas que cuando no encuentran salidas para producir límites se convierten en el alimento perfecto y silencioso de la insensibilidad.
Estar en contacto con la desesperación no sólo para desesperar sino para producir la posibilidad de un veto, un devenir, un encuentro.
Estar en contacto con la desesperación pero no sólo para desesperar -o quizás sí - sino para producir la posibilidad de un veto, un devenir, un encuentro, un modo de la invención y la creatividad. Un plano para hacer consistir la turbulencia anímica. Ahí el arte, la contra-salud y lo vivo, que siempre, siempre están hechos también de la muerte. En su sentido más común y en su sentido de transformación. Dejarse fecundar entonces, como un acontecimiento. Un riesgo sobre nosotrxs. Una salida a la desafectación producto del terror. A esa sensación de pérdida de agencia sobre las personas y la vida.
¿Cómo disponer nuestros afectos y fuerzas para hacer germinar lo impensado y no para reproducir lo invivible, lo desesperante como encerrona? ¿Cómo pensar una práctica terapéutica y artística -por qué no política- que se fundan en el mismo movimiento: el del transitar un fuera de sí relacionadxs con lo desbordante, lo inatrapable, lo aberrante de la experiencia creativa, también como posición ética y política? ¿Cómo dejar de defendernos de lx otrx y entregarnos a la desintegración que implica lx otrx en nosotrxs -dejarse fecundar por lx otrx- y los nuevos mundos que se abren? ¿Pero cómo no temer si el terror y el desamparo que es constante a veces nos arroja a la única salida: la anestesia? ¿Cómo pensar lazos, modos de vida que desanestesien y no que quieran imponer verdades? ¿Cómo pensar prácticas que improvisen una y otra vez las múltiples respuestas?
Cerrar los ojos para percibir lo propio o quizás abrirlos hasta darlos vueltas para verlo y sentirlo todo. Entonces estar en contacto con la desesperación.
* Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.