Cosas a las que decirles Nunca Más
Yo no sería nadie si los clubes no fueran de la gente.
Era un nene cuando empecé a jugar en Independiente de La Plata. Mi vieja, Lili, manejaba el buffet y, de paso, como no teníamos un mango en casa, aprovechábamos y comíamos ahí. A mi viejo, el Ruso, lo habían echado de YPF en cuanto la privatizaron. Armó una cooperativa con los compañeros. Probó con un remís. Después se subió al taxi y no se bajó más. Éramos cinco hermanos: nunca nos faltó la comida pero a veces apenas alcanzaba para que ellos picaran algo. Plena década del noventa: nos dolarizaban la vida a costa de no tener empleo.
Las Malvinas de La Plata queda en 140 y 528, en el barrio Las Quintas. Ahí jugaban también Marcos Rojo y Pablo Lugüercio. Me daban todas las tardes un alfajor y un jugo para merendar sin importar cuántos goles hiciera: comer es un derecho y más si sos un pibe. Pino Pietrosimone era el técnico y el presidente. Tenía una casa de deportes y, cuando se me dañaban los botines, me regalaba unos Fulvencito que la rompían. ¡Eso era la felicidad!
En Gimnasia me becaban si viajábamos a algún torneo en el país. Salvo esa vez que vendí el pelo para juntar unos pesos, siempre precisé que me dieran botines, ropa y zapatillas. Cuando la cosa estaba especialmente brava, buscábamos una canasta con fideos, arroz, leche en polvo y puré de tomate. ¿Cómo no voy a estar eternamente agradecido?
Muchas veces pensé qué hubiera sido de mi vida sin los clubes de barrio, sin los clubes siendo asociaciones civiles sin fines de lucro. Siempre me respondo lo mismo: soy el resultado, como miles y miles de nenes y de nenas en este país, de esa solidaridad que nunca van a entender quienes creen que todo es un negocio. Por eso defiendo que nuestros clubes sigan siendo de nuestra gente. Por eso estoy convencido de que hay cosas a las que hay que decirles Nunca Más.
Soy el resultado, como miles y miles de nenes y de nenas en este país, de esa solidaridad que nunca van a entender quienes creen que todo es un negocio. Por eso defiendo que nuestros clubes sigan siendo de nuestra gente. Por eso estoy convencido de que hay cosas a las que hay que decirles Nunca Más.