Federico Zapata: “El peronismo debe estar menos enamorado de sí mismo y más de Argentina”
APU Stream, el programa de la Agencia Paco Urondo que sale los sábados de 11 a 13 hs por el canal de Youtube y Twitch de Gelatina, dialogó con Federico Zapata, politólogo y autor de “Los muchachos cordobeses”, quien analizó el papel del peronismo cordobés y los debates nacionales venideros.
Agencia Paco Urondo: El peronismo cordobés tuvo más relevancia de la que podría haberse aventurado al principio de la campaña electoral.
Federico Zapata: Sí, es cierto. Cuando José Natanson me planteó hacer el libro, hace más o menos un año, mi condición era que me sirva de excusa para hablar de dos cosas que a mí me interesaban particularmente para que sea un libro nacional y no local: por un lado, que me permitiera usar al peronismo local como excusa para abordar una suerte de sociología de Córdoba, es decir, por qué los cordobeses no somos lo que dicen que somos; segundo, que para mí era extremadamente relevante en ese en ese contexto y hoy lo es mucho más, tratar de extraer de esa experiencia algunos pilares que pudieran servir para dar una discusión sobre el peronismo nacional.
Yo le llamo una suerte de segunda renovación del peronismo nacional. En ese entonces no estaba claro lo que iba a pasar con el resultado electoral, por eso me parece que cobra muchísima más relevancia. El que vaya al libro se va a encontrar efectivamente con cómo se construyó ese peronismo salmón, que nadó contra la corriente a nivel nacional en los últimos veinte años y que logró construir una hegemonía sólida con un liderazgo plural en una sociedad no peronista. No anti peronista pero no peronista. Al mismo tiempo, quiénes somos los cordobeses y una discusión que intenta ser muy profunda, por lo pronto un punto de partida o un disparador sobre una posible redefinición del peronismo a nivel nacional.
APU: El resultado electoral obliga al peronismo a redefinir liderazgos. ¿Qué actores considera que es relevante que estén sobre la mesa?
FZ: Creo que el peronismo está en una situación bastante parecida a 1983, por eso la provocación de la “segunda renovación”, en el sentido de que es una crisis multidimensional y que el diagnóstico implique eso es lo que hace que la política sea la correcta. No es sólo una crisis de liderazgos. Creo que si creemos eso el peronismo va a tener problemas serios de relación con la sociedad. Es una crisis también paradigmática, es decir del marco conceptual que el peronismo abrazó en estos últimos veinte años.
En tercer lugar, una crisis morfológica de un peronismo que se ha ido progresivamente conurbanizando o ambanizando, que ha ido perdiendo la capilaridad federal-territorial y que además se ha ido autonomizando de la sociedad civil, es decir que se fue aislando de ella, que no recluta empresarios dinámicos, que los sindicalistas los tiene un poco abajo de la alfombra, que no recluta trabajadores de la nueva economía de plataforma, outsiders ni oportunistas.
La riqueza del peronismo tenía que ver con esa capacidad de operar en la profundidad de la vida cultural argentina y me parece que eso es lo que se ha ido perdiendo. Por eso, si no hay un diagnóstico muy certero sobre la profundidad o dimensión de la crisis las estrategias políticas van a r chocando con la realidad. Es importante una renovación profunda de liderazgo, una revisión profunda del marco conceptual y de la morfología, y ser muy generosos en un proceso de apertura que permita que el peronismo se llene nuevamente de sociedad civil.
APU: En estas elecciones hubo mucha expresión peronista provincial que no quiso quedar pegada a un sello nacional. ¿Cree que en esta etapa es posible pensar en un peronismo mucho más amplio?
FZ: Creo que sí, la subnacionalización es una respuesta a la crisis del peronismo nacional, que además coincide hoy con una crisis del poder nacional, de los liderazgos nacionales, y del Estado nacional. Es una crisis prácticamente de la matriz de Estado Nación Argentina. Como respuesta, los peronismos se han ido subnacionalizando en forma pragmática para preservar su baldosa de poder.
Es, precisamente, la crisis del Estado Nacional del poder nacional y del modelo de acumulación nacional. Desde el punto de vista de la praxis política, demanda una actitud muy patriótica sobre los territorios federales, no en el sentido de una declamación de principios de valores, una especie de peronismo borbónico, sino de la responsabilidad histórica que las nuevas generaciones, que han quedado paradas en este derrumbe de este proceso político, tienen de cara a la reconstrucción. Creo que si la misma si no es federal tiene patas cortas, de alguna manera puede llegar a pivotear la crisis del sistema político pero no va a resolverla.
APU: ¿Qué habría que hacer para resolverla?
FZ: Hay que lograr reconstruir una élite política nacional federal en serio. Animarse a tener un liderazgo plural mucho más más rico. En ese sentido, la experiencia de cómo se hizo el peronismo en Córdoba, aún si se incluye o no un liderazgo de allí. Arrancó en 1983 fuera del poder, al cual llegaron en 1998. Fueron años reconstruyendo una élite que, como no había líder indiscutido, ni gobernador ni presidente, no había nada, lo hicieron desde la posibilidad de experimentar una forma de liderazgo que no es muy tradicional. Al peronismo le gustan verticalistas pero, en un proceso donde tenés que reconstruir desde la sociedad civil, puede enriquecer animarse a buscar un liderazgo plural, federal y con muchísima audacia para interpelar los problemas de la época.
APU: Por otro lado, a partir de la sucesión José Manuel De la Sota, Juan Schiaretti y Martín Llaryora, ¿qué lectura hace de los cambios en la relación del peronismo cordobés, ya sea con el gobierno nacional o con el resto de las provincias?
FZ: La pregunta en realidad arranca en 1983 porque la corriente que hoy gobierna el peronismo de Córdoba, que es la corriente renovadora, aunque ya no se llama más así, era la nueva generación del partido que incorporaba a muchos que venían de experiencias políticas. De la Sota de una experiencia política en los 70, Schiaretti de una experiencia política muy relevante en los 70, fue un dirigente estudiantil muy importante en el Cordobazo, en la conformación de lo que fue la tendencia revolucionaria peronista.
Toda esa generación que se incorpora arma una corriente contraria a la conducción provincial del partido. Muy impresionados por lo que había sido el liderazgo de Raúl Alfonsín, se suman a la corriente renovadora a nivel federal, que encabezaba Antonio Cafiero, y fueron protagonistas centrales de eso. De la Sota lo acompañó en la fórmula que pierde, pero que en Córdoba gana 70-30.
APU: Pierden contra Carlos Saúl Menem.
FZ: Sí, el primer intento de nacionalización fue la búsqueda de la renovación a nivel nacional, que queda trunco con el menemismo. Después empiezan en una relación de mucha tensión con el menemismo, ellos estaban afuera del poder. Menem tenía una relación histórica muy profunda con Eduardo Angeloz, de alguna manera los prefería fuera del poder, pero ellos lo utilizaron también.
Muchos de los cuadros políticos de ese peronismo de la renovación se incorporaron y tuvieron experiencias muy relevantes. Aprendieron el Estado Nacional, se construyeron una suerte de experiencia gubernamental que le faltaba, pero siempre con mucha tensión. De hecho, las líneas del peronismo menemista en Córdoba eran opositoras a las líneas de De la Sota y Schiaretti. De un período de los 80 muy agresivo a nivel nacional ellos pasan a una suerte de periodo de más de cooperación con autonomía durante el menemismo.
APU: ¿Y con la llegada de Néstor Kirchner?
FZ: Entre 2003 y 2007 sostienen ese proceso de cooperación con autonomía. El peronismo de Córdoba llega al poder en el 98. Cae De la Rúa en el 2001 y en el Consejo Federal de Inversiones, cuando se juntaron los gobernadores, De la Sota plantea el llamado elecciones a tres meses. Él quería ser parte de la oferta electoral, tenía una fórmula con Carlos Reutemann de candidato a vicepresidente. Lo mismo planteaba Kirchner.
Eduardo Duhalde, que estaba de alguna manera tomando el poder del peronismo nacional y tenía mucha desconfianza con De la Sota, lo fue dilatando y eso termina finalmente en 2003. Ellos ahí pierden un segunda instancia de nacionalización, que no les sale bien, y en la primera etapa del kirchnerismo sostienen más o menos la política que habían tenido con el menemismo de cooperación con autonomía. Tienen una muy buena relación, se integran en el armado de la conducción nacional y forman parte.
APU: ¿Hasta qué punto?
FZ: Eso tiene un primer quiebre en el conflicto con el campo del que el peronismo de Córdoba no vuelve. Pasa a tener una relación abiertamente conflictiva, se desengancha del peronismo nacional, que además en ese periodo empieza a ser muy agresivo con la política de Córdoba y la sociedad cordobesa. Eso termina desembocando en hecho muy traumático, que fue el paro policial en 2013.
APU: ¿Y con la llegada de Llaryora?
FZ: En todo este periodo tuvimos, desde el menemismo pasando por el cristinismo, un poder nacional consolidado, liderazgos consolidados, Estado fuerte, en algunos casos, cooperativo y en otros agresivo. Lo que hoy tenemos es un liderazgo en crisis, poder nacional en crisis, en descomposición. Al peronismo cordobés, que se habituó estos últimos doce años a alambrar la provincia para sobrevivir, esto que se llamó cordobecismo, esa estrategia para este periodo histórico no le va a servir.
Va a tener que romper esas tranqueras porque, automáticamente, el vacío de poder nacional les va a demandar niveles adicionales de protagonismo en la reconstrucción del peronismo nacional. Ese cambio de contexto nacional va a ser lo que va a generar una nueva mutación del peronismo de Córdoba, por lo menos desde el punto de vista de la inserción en la política nacional.
APU: ¿Cómo se reconstruye el diálogo entre los distintos peronismos después de tantos años?
FZ: Ese es el gran desafío, y yo creo que no es sólo de los que tienen poder, sino de los que no lo tienen en el peronismo. Es decir, de la militancia. Por eso traía la experiencia de ese peronismo que no se forma una vez que llega al Estado y hay mucha riqueza en lo que se puede construir políticamente desde ahí. La reconstrucción de un peronismo federal tiene que ser necesariamente algo mucho más transversal que un líder indicando o alguien tomando la sede del partido. Si nos vamos por ahí va a ser conflictivo.
Ahora, probablemente por un tiempo, aún si este proceso que a mí me gustaría se produce, vamos a estar condenados a convivir con una suerte de doble papado, como en algún momento de la historia porque la posibilidad de reconciliación del peronismo kirchnerista, que hoy habita la provincia de Buenos Aires, en la figura de Axel Kicillof, y el de Córdoba, es irreconciliable. Es parte de esas fricciones que vimos en el debate entre Schiaretti y Sergio Massa, ya que le reprochan haber vuelto a esa experiencia.
Ahí va a haber una disputa sana de los dos por conducir. Dos formas diferentes de ver el peronismo a nivel nacional que no estoy seguro si son reconciliables siendo realista. Incluso, más allá, las nuevas generaciones se deben un debate muy honesto en términos intelectual para poder construir su propia renovación y que, en todo caso, verá si desemboca en una de estas dos iglesias o arma la propia.
APU: Por último, ¿qué saldo arroja la candidatura de Schiaretti a nivel presidencial en 2023? ¿Logró diferenciarse de Juntos por el Cambio?
FZ: La candidatura de Schiaretti arranca accidentada porque él tenía dos hipótesis que fracasaron políticamente: la primera, su primera gran apuesta, define que el peronismo de Córdoba iba a tener un rol nacional pasando la pandemia, pero que la liga de gobernadores federales de alguna manera se iba a desprender del Frente de Todos después de las elecciones del término medio e iba a acompañar esa candidatura. Para poner una fecha, diciembre 2022, el dispositivo político de Córdoba ya tenía claridad de que eso efectivamente no iba a ocurrir, más allá de que muchos gobernadores en off decían que sí. El proceso se había estirado demasiado y ya tenían comprensión de que eso no iba a existir.
Ahí empieza una segunda hipótesis política que implicaba acelerar la crisis del sistema político, es decir, romper Juntos por el Cambio. Apostaron fuertemente a que eso les permitiera llevarse los sectores menos radicalizados de esa fuerza política, que hoy está con la sociología completamente rota. Llevarse a Facundo Manes, al radicalismo línea Evolución, a Gerardo Morales, a Horacio Rodríguez Larreta, y armar una nueva coalición. Ellos decían que, si quizás lograban romper esa coalición, se traían algunos gobernadores que todavía seguían coqueteando con ellos en off.
APU: Esa hipótesis también fracasó.
FZ: Claro, entonces la candidatura fue bastante solitaria. Logró sortear escollos estructurales sobre la base del sostenimiento del Partido Socialista y la Democracia Cristiana, que fueron como los dos soportes, pero fue bastante solitaria. Sin embargo, para mí, con una intervención muy valiosa porque, si bien no logró romper la polarización ni meterse al ballotage, sí pudo insertar la discusión sobre el modelo de Córdoba en el plano nacional. En ese sentido, la candidatura fue exitosa y le marca un punto de no retorno al peronismo de Córdoba. No puede volver para atrás.
También lo deja instalado a Schiaretti como un actor que en los próximos años puede cumplir un rol en este proceso donde seguramente Llaryora va a tener un protagonismo importante. De alguna manera, así como Rodrigo nacionalizó el cuarteto, podemos decir que Schiaretti nacionalizó el modelo de Córdoba. De la Sota era De la Sota, no era el modelo sino su liderazgo. Schiaretti sí instaló cuáles son los pilares de esa forma diferente de peronismo a nivel nacional. Hoy es uno de los poquísimos dirigentes con diferencial positivo en la política argentina, con Javier Milei y Patricia Bullrich. El resto tiene diferencial negativo.
APU: Saldo positivo de cara a lo que viene.
FZ: Después de esas hipótesis políticamente fracasadas, lo deja parado ante la antesala de la posibilidad de dar una discusión nacional en torno del peronismo. En ese marco, Llaryora es una suerte de liderazgo que mezcla algunas características de De la Sota, por ejemplo es muy audaz y ambicioso políticamente, y algunas de Schiaretti, sobre todo la obsesión por la gestión. Es una personalidad que se construye con esa con esa dinámica.
Fue el mejor de su generación en Córdoba, no es un hijo del poder. Es un hijo de plantarse a estos dos grandes dirigentes del peronismo de Córdoba. Primero para ser intendente de San Francisco le ganó la interna al candidato de De la Sota. Después les hizo una interna 2013, que siempre las resuelve entrando para adentro, por lo que después lo nombraron ministro. No estamos hablando de un hijo o consumidor del poder sino de un constructor.
APU: De todas maneras, no le va a ser tan fácil.
FZ: Eso es relevante en la en la naturaleza del experimento Llaryora, que va a tener en los primeros años que consolidar su poder local. Tiene que rearmar la estructura, no sólo se está replegando Schiaretti sino toda la élite de esa generación, entonces tiene que reconstruir esa pirámide provincial de poder. Tiene que lograr generar una narrativa y una serie de políticas propias, que la sociedad cordobesa, que no da cheques en blanco, lo empiece a querer. Lo va a medir.
Por eso en una primera instancia para él es tan importante Schiaretti a nivel nacional, para concentrarse en la consolidación doméstica y poder salir al plano nacional de una manera mucho más asertiva. No necesariamente hay que cerrar la puerta de que sea algo exclusivamente peronista, quizás tiene mucho más una característica de un proceso de transversalidad que ha dejado la crisis del sistema político. De hecho, parte de la madurez del peronismo de la necesidad que tiene de reconciliarse con la sociedad es que esté menos enamorado sí mismo y más de la Argentina. Mucho de eso se juega en lo que viene.