“Un Kelper en el techo”, de Rodrigo Arreyes: el acto literario como acto de justicia
Rodrigo Arreyes nació en San Martín, Argentina y vivió parte de su infancia y adolescencia en la ciudad de San Pablo, Brasil. Es graduado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, adscripto en la Cátedra de Literatura Brasileña de la Facultad de Filosofía y Letras y realiza una Especialización en Traducción Literaria en Portugués, también por la Universidad de Buenos Aires. Tradujo al español Grafías de vida de Silviano Santiago (Malba, 2023), Ligarás tu corazón al mío; Antología de poesía africana de expresión portuguesa (Editorial Simulcoop, 2012) y, junto a Cecilia Boal, realizó traducciones al portugués de las obras de teatro Ala de Criados de Mauricio Kartun y Puesta en claro de Griselda Gambaro. Como escritor, participó de las antologías La mano que mece y Outsider I (Editorial Outsider) y publicó Manifestación de todo lo visible (Editorial Simulcoop). Eventualmente escribe textos en español y portugués para medios digitales y no digitales de Argentina y Brasil. Vive en Porto Alegre, Brasil. Un Kelper en el techo es su último libro y fue publicado por la editorial El Elefante Negro. AGENCIA PACO URONDO conversó con él sobre su escritura, sus lecturas y su mirada sobre el vínculo entre literatura y territorio.
AGENCIA PACO URONDO: En los últimos años se actualizó un debate que cruza distintos modelos de aprendizaje de la escritura y criterios estéticos que se apoyan en un estándar de corrección muy polémico. Ante eso surge una pregunta siempre abierta, ¿qué aprendemos cuándo escribimos literatura? O para reformular puntualmente en relación a tu libro: ¿qué necesitabas aprender o reaprender con Un Kelper en el techo?
Rodrigo Arreyes: En esta década y media, el tiempo que me llevó hacer los cuentos de Un kelper en el techo, la totalidad de mis actividades de escritura-lectura atravesaron espacios formales y otros espacios, digamos, informales o casi espontáneos. A diferencia de otros textos de no ficción que escribí, por ejemplo, para la universidad, estos cuentos son un desenlace feliz de esos espacios informales y espontáneos. Salvo algunas lecturas en talleres, el resto de los cuentos tiene las huellas de participantes ad-honorem. Por ejemplo, una lectura fundamental fue de Ana Ojeda cuando parte de este libro era un proyecto de su editorial, Octavo Loco, o las lecturas de Ademir Barros dos Santos, cuando los cuentos salieron en portugués para el sitio Por dentro da África. Me parece importante aclarar que Un kelper en el techo está tejido con muchos intercambios de regalos bajo la forma de una lectura (el libro a simple vista me genera gratitud). Esto viene de la mano de lectorxs y escritorxs que aprecio y me dieron un trazo o un camino que me hizo pensar qué esperaba de la escritura y qué podía darme o darle al otrx. Aprendí a respirar hondo y a compartir mis textos y a leer los textos de mis amigxs, aprendí a formar redes de lectorxs-reveladorxs, y con ellxs, a valorarme como escritor-lector (porque eso no es fácil, no lo fue para mí). Para otros, quizá, no haya habido esa instancia, yo tuve que plantear primero un problema de autoestima cultural. Aprendí a dejar de lado lecturas (desaprender) que eran la reproducción de barreras sociales y, con eso, encontré una ‘habitación’ en la escritura de una sociedad capitalista donde la literatura significa prestigio y el prestigio es la sombra de la hegemonía. Compartir textos es lo que hacemos ininterrumpidamente con Paula Houllé, por ejemplo, o con mi amigo Maxi González, que escribió el prólogo.
APU: ¿Qué escritores te parecen indispensable leer? ¿Y qué estás leyendo actualmente?
R.A.: Estoy por terminar la obra completa de Conceição Evaristo. Dejé mi biblioteca en Buenos Aires y acá en Porto Alegre empecé una nueva, con toda su obra. De Conceição Evaristo, me impactan los lugares o “becos” donde se instala su narrativa (y los que no instala, ¡me alivia y me inspira!), luego de décadas de formarme con lecturas de autores de clase media alta blancos y hombres. Hoy trato de hacer justicia en mis lecturas, porque creo que la justicia y la literatura tienen todo que ver, más si unx después se pone a escribir o a dar clases. Por momentos puedo ver crudeza extrema en estos “becos”, como un chico que muere desangrado por el diente, pero su narrativa me lleva a un pasado que ella interpreta y recupera y ese acto literario es un acto de justicia. Esa memoria no es solo una memoria reciente de la historia en el capitalismo, también trae un legado reprimido y perseguido, maquillado por teorías de armonía social, o parafraseando a Cristina Fernández de Kirchner, banderitas nacionales de manuales escolares. Otros indispensables son Lima Barreto o Carolina Maria de Jesus. Leer (y estudiar) a Lima Barreto es entrar a una máquina del tiempo y, desde las precisiones de su pasado, con su mirada, encontrás las semillas del racismo y los privilegios en sistemas democráticos y modernos, porque Barreto le hablaba al futuro, a nosotrxs; de Carolina Maria de Jesus, por ahora, dejo acá una recomendación para que lxs profesores lleven su diario a la secundaria argentina. También me parece indispensable leer Nota para un caballo atropellado antes de llegar a Ing White de Lorena Curruhuinca y Tercer tiempo: Diario de una separación de Pamela Neme Scheij, dos hitos de la literatura contemporánea de Argentina.
APU: ¿Qué otros materiales del arte o de otros ámbitos son importantes para tu escritura?
R.A.: El colegio, la universidad, los museos centros de memoria, el cine y la música son formadores del intertexto. Y dentro de los ámbitos fuera del arte, quizá busco material en el hogar, las familias, mi casa, la casa de lxs demás también, principalmente del arco periférico de las grandes ciudades. Son espacios de observación, sí, pero donde quiero dejar o continuar una idea, una mirada. De ahí a que aparezcan personajes como abuelas, hermanas, hijos, etc. El legado de mi abuela, su historia ancestral, por ejemplo, atraviesan todo el libro. Porque ella está presente en todos los cuentos, yo la estoy honrando. Eso lo comentó Ademir Barros dos Santos en la presentación virtual que hicimos de este libro y recomiendo ver, tiene que ver con mi ancestralidad y lo que siento para las futuras generaciones. Además, en “Memorias póstumas de Rambo” y “Manifestación de todo lo visible” tomo mucho de la gomería donde trabajaba, en El Palomar, principalmente el registro.
“A diferencia de otras escrituras, el material literario, quizá, no juega con rellenos, porque cuando no se propone rellenar, toca la ´unreal politic´ y revive saberes ancestrales o memorias borradas”.
APU: El libro trabaja con la memoria, lo que se conoce como historia reciente, ¿no tuviste algún tipo de resistencia al abordar este tema coyuntural del ámbito político? ¿Fue un objetivo para la concreción del libro o surgió como parte de tu experiencia de vida?
R.A: Vinculado con lo anterior, del material realista y la cuestión histórica saco un dispositivo para representar ideas irrealizadas o utopías negadas de algunas cuestiones que me gustan tocar, como las jerarquías, el racismo, la migración, la normatividad, los nacionalismos, la envidia, los celos y las familias de clase media baja disfuncionales de la ciudad. Por ejemplo, en “Promesas cumplidas de la imaginación”, quise variar Amalia de José Mármol, pero también usé la voz de mi abuela, de lo que me quedó de ella de enseñanza. Cuando pensé en el personaje de la “negrita” de Amalia (no tiene un nombre en la novela, como el gaucho Cruz), cuando leí Amalia, dije: esta podría ser mi abuela, ella haría lo mismo, delatar a los unitarios. Mi abuela era igual. Ella me escribiría una carta como esta para que aprenda a no ser sumiso.
Respecto a las resistencias, podemos decir que existe una resistencia principal cuando la literatura genera prestigio social y ese mundo generador de prestigio es predominantemente blanco, de clase media alta, uninacional y habla de temas propios de la blanquitud. Como escribe Eliane Marques en Louças de família, las personas blancas no se dan cuenta que son blancas, pero siempre hacen notar la diferencia cuando una persona no lo es; podemos pensar eso en toda la literatura. Un encuentro literario es predominantemente blanco y argentino, pero un tren Sarmiento a la tarde es predominantemente marrón, migrante y negro, en el mismo país. Y en muchos otros ámbitos, Argentina parece que ignora su racismo, es como una materia que cuesta estudiar, cuestionar, visibilizar en territorio nacional, basta pensar en el cierre del INADI o en tradiciones grotescas como la negrita del 25 mayo. Este tema me lo propuse explícitamente, sí. Siento que mi escritura tuvo muchas barreras sociales, ya sea de clase, de raza y de pertenencia (ser o no ser argentino, por ejemplo), por elegir este material. Después hay una resistencia secundaria, no quiero ahondar, pero no me faltaron insultos en estos años literarios que yo siento que apuntaron directamente a disciplinar lo que yo usé para hacer estos cuentos.
APU: ¿Cuál es el móvil para abordar este tipo de materiales literarios? Tu interés por lo fantástico, algo más visceral o tus propios ideales…
R.A: Un cambio social radical, sin duda alguna, y en el menor tiempo posible, estoy “muerto de hambre” de ese cambio radical que solo va a venir de las manos, la imaginación y las herramientas del oprimidx y nunca del opresor. A veces me inspira la bronca, a veces desesperanza, a veces tristeza, pero también mucha alegría de estar presentes, y deseo al rojo vivo en que podemos llegar a lugares nuevos y las generaciones del futuro no van a tener los mismos problemas espantosos que tenemos ahora, como no saber si nuestro planeta va a explotar. ¿Cómo no pensar la literatura desde ahí? Me preocupa que el neocolonialismo que viví y el colonialismo que vivieron mis antepasadxs se siga repitiendo y perfeccionando. Para algunxs la literatura puede expresar algo político, para mí es la mejor forma de expresarlo, por lo menos en este momento y para lo que quiero expresar. A diferencia de otras escrituras, el material literario, quizá, no juega con rellenos, porque cuando no se propone rellenar, toca la unreal politic y revive saberes ancestrales o memorias borradas. Cuando pienso en proyectos a futuro, además de un poemario que estoy preparando, me dan ganas de seguir experimentando con mundos inventados como “Perro atropellado”, que ocurre después de una Segunda Guerra de la Triple Alianza, o “Un kelper en el techo”, que es un cuento en una Malvinas negra que nunca existió. Me mueve el miedo y su contracara, la esperanza, una esperanza que nunca tiene que ser ingenua, ajena, negadora ni pagar un alquiler en la esperanza del otro.
APU: Para finalizar, quería pedirte si podés contarnos cómo pensaron la tapa del libro…
R.A.: La imagen de la tapa utiliza una foto carnet de estudiante de mi tío abuelo João Maria Ximenes de Andrade, militante negro del partido comunista secuestrado y desaparecido en 1974 en San Pablo, durante la Dictadura de Brasil. Su caso fue reconocido por la Comisión de la Verdad de la PUC-SP en el 2019, en pleno bolsonarismo, cuando le dieron un diploma simbólico a mi familia. Esa foto pertenecía a mi abuela, que tuvo un archivo familiar muy fugaz, frágil, con muchas mudanzas y pérdidas y cosas tiradas a la basura. Fue intervenida por la artista visual Carla Crisantemo. Veo en la foto dada vuelta un símbolo de una injusticia, por ejemplo, la del “pau de arara”, pero también la subversión de una imagen dada vuelta como un acto de juego rebelde, una flecha para otro lado y un camino hacia lo posible, como el líquido que cae de la cabeza.
El libro se puede adquirir en la página web de la editorial:https://www.elelefantenegro.com.ar/2024/un-kelper-en-el-techo-rodrigo-arreyes
IG del autor: https://www.instagram.com/unkelpereneltecho/
Link a la presentación del libro: https://www.youtube.com/watch?v=yCimmagekGE