Alejandro Frenkel: “Viene ocurriendo que las ultraderechas tampoco duran tanto gobernando”
APU Stream, el programa de la Agencia Paco Urondo que sale los sábados de 11:30 a 14 hs por el canal de Youtube y Twitch de Gelatina, dialogó con el doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET Alejandro Frenkel, quien reflexionó sobre la actualidad de la ultraderecha en el mundo.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo se puede analizar el triunfo del Frente Amplio en el contexto de los triunfos de la ultraderecha en el mundo?
Alejandro Frenkel: Si tomamos esa idea, lo que pasó en Uruguay es una isla en ese sentido, aunque tampoco es tan raro tomando en cuenta América del Sur porque el único gobierno de ultraderecha que hay hoy en día es el de Javier Milei. Además, no hubo una ultraderecha compitiendo. El candidato oficialista, Álvaro Delgado, es más una derecha tradicional clásica. Ahora, para Argentina no sé si va a cambiar demasiado. Tal vez si ganaba Delgado podía haber un gobierno un poco más afín pero tampoco. Para el mileismo era como una suerte de Mauricio Macri, no había mucho agrado.
En política exterior Uruguay tiene una serie de consensos en términos de lo que nos impacta a nosotros. Uno de ellos tiene que ver con el Mercosur, que no cambia según el gobierno. Tiene que ver con flexibilizarlo, que es la discusión que tuvo Luis Lacalle Pou con Alberto Fernández en su momento. El Mercosur como una suerte de lastre porque, hay un trasfondo, tiene un esquema que protege a sectores industriales. Los únicos dos países con entramado industrial importante son Brasil y Argentina, entonces Uruguay hace tiempo percibe que, así como está, es una estructura que perjudica más la ampliación de su comercio exterior, que básicamente son commodities sobre todo hacia Asia entonces. Este consenso lo impulsa tanto el Frente Amplio como la derecha tradicional, así que en ese sentido no hay cambios para Argentina.
APU: ¿Cómo ve los distintos procesos que se dieron los últimos años?
AF: Primero, este movimiento de ultraderecha, extrema, alternativa y muchas categorías en las cuales se puede agrupar, es un movimiento y un proceso global que está creciendo y que va a durar. No sabemos cuánto, pero no es pasajero. Tiene un epicentro en Occidente, más allá de que podemos encontrar en India a Narendra Modi, pero sobre todo en Europa y de ahí empezamos a ver casos en otros lados.
Después apareció Donald Trump, en América Latina hay cada vez más más emergentes, dirigentes y partidos. No debe sorprender que, de repente, gane uno. Quizás no ganan pero son competitivos, como José Antonio Kast en Chile o Vox en España. Tienen momentos donde crecen y están cerca de llegar a la presidencia. El caso más emblemáticos Marine Le Pen en Francia, que es una de las primeras de extrema derecha que siempre está compitiendo pero no logra llegar.
APU: Siempre están ahí.
AF: Es un movimiento global cada vez más consolidado e institucionalizado, con cada vez más redes y más adeptos que ya en un punto está siendo cada vez menos antisistema o contracultural, lo que era una de sus banderas. Se están volviendo mainstream en algunos aspectos. Por otro lado, al hablar de “familias” también hay muchas características que son distintas. En Europa del Este tienen algunas particularidades distintas a las de Europa occidental. Hay algunas que son pro libre mercado y otras más proteccionistas. Algunas tienen otra tolerancia con las libertades individuales, otras son más conservadoras.
Hay diferentes características, algunas son comunes, por eso hablamos de ultraderecha, pero otra que se viene cumpliendo es que tampoco duran mucho en el gobierno. Trump estuvo cuatro años, se fue y ahora volvió. Jair Bolsonaro no pudo reelegir, Boris Johnson tampoco tuvo mucho tiempo en Gran Bretaña. El caso más perdurable es el de Viktor Orbán en Hungría. Después India, pero no es Occidente, y Benjamín Netanyahu en Israel. Es un movimiento global creciente que se está consolidando, pero cuando le toca gobernar, en algunos casos, le cuesta mantenerse.
APU: ¿Y por qué ganan?
AF: Por la crisis, tal vez más estructural, que tiene que ver con dinámicas del sistema capitalista. Hay determinados malestares en las sociedades que no son respondidos por los partidos tradicionales y aparece esta idea de señalar a una élite culpable, y sobre eso se montan.
APU: ¿Se da un fenómeno global de ineficiencia de los partidos que gobernaron durante muchos años a la hora de dar respuesta a los problemas sociales?
AF: Hay una serie de transiciones que se están dando a nivel global. Una, si quieren económica, es la crisis de la globalización. El proceso que explotó la década del 90, a partir de la expansión del comercio global y la integración del mercado mundial, tenía aparejada una serie de promesas: todos íbamos a ser más ricos, iba a haber más igualdad y más acceso al consumo, e iba a haber más prosperidad económica. Esas promesas, por lo menos en la percepción de las sociedades en Occidente, no se cumplieron.
Hay otra transición que tiene que ver con lo ambiental, a nivel global, producto del cambio climático, que también deriva en crisis ambientales. Siempre hay un a un acontecimiento climático y eso tiene impacto social y económico, que también generan una crisis o una situación de un escenario nuevo. Por último, estamos entrando en una tercera transición, que es en la producción y tiene que ver con la inteligencia artificial y todo lo que estamos atravesando, yendo a relaciones socioeconómicas distintas a las que nosotros crecimos, además de la revolución digital y las redes sociales.
APU: ¿En qué se traducen?
AF: Sobre esos procesos lo que se genera, sobre todo en las sociedades occidentales, es una percepción de que hay una pérdida de estatus social y económico. No sólo vivimos peor que nuestros padres, sino que no tenemos perspectivas de vivir mejor. Además, buena parte de los representantes, exponentes de este mundo de los últimos veinte años, que prometían una prosperidad, no están cumpliendo. Esa premisa se rompió y sobre ese malestar podemos establecer muchos sentimientos, todos malos, como bronca y ansiedad.
Es un análisis más de la psicología social, cuando un grupo personas aparece y señala un culpable muy identificable, muy fácil de señalar y acusar, es comprable. Todos los problemas tienen que ver con esta casta, que es la culpable de todos los problemas. Además, es un grupo de elitista, no te escucha, tiene su propia agenda, no tiene en cuenta tus particularidades y quiere imponer un estilo de vida. Ahí aparece esta idea del anti-globalismo. Es una élite que nos quiere imponer una forma de entender la familia y las relaciones sociales y con el ambiente.
APU: La agenda 2030.
AF: Sí, sintetizada en eso. La ultraderecha tiene esa capacidad de sintetizar todo en una serie de dispositivos: globalismo, agenda 2030, elite, casta. Eso es fácilmente vendible y es una de las explicaciones de por qué tiene éxito. Ha sabido construir un culpable y reducirlo a una serie de cosas fácilmente catalogadas, que tienen impacto en la sociedad.
APU: ¿La crisis del globalismo supone una vuelta al nacionalismo?
AF: Habría qué concepto de nacionalismo se está usando en ese sentido. Se han utilizado otros términos para hablar de esta característica de la ultraderecha, algunos hablan de nativismo. Sí hay una idea nacionalista de reivindicar la nación, pero en algunos casos no es un rechazo completo a lo que podemos llamar cosmopolitanismo u otro tipo de globalismo. Es una ultraderecha global, que construye redes y movimientos en ese sentido. No hay una idea de rechazar cualquier tipo de construcción global.
Hay una reivindicación de particularidades, tradiciones y un supuesto orden natural que quedó distorsionado, erosionado y corrompido. En algunos casos se combina una reivindicación de lo nacional y local con otra parte más aperturista, como Milei. Reivindica el libre comercio, la idea de integrar a Argentina en la economía global. Lo mismo pasaba con Bolsonaro. No hay si se quiere una suerte de nacionalismo puro, o habría que ver de qué hablamos cuando planteamos este nacionalismo de las ultras derechas.