Cambiemos: entre el veto castigo, las promesas incumplidas y la oscuridad
Por Sebastián Enricci
En los próximos días la efervescencia social tocará niveles históricos cuando en medio de la negociación con el Fondo Monetario Internacional el Senado trate en el recinto el proyecto de ley que retrotrae el aumento de las tarifas que ya cuenta con media sanción de la Cámara Baja.
De aprobarse en el Congreso Nacional el Poder Ejecutivo ya anunció que vetará la limitación a las subas de las tarifas, y será -quizás- en ese preciso instante en que los votantes del PRO y del colectivo electoral Cambiemos comprenda que cuando el estadista se subordina al hombre de negocios cualquier articulación de políticas públicas orientadas al bienestar social se hacen imposibles.
De tomar esta decisión el presidente, Mauricio Macri, habrá vetado en forma total 5 proyectos, a saber: la Ley de Emergencia Ocupacional, una modificación a la Ley de Contrato de Trabajo, Ley de la declaración de interés nacional de la protección de las personas portadoras de trombofilia, y la expropiación del Hotel Bauen.
Además se suman tres vetos parciales: un proyecto de ley que establecía un régimen jubilatorio especial para los ex combatientes de la Guerra de Malvinas, la Ley de Honorarios Profesionales de Abogados, Procuradores y Auxiliares de la Justicia Nacional y Federal; y el Régimen de Promoción de la Industria Naval; lo quecontabilizaría un total de 8 normas, entre las que se encuentran 5 que de haberse promulgado hubieran fortalecido la necesaria cohesión social.
Esta situación que otrora le valió el mote de Capitán Veto, por rechazar 128 leyes entre totales y parciales, mientras ejercía la Jefatura de Gobierno la Ciudad de Buenos Aires, esconde la doble naturaleza de castigar y demostrar la oscuridad que envuelve a todo Cambiemos y que subyace en el acto de prometer lo que sabían que no podían, ni querían garantizar.
Recordemos los spots de la campaña que repitieron hasta el hartazgo: “Seguirá fútbol para todos”, “No vamos a devaluar”, “Los trabajadores no van a pagar impuesto a las ganancias”, “Todos los maestros van a ser respetados, cuidados y bien remunerados”, “Vamos a trabajar para que nadie te persiga por pensar distinto”, “Garantizamos la libertad de expresión”, “Vamos a crear 500 mil nuevos empleos en el sector turístico”, “El Estado te va a proteger brindándote remedios y tratamientos de calidad para toda tu familia”, “Vas a poder iniciar tu emprendimiento o negocio en un solo día”, “Pobreza cero”, “Controlaremos la inflación en tiempo récord”.
En un rápido ejercicio de memoria ya comenzado su mandato las promesas aumentaron: “La lluvia de inversiones llegará durante el segundo semestre”, “El dólar no es un problema”, “Lo peor ya pasó” y lo cierto es que la cruda realidad muestra todo lo contrario y todavía le restan 18 meses de mandato.
Pero es aún más lamentable, porque como dice el refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, y aquí tenemos dos ejemplos en donde el por entonces candidato a la presidencia expresa con el cuerpo, con su mirada, su gesticulación y hasta con el tono de su voz lo que en realidad ocultaba con sus palabras.
Uno sucedió en una entrevista de Macri con la periodista Maria Laura Santillán (noticiero del trece) cuando una televidente, por medio de la red social twitter, le preguntó ¿Nos va a defraudar? y respondió: “No es la idea”. La otra con el periodista Jonatan Viale (en el canal de cable A24) ante la consulta ¿Se dice que serás un Presidente débil frente a las corporaciones, que te vas a dejar doblegar por los grupos mas poderosos de la argentina e internacionales? la contestación fue: “Vamos a ver”.
Ante lo expuesto le cabe a la sociedad toda (los hayan votado o no) la responsabilidad cívica de explicarle a la Poder Ejecutivo, a los legisladores tanto nacionales, provinciales y municipales de Cambiemos que cuando las promesas no son cumplidas se pierde su poder vinculante, se quiebra la confianza, se navega en un mar de inseguridad y se transforma en lo que propios y extraños ya reconocen: una gran estafa electoral.
Como resultado queda la imposibilidad de pronosticar las consecuencias de sus hechos políticos y de los procesos que han desencadenado, que serán la marca y guía de la indeclinable predestinación a una ,casi imparable, fatalidad.