¿Con reconciliación no hay paz?

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¿Con reconciliación no hay paz?

25 Abril 2014

Por Ezequiel Kopel

La amenaza fue clara. "Si hacen la paz con Hamas, olvídense de la paz con Israel". Eso es lo que parece pensar el primer ministro israelí Benjamín Nethanyahu respecto del acuerdo firmado el pasado miércoles 23 de abril por los representantes del presidente palestino Mahmoud Abbas con el movimiento político-religioso Hamás. Sin embargo, Nethanyahu, por lo bajo y en silencio, agradece este nuevo pacto de reconciliación, pues de esta manera puede seguir haciendo lo que mejor sabe por las políticas de paz en la región: nada. Vale recordar que Hamás se encontraba enfrentado con el grupo político-secular Fatah desde que este último desconociera su victoria en las elecciones legislativas en 2006, hecho que provocó una suerte de guerra civil en Gaza y que culminó con el ascenso al poder de los islamistas en la Franja a la vez que Fatah continuó su control político, como venía sucediendo, sobre una parte de Cisjordania.

Hasta hace unos días, el líder israelí era señalado y acusado por todos: la Unión Europea, los palestinos, los colonos israelíes, su propia coalición de gobierno y hasta por el mismísimo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que había estipulado el 29 de abril como fecha tope para alcanzar algún tipo de progreso, tras el nuevo fracaso en las conversaciones entre palestinos e israelíes. A Nethanyahu lo "corrían por izquierda" por su negativa de liberar a un grupo de prisioneros palestinos (medida acordada con Israel hace tiempo, junto al nuevo impulso en la construcción de los territorios colonizados y la exigencia de que se reconozca el carácter etnográfico-judío del Estado israelí). Hasta esta nueva tregua entre Hamás y Fatah, al líder israelí también lo "corrían por derecha" por el mismo caso de la liberación de presos -a quienes la derecha de su país considera "terroristas con sangre en las manos"- como precondición palestina para continuar las negociaciones.

Ahora Nethanyahu puede descansar tranquilo debido a que sus socios políticos y aliados naturales en su coalición gobernante de derecha (que hasta llegaron a amenazar con voltearlo parlamentariamente si continuaba con estas negociaciones y votaron unánimemente a favor de las suspensión de las conversaciones) pueden continuar echándole la culpa de todo a los "sospechosos de siempre" -los palestinos- quienes, por lo tanto, vuelven a una situación harto conocida -la de eternos culpables- esta vez por buscar su unidad política antes que cumplir con los dictados de Israel para alcanzar la paz.

El nuevo compromiso entre Fatah y Hamás le permite al gobierno israelí volver a usar la excusa de que no hay posibilidad de hacer la paz con los palestinos porque no hay palestinos con quienes hacer la paz. Con esa lógica perversa, se expresó Nethanyahu a través de Twitter, cuando días atrás escribió en su cuenta: "Abu Mazen (Mahmoud Abbas) prefiere la unidad con Hamás que la paz con Israel"; junto a la sugerencia agitadora: "Por favor, retweeteen". La posición de Israel es más que clara: busca la paz con los "palestinos buenos" de Fatah y no con los "palestinos malos" de Hamás. Y como para sellar tal afirmación y despejar todo tipo de dudas, Israel bombardeó Gaza -controlada por Hamás- sin motivo claro el mismo día de la reconciliación palestina, hiriendo a doce civiles, mientras que el jueves "sólo" amenazó a la Autoridad Palestina -dominada por Fatah- con sanciones económicas.

De todas maneras, la reconciliación entre Hamás y Fatah no es un pacto inquebrantable ni un hecho consumado y en el pasado ya han firmado sendos acuerdos, como el alcanzado en 2011 o los dos firmados en 2012,  luego incumplidos por ambas partes. Por lo visto, este último arreglo contiene los mismos errores expuestos en los pasados acuerdos de Oslo firmado entre israelíes y palestinos en 1993; es decir, es un pacto "vago" que deja de lado las cuestiones más delicadas del movimiento de resistencia palestino como la coordinación de seguridad interna con Israel,  el abandono de la violencia por parte del Hamás o, al menos, una especificación del tipo de acción conjunta a adoptar: boicot, resistencia armada o conversaciones de paz. Según lo dicho por los propios firmantes, el acuerdo habla sólo de una declaración formal de reconciliación junto a la formación de un nuevo gobierno de transición a formarse en cinco semanas y un esquema de tiempo para convocar nuevas elecciones en el transcurso de los próximos seis meses. Cierto es que lo firmado es una clara capitulación por parte de Hamás hacia Abbas y Fatah ya que lo expuesto en el documento compromete al movimiento fundamentalista a integrarse a la Organizacion para la Liberación de Palestina (OLP) y respetar los acuerdos alcanzados por la misma organización hace 21 años con Israel,  como el que reconoce el derecho de Israel a existir y la renuncia a la violencia para alcanzar la independencia palestina. En los meses venideros se verá cómo Hamás interpreta estos postulados.

Además de los progresos en la "unidad" palestina, el presidente Abbas necesita renovar su legitimidad ante los ojos de su pueblo ya que su periodo de gobierno se venció hace más de cinco años y las últimas elecciones del Consejo Legislativo Palestino (PLC), las cuales Hamás ganó, transcurrieron hace ocho años. Si Abbas necesita "apoyo" ¿qué necesita Hamás?  Dinero.  La ayuda de los países del Golfo se evaporó y el gobierno militar de Egipto le ha declarado una guerra silenciosa a este movimiento, a quienes ve como una prolongación de su odiados enemigos de la Hermandad Musulmana, destruyendo sus túneles de contrabando -la gran fuente de financiamiento de Hamás- y cerrando intermitentemente el  único puesto fronterizo que tiene Gaza como salida al mundo.  También esta "reconciliación" supone una respuesta. El mensaje de Abbas hacia Israel pareciera decir: "Cuidado, tenemos otras opciones. Si no hay paz con ustedes, habrá unidad entre nosotros". Y otro hacia Estados Unidos: "No hacen lo suficiente". No obstante, hasta que no haya elecciones ni gobierno de unidad, todo puede cambiar intempestivamente.

"El primer ministro de Israel y su gobierno han usado la división de los palestinos como excusa para no hacer la paz -dice Saeb Erekat, el jefe de los negociadores palestinos-. Esta vez quieren usar la reconciliación entre nosotros para el mismo propósito. Todo es tan absolutamente absurdo".

Mientras que el gobierno de Nethanyahu considera el acuerdo Fatah-Hamás como una amenaza, lo cierto es que, nuevamente, se trata de una oportunidad desprovechada.