Derribando mitos: la presión tributaria de Argentina está por debajo de Uruguay y Brasil
Por Carolina Fernandez*
En el marco de la discusión por la posible incorporación de un impuesto a la renta inesperada - surgida por el conflicto bélico entre Rusia-Ucrania - comenzó a circular en redes sociales y en algunos medios de comunicación un listado que contenía la supuesta totalidad de “impuestos” que existen hoy en Argentina. La información resultaba, al menos a primera vista, abrumadora: “165 impuestos”.
Sin embargo, al mirar con mayor detenimiento se evidenciaba que el listado incluía no solo impuestos sino también otros tributos. Sucede que dicho listado fue tomado de la publicación que realiza anualmente el Instituto Argentino a análisis Fiscal (IARAF) cuyo título original hace referencia a la cantidad de TRIBUTOS que existen en el país, entre los que se incluyen por supuesto los impuestos.
Según el análisis realizado desde el CEPA (Centro de Economía Política Argentina), del total de tributos presentados en dicho listado solamente un 35% corresponde a impuestos y el 65% restante se divide entre tasas municipales, contribuciones, cánones, derechos y fondos constituidos con algún fin especifico como fue por ejemplo el “Fondo de Emergencia por COVID-19”.
Si bien los impuestos son un tributo, no todos los tributos son impuestos. La diferencia central radica en que los primeros no tienen asociada ninguna contraprestación directa.
Con este tipo de operaciones, a todas luces se evidencia el interés deliberado por parte del arco político opositor en, por un lado, confundir a la población o público destinatario con información falsa o poco precisa y por el otro la clara intención de desviar el eje de la verdadera discusión sobre nuestro sistema tributario que es su regresividad.
Según datos de AFIP, de la recaudación pública el 71% corresponde a impuestos. Y más del 90% de dicha recaudación se concentra en 5 casos, encabezados por el IVA o impuesto al valor agregado que explica un 37% de la recaudación y se caracteriza por ser uno de los impuestos más regresivos que existen. Esto es así ya que este tipo de impuestos indirectos al consumo exigen que todas las personas paguen igual porcentaje (o alícuota) sin importar el nivel de ingresos que registren, lo cual lleva a que el peso de este impuesto sobre un salario menor sea mucho más grande que el peso del mismo impuesto en un salario más elevado.
A modo de ejemplo, en una compra donde el IVA es $4500, si la persona tiene ingresos por $45.000.- el peso del impuesto es del 10% sobre el salario. En cambio, si el salario fuese de $150.000.- el impuesto representa solo un 3% de dichos ingresos.
Al ser impuestos que suponen una mayor carga para aquellas personas que tienen menores ingresos decimos que se trata de un impuesto regresivo. Y en nuestro sistema tributario, la principal fuente de recaudación proviene de este tipo de impuestos.
Ahora bien, si miramos la presión tributaria de nuestro país (impuestos sobre PBI) tenemos que la misma se ubica en un 28,6% lo cual está absolutamente en línea con las economías de la región e incluso por debajo de Brasil (33%), Uruguay (29%) y el promedio registrado por la OCDE (33,8%) que a su interior contiene economías como la de Alemania (38,3%) o Italia y Francia cuya presión tributaria supera el 40% (45,4% y 42,9% respectivamente).
La verdadera discusión entonces en relación con nuestro sistema tributario no pasa tanto por la cantidad de impuestos (presión tributaria) sino más bien por revisar sobre quienes recae efectivamente la mayor carga tributaria.
A 2019, en Argentina solo un 38,8% de lo recaudado vía impuestos provenía de impuestos progresivos, es decir, impuestos dirigidos a quienes más tienen o más ganan. A 2020 ese porcentaje mejora levemente ubicándose en torno al 41%.
Los impuestos, además de ser una fuente de recaudación genuina por parte del Estado, constituyen una herramienta de política económica que puede utilizarse para reducir desigualdades estructurales. El dinero que se recauda por esta vía puede utilizarse directamente para llevar a cabo políticas económicas que busquen mejora las condiciones de vida de la población.
Podemos pensar entonces que evadir la verdadera discusión sobre el sistema tributario es, en algún punto, no querer discutir la desigualdad.
* Economista feminista e integrante del CEPA (Centro de Economía Política Argentina)