Gracias a la política, que nos ha dado tanto, por Magui Fernández Valdez
Por Magui Fernández Valdez | Ilustración: Nora Petrich
(La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora)
La política es intuitiva y nos necesita siempre alertas para complejizar los análisis. Es necesario romper con los enlatados ideológicos que vienen con una invitación a reproducir lógicas contrarias a nuestros propios ideales e intereses. Comparto algunas reflexiones para seguir pensándonos desde la política y desde la militancia.
Neoliberalismo go home
El 2020 y una pandemia sin precedentes en la memoria de los pueblos nos obliga a reflexionar sobre los efectos del neoliberalismo en un mundo agotado por la fricción y su desgaste.
Según el Banco mundial entre 2020 y 2021 va a haber entre 115 a 150 millones de nuevxs pobrxs extremos. En América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) vamos a tener 25 millones de nuevxs pobres y 15 millones de personas en situación de pobreza extrema.
Atravesamos un período histórico de cansancio de la hegemonía neoliberal porque se encuentran en crisis los instrumentos que este modelo usó para generar una proyección de futuro: el mercado sin dar respuesta a la pandemia y con sus lógicas puestas en crisis ante la necesidad de proteger a los pueblos y la globalización que dejó de contener a descontentes, de organizar a quienes tienen miedo y perdió su capacidad de calmar a les angustiades.
En este contexto es imprescindible que abordemos discusiones de fondo necesarias para modificar las condiciones de vida del pueblo: la economía bimonetaria que tenemos en nuestro país, la querella plantearia por el uso del excedente económico, cómo construir un sistema sanitario integrado y como intervenir en el sistema de patentes y en la industria farmacéutica, qué estrategias nos vamos a dar para que los discursos más fascistas no calen en la voz de nuestres propies compañeres y su crítica a los transfeminismos, qué vamos a hacer con la crisis ambiental y cómo nos vamos a garantizar estrategias de crecimiento económico que no vayan en detrimento del planeta, cómo vamos a fortalecer al sistema de partidos políticos y nuestras democracias, cómo encaramos una reforma judicial transfeminista que termine con un poder que imparte injusticia, entre otras. Tenemos que pensar en el diseño de un país descentralizado porque el actual es ineficiente e injusto.
En este momento en el que la promesa de felicidad neoliberal perdió la conducción del horizonte predictivo, es cuando aumentan nuestras posibilidades para que desde la conducción de las ideas, desde la organización comunitaria y desde la transgresión de las formas impuestas podemos regenerar horizontes de futuros posibles.
No ganó el discurso libertario
En un momento de crisis sobre las viejas certezas y ante la reducción de las posibilidades por predecir el futuro es común que puedan calar nuevas propuestas tanto progresistas como conservadoras. En este tiempo histórico es imprescindible que la conducción sobre el futuro regrese a los pueblos y apostemos a la innovación y a nuestra creatividad para producir los futuros que queremos.
En este contexto, la apuesta por una propuesta fascista en la Ciudad de Buenos Aires no sorprende y es una invitación por profundizar nuestros debates y encontrar estrategias de disputa de ese sentido común que en el cansancio y el descreimiento a lo que nos invitan históricamente las derechas y el neoliberalismo, buscan una apuesta distinta por cambiar sus condiciones de vida.
El neoliberalismo siempre fue hábil en perfeccionar sus estrategias y diseñar modos de apropiación de las luchas que se presentan como alternativas al sistema. Fuimos viendo en años cómo nos comimos la curva de leer a personajes como Daniel Lipovetzky como un aliado o a Silvia Lospenato como la primera feminista, cómo el discurso de la prioridad por lo individual estuvo por encima de las apuestas colectivas y cómo el capitalismo caló en discursos como “mi cuerpo, mi decisión” descontextualizando cualquier discusión.
La eficacia de su campaña residió en la capacidad de organizar prejuicios que se encontraban presentes en las personas y en trabajar en base a marcos interpretativos que ya se encontraban presentes. Estos marcos nos son propuestos sistémicamente y sólo pueden desarrollarse en sociedades estresadas, nunca a la altura de las obligaciones que contrae.
Lo peor que nos puede suceder como militantes es negarnos a discutir la realidad y es imprescindible que ante la avanzada de los discursos liberatarios podamos salir de la crisis de las ideas para proponer futuros donde cambiemos la lógica de libertades individuales por lógicas de emancipación e igualdad.
Militantes del Estado
Quienes venimos del peronismo y del kirchnerismo tuvimos siempre una fuerte convicción por el fortalecimiento del rol del Estado, por apostar a diseños de país que lo tuvieran como un actor central que pudiera redistribuir la riqueza, administra el vínculo con el mercado, gestionar lo público para ampliar derechos y construir un modelo de país que tenga como base la justicia social.
La crisis mundial que estamos atravesando hace un año y medio que es resultante de los abusos del modelo neoliberal nos pone frente a una gran oportunidad histórica: necesitar de un Estado protagonista que juega de 10 para salir de la pandemia. Fueron imprescindibles las medidas de inversión de dinero público para nacionalizar la pérdida de las empresas, para que haya préstamos, medidas económicas de inversión, la ampliación necesaria de un sistema público de salud que pudiera dar respuestas a todes y un plan de vacunación sin precedentes, entre otras medidas.
El resultado electoral nos muestra que esto no alcanzó y que hoy más que nunca tenemos que ser militantes del Estado, militantes de la cosa pública que requiere que pensemos al Estado en su dimensión comunitaria: dialogando con la gente, pensando políticas públicas que lleguen al bolsillo de todes, armando mesas de diseño de las políticas participativas que abran la escucha y rompan con la distancia entre funcionaries y pueblo, no especular con la inversión económica en un mundo donde cada vez es más difícil llegar a fin de mes y transformar la vida cotidiana de las personas.
Es necesario romper con la falsa dicotomía que nos atraviesa muchas veces a les militantes entre la función pública y la militancia política porque no hay mayor ámbito para potenciar nuestra militancia política y transformar la calidad de vida del pueblo que desde lo público, dejando de lado mezquindades y especulaciones. Estamos en un momento histórico en el que el protagonismo del Estado tiene que poder dialogar con el fortalecimiento de las soberanías territoriales y de cercanía para diseñar las políticas que garanticen el ejercicio de derechos de todas, todos y todes.
A meterle
Estamos en un momento que nos necesita siendo les mejores analistas, les más creatives, quienes podamos contagiar a quienes tenemos alrededor de lo profundamente revolucionario del proyecto transformador que construimos a diario. Las convicciones están intactas y la voluntad de transformarlo todo se potencian en la resistencia.
Venimos de la resistencia, es parte de nosotres. Resistir y regenerar los tejidos de lo que nos es propio: el compromiso inalterable de hacer hechos de la justicia social y la pasión intacta por defender nuestras ideas a fuerza de terquedad y pura convicción.
A militar y militar para recuperar el liderazgo en las ideas, construir las respuestas que la realidad que nos toca necesita y recuperar la política que es nuestra herramienta más potente para encarar la emancipación y la transformación social.