Javier Milei y el espejismo del libertarismo: la necesidad de construir una alternativa económica y política
La gestión económica de Javier Milei ha dejado al descubierto una alarmante desconexión con las realidades sociales y productivas de nuestro país. Lo que inicialmente fue presentado como una "revolución" liberal para romper con décadas de políticas que, según él, habían llevado al estancamiento, se está convirtiendo en un experimento fallido, marcado por el caos, la desigualdad creciente y una peligrosa erosión de las bases mismas de nuestro desarrollo económico.
La "teoría del derrame", disfrazada de libre mercado en su discurso, no solo ha fracasado en brindar soluciones a los problemas estructurales de nuestra economía, sino que ha profundizado las brechas sociales y económicas que históricamente han dividido a nuestro país. Ante este panorama, es imperativo que las fuerzas políticas, sociales y económicas progresistas construyan un frente sólido y amplio para enfrentar este modelo y proponer una alternativa que combine justicia social, desarrollo productivo y sostenibilidad.
Uno de los pilares centrales del modelo económico de Javier Milei ha sido la insistencia en dolarizar la economía. Este planteo, que desde su inicio careció de rigor técnico y estuvo basado más en un slogan de campaña que en un análisis profundo de la estructura económica argentina, está mostrando sus consecuencias más crudas. Esto no solo ha generado una inflación de precios dolarizados que escapa al poder adquisitivo de la mayoría, sino que ha terminado por desarticular cualquier política monetaria y fiscal que permita estabilizar la economía.
El resultado es una Argentina aún más dependiente del endeudamiento externo, con un Estado incapaz de intervenir para regular los desbalances y un sistema financiero que opera en beneficio exclusivo de las élites económicas. En este esquema, las pymes, motor de la economía nacional, se ven asfixiadas por la falta de crédito, mientras que las industrias locales compiten en condiciones desiguales con productos importados a precios irreales.
Este plan económico se encuentra erosionando nuestra soberanía económica. ¿Qué margen de maniobra tiene un país que ha renunciado a su moneda frente a las crisis externas? Javier Milei responde con un discurso agresivo, culpando a los "parásitos del Estado" y al "estatismo", pero evita responder cómo se puede sostener un modelo de desarrollo cuando las reglas del juego no las fijamos nosotros, sino los organismos internacionales y los mercados financieros.
Otra de las banderas que Milei ha levantado es la "reducción drástica del gasto público". Bajo la retórica del ajuste necesario, su gestión ha implementado recortes en áreas clave como la educación, la salud y la infraestructura, mientras privatiza o desarticula organismos esenciales para el desarrollo económico y social.
Esta política de ajuste no ha hecho más que ensanchar las desigualdades y dejar a millones de argentinos y argentinas sin acceso a derechos básicos. Las universidades públicas, históricamente un pilar de movilidad social y desarrollo científico, enfrentan recortes presupuestarios que las colocan al borde de la parálisis. El sistema de salud pública, que fue vital durante la pandemia, está siendo desfinanciado en un contexto donde los índices de pobreza y desnutrición crecen exponencialmente.
El discurso meritocrático de Milei ignora deliberadamente las condiciones estructurales que impiden que gran parte de la población pueda competir en igualdad de condiciones. La idea de que el "mercado" se encargará de resolver todos los problemas sociales es una falacia que la realidad se encarga de desmentir día tras día.
Quizás uno de los aspectos más preocupantes de la gestión de Milei es su visión profundamente extractivista y antindustrial. En su afán por liberar la economía, ha impulsado políticas que favorecen la reprimarización, debilitando aún más la ya golpeada industria nacional.
La alternativa industrialista
Argentina, que durante décadas buscó consolidarse como un país con un sector industrial fuerte, está viendo cómo este retrocede frente a la apertura indiscriminada de las importaciones y la falta de políticas que promuevan la innovación, la tecnología y la competitividad de nuestras empresas.
Lejos de fortalecer las exportaciones de bienes industriales, que generan valor agregado y empleo de calidad, Milei ha incentivado un modelo dependiente de la exportación de materias primas. Este enfoque no solo nos condena a la vulnerabilidad frente a las fluctuaciones de los precios internacionales, sino que también limita nuestra capacidad de crecimiento sostenible a largo plazo.
Para ser competitivos en el siglo XXI, necesitamos un modelo económico basado en la producción de bienes y servicios con alto valor agregado, apoyado en la ciencia, la tecnología y la innovación. No podemos construir un futuro próspero si desmantelamos los cimientos de nuestra industria y dejamos nuestras pymes al borde de la extinción.
Ante este panorama, las fuerzas políticas y sociales que buscan un modelo alternativo al de Milei tienen la responsabilidad histórica de unirse. La fragmentación y los intereses sectoriales no pueden ser excusa frente a la urgencia de construir un proyecto colectivo que represente los valores de justicia social, desarrollo productivo y democracia.
Este frente político debe trascender las divisiones partidarias tradicionales y convocar a todos los sectores comprometidos con un modelo de país inclusivo y productivo. Es necesario que las fuerzas progresistas, tanto a nivel local como nacional, se reúnan para discutir un programa de desarrollo económico que responda a las necesidades del siglo XXI.
El camino hacia una Argentina más justa y próspera pasa por construir un modelo económico que priorice la producción, el empleo de calidad y la equidad social. Esto implica:
1. Reindustrialización: Recuperar la industria nacional como motor del desarrollo. Esto incluye políticas activas para fomentar la inversión en tecnología, la innovación y la capacitación de la fuerza laboral.
2. Exportaciones con valor agregado: En lugar de depender de la exportación de materias primas, debemos diversificar nuestra matriz productiva y fortalecer las exportaciones de bienes industriales y servicios basados en el conocimiento.
3. Fortalecimiento del mercado interno: El consumo interno es un pilar clave para el desarrollo económico. Necesitamos políticas que garanticen salarios dignos, empleo de calidad y una redistribución justa de la riqueza.
4. Inversión en educación y ciencia: Un país que no invierte en educación y desarrollo científico no tiene futuro. Es fundamental recuperar la inversión en nuestras universidades, en la investigación y en las tecnologías estratégicas para el desarrollo nacional.
5. Políticas fiscales progresivas: Es necesario implementar un sistema impositivo que garantice que quienes más tienen contribuyan más, permitiendo financiar políticas sociales y de infraestructura esenciales para el desarrollo.
La gestión de Javier Milei no solo representa un retroceso económico, sino también un ataque a los valores de solidaridad, equidad y justicia social que históricamente han caracterizado a nuestro país. Frente a este escenario, no podemos quedarnos en la crítica. Es momento de construir un proyecto político que devuelva la esperanza a millones de argentinos y argentinas, que ofrezca una visión de futuro basada en el trabajo, el conocimiento y la justicia.
El desafío es grande, pero la historia nos ha demostrado que cuando las fuerzas progresistas se unen, pueden transformar la realidad. Hoy más que nunca, necesitamos ese compromiso. Argentina no puede permitirse otro experimento fallido. Es hora de construir un país para todos y todas.