El ausentismo: un golpe al corazón de la política partidaria

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    Foto: Manuel Fernández

El ausentismo: un golpe al corazón de la política partidaria

21 Mayo 2025

En esta elección, la política quiso ganar una pulseada con sus propios votantes: desdoblar y des-nacionalizar la elección en la Ciudad de Buenos Aires. Con distintas razones pero un fin en común, el PRO buscó asegurar una victoria que le permitiera negociar con mayor paridad con La Libertad Avanza procurando no embarrar la cancha frente a un posible acuerdo nacional, mientras que, el peronismo porteño buscó escindirse de su propia interna, centrándose en una agenda local, donde la gestión de Jorge Macri viene mostrando grandes carencias.

El resultado no dejó conforme a ninguna de las dos fuerzas políticas: el PRO perdió su bastión y el peronismo porteño puso la vara de triunfo tan alta que no pudo disimular el espíritu derrotista que impregnó en su bunker de campaña.

En este contexto, el ausentismo se impuso, superando el 53%, dejando más que claro que la ingeniería electoral se desarrolló sin tener en cuenta a su propia audiencia. Más allá del triunfo del propio Adorni, cabeza de lista de la Libertad Avanza, engrandecido al calor de la debacle electoral del PRO, el ausentismo también forma parte de la victoria del Gobierno. El hartazgo es algo que el sistema político aún tiene grandes dificultades para procesar. Si Mauricio Macri (en su momento) le ofreció al electorado otra forma de participar de política menos movilizada, Milei les dijo no hace falta. Frente a esa oferta, la oposición dejó evidenciada la grave desconexión que ostenta para leer el panorama actual. La estrategia que fracasó en 2023 es la misma que perdura hoy.

Una elección que midió su éxito en base a fracasos ajenos

Larreta no festejó su 8% sino el 15% de su ex partido. La Libertad Avanza celebró más la derrota del PRO que su propia victoria y, en ese contexto, el peronismo porteño no supo qué festejar, quizás, porque sobrevaloro el escenario. Quizás, parte del error estratégico radica en esa definición: dejar que los otros hagan, que ellos mismos fabriquen un escenario inédito. Más allá del resultado, esa decisión le robo a Santoro festejar una victoria: convertir al peronismo porteño en la primera minoría de la Legislatura. Y eso un poco demuestra que, por ahora, no hay plan a futuro solo cortoplacismo.

Dejando de lado las fuerzas que efectivamente entraron, el resto no logro destacarse y es que, la derrota de Marra también se explica en la derrota del PRO. El oficialismo nacional no solo salió primero sino que se edificó como única propuesta con capacidad electoral para enfrentarse al peronismo. Marra es una segunda marca, como lo fue Bullrich en la elección presidencial de 2023. ¿Por qué elegir a un liberal exiliado si podemos quedarnos con uno de verdad? Lo que sigue no es sorpresa, Principios y Valores, el partido de Guillermo Moreno, incrementó su caudal electoral pero no le alcanzó. Pudiendo ampliar su retórica, Alejandro Kim apeló al peronómetro y en esa chicana que funciona mediáticamente queda evidenciada la falta de propuesta y de proyecto. Algo parecido paso con Caruso Lombardi y el hit de la cárcel flotante. No digo que eso únicamente explique la baja performance sino que abonan al mismo problema: el hartazgo se mide en base a propuestas y debates que no interpelan a nadie.

¡Ojo a no comerse la curva! El no triunfo de Santoro no se explica por las candidaturas de Abal Medina ni de Kim. Pero, sin dudas, son una alerta tanto para las elecciones locales de la Provincia de Buenos Aires como para las nacionales. El peronismo no tiene margen para imponer una agenda que no sea la nacional y, para eso, deberá apurar debates internos. El acuerdo no puede ser netamente electoral sino que tiene que ser de contenido. A nadie le importa la discusión que quieren imponer los partidos. De la misma manera que una parte de la ciudadanía no entiende la interna entre La Libertad Avanza y el PRO, tampoco entiende la del peronismo.

Hubo un momento en que el PRO podía dar catedra del uso estratégico de las PASO para dirimir algunos debates reales y otros escenificados. Bueno, sin esa herramienta, el partido de Mauricio Macri perdió la magia. Un poco de eso mezclado con una búsqueda personal del mismo Macri que era difícil de llevar adelante. Cobrar las regalías por el triunfo de un gobierno que no es propio pero sin pagar los costos y sobrevivir en el intento. Algo de eso también le paso al kirchnerismo con el fracaso de Alberto Fernández, esas delgadas líneas grises, a veces, simplemente no existen. Con este antecedente tan a mano, la interna del peronismo no atrae ni convoca, parece más un debate de operadores políticos que de cara a la ciudadanía. Frente a este panorama, las posibilidades empiezan a achicarse: o se discute para adentro o le encuentran la vuelta. Si la confrontación electoral se materializa, entonces, tiene que haber proyectos nacionales distintos sino las diferencias no se entienden. Lo mismo corre para Macri, que estaba más acostumbrado a la fragmentación del peronismo que a la de su propio partido. A veces, la depuración partidaria juega en contra.

La candidatura de Santoro: ¿ganancia o pérdida para el peronismo porteño?

El rol de Leandro Santoro no amerita demasiadas reflexiones. Sin dudas, es mejor que otros candidatos que lo antecedieron, aunque tampoco haya mucho mérito en esa afirmación. Su incorporación a las filas del peronismo porteño en 2015 fue un intento gestual por representar algo más. Un camino parecido al que Cristina tomó con Alberto Fernández o Néstor Kirchner con Julio Cobos. Emular aquel frente con el que gobernó Santa Cruz fue una búsqueda que no consiguió el mismo éxito a nivel nacional. En esta comparación apurada no busco equiparar a los tres candidatos sino más bien trazar una intención que no es nueva dentro del peronismo. Más allá de los nombres propios, hay un debate pendiente que trasciende al propio Santoro y tiene que ver con la representación y con el proyecto.

Después de la experiencia del FREPASO, nos encontramos con un porcentaje oscilante entre el piso y el techo que ha cosechado en peronismo porteño: tres legisladores más o tres menos. Lammens sobrevivió una elección, se fue como Ministro y después habitó la política desde una banca, lo más parecido a un exilio mediático. Algo parecido pasó en su momento con Juan Cabandié y Filmus. No hay proyecto político para la Ciudad sino una pasarela de candidatos con poca paciencia y vocación. Aún Santoro tiene que demostrar eso, si él tiene más para ofrecer que quienes lo hicieron antes que él pero para eso, sin dudas, necesita más paciencia que la que demostró en su bunker el domingo pasado. También deberá demostrar si, más allá de las tácticas obvias para lavar la identidad partidaria -nuevo slogan, un color verde por demás saturado y su radicalismo alfonsinista- puede convocar algo por fuera de lo que todos los candidatos del PJ porteño (con más o menos eficacia) han convocado. Y en esa convocatoria se juegan dos condicionantes: la convocatoria electoral y la política.