Macrismo: avanzar retrocediendo, pero no todos los días
Por Juan Ciucci
Como si no alcanzara con sus propias acciones, algunos aliados le siembran el camino de aclaraciones inoportunas a Mauricio Macri. En este caso es la tribuna de doctrina, con un artículo de Mariano Obarrio (famoso por patear puertas en Casa Rosada cuando no le respondían lo que quería escuchar y organizar un cacerolazo contra CFK cuando visitó Nueva York en 2012).
"Está bien la imagen de reconocer los errores y enmendarlos. Pero no se puede hacer todos los días", le dice un “funcionario autocrítico” a Obarrio. Hermosa definición de la real politik macrista que aflora en estos días.
Y esto aparece dicho luego de la lista de errores que La Nación enumera:
“Por el decreto simple 83/2015, el 14 de diciembre último el Presidente designó en comisión a dos nuevos miembros de la Corte Suprema y provocó el rechazo del peronismo y de varios aliados de la UCR. Depende de ellos a fin de obtener el acuerdo para esos jueces con dos tercios del Senado. Dos semanas después, por el DNU 267, el Poder Ejecutivo reformó por decreto las leyes de medios audiovisuales y de telecomunicaciones y unificó la Afsca y la Aftic en un solo organismo. Esto fue impugnado en la Justicia y seguirá su trámite en Tribunales. Hace dos semanas, Macri decretó el aumento de la coparticipación a la Ciudad y despertó el reclamo de las demás provincias. Por otra parte, en pleno enero, tras la triple fuga del penal de General Alvear, la Casa Rosada anunció la recaptura de los tres fugitivos y sólo se había detenido a uno. Todos esos conflictos tuvieron alto voltaje y fuerte desgaste. En medio de ello, el Poder Ejecutivo anuncia todos los días despidos de empleados contratados y desencadenó un conflicto gremial con ATE, que denunció que no todos son "ñoquis" y prepara medidas de fuerza”.
Cortito y al pie, parece un reto en público al niño mimado, que ya cometió demasiados traspiés. Mejor armar una "mesa política" para “discutir preventivamente la mejor manera de instrumentar y comunicar las decisiones y decretos más conflictivos”. El conflicto es el ajuste, y hay que saber comunicarlo.
“Según pudo saber LA NACIÓN”, dice Obarrio, “Macri tomó conciencia del riesgo de repetir estas desinteligencias y comenzó a reunir a su mesa chica en la Casa Rosada, después del foro de Davos, y en forma periódica. Participan de manera permanente el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. También integran esa mesa tres influyentes funcionarios: los secretarios de Gabinete, Gustavo Lopetegui; de Coordinación Administrativa, Mario Quintana, y de Comunicación, Jorge Grecco. Existen otros ministros que son participantes rotativos, se los convoca según el tema de cada encuentro: entre otros asistieron Alfonso Prat-Gay (Hacienda y Finanzas), Jorge Triaca (Trabajo), Juan José Aranguren (Energía) y Fernando De Andreis (secretario general de la Presidencia)”.
El artículo no sólo resulta interesante por los vericuetos que ofrece (el chusmerío que tanto les gusta a los acreditados permanentes en la Rosada); sino también por las definiciones que el “sentido común macrista” viene imponiendo y que la tribuna de doctrina parece gustosa compartir. “Si bien Macri y Peña consideran que la gestión y la comunicación deben reemplazar a la política, en los primeros dos meses de gobierno la mala praxis política desató crisis con fuertes costos políticos”. Es la política, estúpido; volvamos a decirles.
Si debiéramos creerle a los textuales, las fuentes son otros quintacolumnistas del oficialismo: “se busca un análisis preventivo para pulir políticamente decisiones que puedan afectar la relación con los gobernadores, sindicatos, partidos de la oposición o que impacten en las encuestas", confió un ministro.
Gobernadores, sindicatos, oposición y encuestas; el universo del cambio. No todo se resuelve con la comunicación, pero parece que se levantan las alarmas por los “errores no forzados” que vienen complicándoles el partido. A Cambiemos y a sus aliados, que se van poniendo impacientes, podemos leer.