Marcos Novaro: reflexiones arcaicas y autoritarismo del presente
En una columna de opinión publicada recientemente en la web de canal Todo Noticias (TN), firmada Marcos Novaro se insiste en reponer una analogía perimida y abandonada hace décadas por la academia y por la casi totalidad del campo político: la que emparenta al peronismo con los totalitarismos europeos. La cadena de equivalencias, criticada por el autor, es utilizada con analogías impropias de las ciencias sociales generando un efecto de igualación que parten del fascismo y el nazismo para emparentarlo con el peronismo y el kirchnerismo.
El texto, tal vez por la reducida cantidad de caracteres a disposición, trasunta un reduccionismo y liviandad donde sólo se expresa claramente la voluntad de estigmatización e infantilización. Centrada en la figura de Andrés “Cuervo” Larroque pero proyectada al conjunto de “adictos apasionados” que conforma la militancia del espacio político que reconoce en Cristina Fernández a su conducción. Se agravia así a la única identidad política que expresa al menos una voluntad por la justicia social. Procura impugnar la defensa que Larroque hace de la Vicepresidenta de la Nación al remarcar su condición de perseguida política por el poder económico, mediático y judicial. Hasta ahí, nada novedoso. Prosa común entre la intelectualidad de Juntos por el Cambio haciendo relucir sus prejuicios anti peronistas desde un medio poderoso.
No soy lo que soy, declama, invirtiendo el orgullo para ocluir la perspectiva desde donde se construye el discurso. Estas opiniones independientes son un engranaje más de la maquinaria compuesta entre medios de comunicación (y su intelectualidad orgánica), servicios de inteligencia y un sector del sistema judicial. Articulan y sincronizan perfectamente sus pasiones, transmutando al poder judicial del Estado de Derecho en un régimen a la carta de los intereses discrecionales del poder fáctico.
La nota busca acusar al amor como como base de una pirámide de odio. Pero los movimientos populares construyen condiciones para ampliar derechos, eso siempre implica procesos sociales de conquistas y gratificaciones. El nudo constitutivo está en la idea de justicia social y en la conformación de una sociedad más equitativa. Lo antagónico a los procesos de construcción de odio y miedo basados en la inequidad y quita de derechos propios del neoliberalismo.
Los escasos renglones donde el autor plantea su opinión nos permiten avizorar un modelo de sociedad y de espacio público que anida en ese pensamiento.
Se niega la legitimidad del vínculo afectivo como fundamento, o al menos como componente, del accionar y del liderazgo político. Reponiendo un antagonismo arcaico entre pasiones e instituciones, rechaza cualquier tipo progresividad en las primeras, colocando en el frío engranaje administrativo y en su eficaz funcionamiento el ideal a lograr. De este modo, la utopía que se nos propone es la de una política desapasionada, aséptica, basada en una supuesta pura tecnocracia racional al que se concibe como garante último de la objetividad y la justicia, pero que, sin embargo, siempre es orientado por los intereses de los poderosos.
Desde esa perspectiva se intenta legitimar un mundo social en el que las instituciones y los sentimientos o las pasiones no solo no confluyen, sino que directamente no tienen un solo punto de contacto. Su posición intelectual extrañamente aún sostiene esta división ficticia, deudora de las aristas menos interesantes de la filosofía liberal.
Al referirse a la aparición de una serie de fotos que muestran al fiscal Diego Luciani, al juez Rodrigo Giménez Uriburu -que integran el tribunal que juzga a Cristina- y al camarista Mariano Llorens -que sobreseyó a Mauricio Macri en la causa del espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan- jugando al fútbol en la quinta Los Abrojos, propiedad del expresidente, Novaro asegura que las mismas no prueban nada y que pretender deducir de las mismas una relación de familiaridad entre el jefe del PRO y un sector del Poder Judicial es parte de una “fantasía conspiranoica”.
De este modo expresar amor y reconocimiento a una expresidenta es gravísimo, pero los vínculos pornográficos entre el macrismo y altos funcionarios judiciales, que comparten o cumplen con el objetivo de perseguir a la Vicepresidenta, son un detalle menor. Curiosa concepción del buen funcionamiento institucional.
Se reproduce otro viejo apotegma gorila: la irracionalidad y el fanatismo es del pueblo y de la dirigencia peronistas. Se recurre a argumentos psicológicos para explicar la política. “Acérrimo”, “incondicional”, “ciego”, “adicto”, son solo algunos de los epítetos que le dedica al ministro Larroque. A través de una serie de adjetivaciones (muy pasionales) se configura un discurso que poco tiene que ver con la reivindicación científica.
La columna de opinión afirma que el lawfare no existe “es sólo una fantasía cuasi paranoica” nos dice. Así como tampoco existen las causas archivadas de Mauricio Macri, la deuda del Correo, los 45 mil millones de deuda y los jueces de Comodoro Py y la Corte Suprema nombrados de forma aviesa los primeros, y por decreto los segundos…
El círculo rojo, basa su poder en la acumulación de una base material que le permite incidir y condicionar la vida cotidiana del conjunto de los argentinos. A diferencia de ellos, las clases populares tienen como única forma de acumulación la organización, movilización y constitución de demandas, es decir fuerza política. En América Latina la forma de condensación, articulación y posibilidad de hacer efectivo ese poder se dio y se da a través de los liderazgos populares. Desde el poder fáctico que antagoniza y disputa intereses con esas configuraciones políticas se busca destruirlo deslegitimando esa modalidad de representación. Ya no acuden a dictaduras sangrientas, aggiornados a los nuevos pactos democráticos de la época, sino que construyen climas de disconformidad, miedo y odio con golpes de mercado de variada intensidad, y principalmente, a través de la persecución mediática judicial con la que pretenden deslegitimar, estigmatizar y proscribir a esos dirigentes. Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Cristina Fernández de Kirchner en nuestro país, dan cuenta de una estrategia para la región que busca disciplinar a la política utilizando un sistema judicial amañado.
El marco desde donde pública la nota no es aleatorio, tanto la señal Todo Noticias como La Nación + son las usinas centrales en la producción de discursos de odio, desinformación y falacias que involucran a operadores judiciales, agentes en las plataformas digitales y divulgadores de turno que muestran una pasión desenfrenada por el daño a Cristina.
La comparación entre el peronismo y los autoritarismos europeos, impropia del universo académico actual, reaparece como homología liviana en el artículo de Novaro. La vastedad de estudios y libros publicados a lo largo de los años debiera eximir las aclaraciones al respecto, solo señalaremos parte de la construcción de sentido legitimado desde hace tiempo en el ámbito intelectual.
- El peronismo, sin dejar de ser nunca un movimiento policlasista, se apoyaba fundamentalmente en los sectores populares, específicamente –pero no solo- en los trabajadores. En Europa, esa base social era la que nutría las filas del comunismo y de la socialdemocracia, pero no del fascismo.
- El peronismo llegó siempre al poder mediante elecciones libres y en dos ocasiones (1955 y 1976) fue desalojado del manejo del Estado mediante golpes cívico-militares violentos promovidos por las clases dominantes en alianza con sectores de las Fuerzas Armadas, el último de los cuales perpetró un régimen terrorista con el propósito de reestructurar en clave regresiva la Argentina que había nacido con Perón. Cualquier tipo de comparación entre este esquema y el de los totalitarismos europeos es improcedente.
- A diferencia del fascismo y el nazismo, el peronismo no representó un nacionalismo agresivo, expansivo y chauvinista, sino otro de tipo popular, pacífico e inclusivo, que cultivaba la autoafirmación de los valores propios en el marco de las relaciones amistosas y fraternas con todos los pueblos del mundo.
- El peronismo representó un proceso de democratización e inclusión social sin precedentes en la Argentina. En dos ciclos, del 46 al 55 del siglo pasado y entre el 2003 y el 2015 del actual. Sectores que históricamente habían sido postergados y apartados de cualquier tipo de participación en el espacio público y en la vida política, fueron convocados a protagonizar un nuevo tiempo en el marco de una comunidad organizada que contemplaba los intereses de todo el pueblo argentino. Ejercer el derecho a la identidad auto percibida, el matrimonio igualitario y pensar la comunicación desde un paradigma de derechos humanos dan cuenta de la voluntad política inclusiva. La oligarquía (el círculo rojo hoy) y los imperialismos fueron y son quienes se oponen a ese desarrollo y no quienes lo sustentaban, como sí pasaba en el caso de los autoritarismos italiano ya alemán.
En síntesis, desentendiéndose de cualquier rigor en el uso de las categorías analíticas –y banalizando el genocidio y la tragedia-, se califica como “fascista” a cualquier movimiento que reivindique los sentimientos y las emociones como parte del quehacer político y que se proponga discutir los fundamentos y objetivos de la república liberal conservadora. De este modo, el discurso que el artículo de referencia enarbola empobrece el debate y el espacio público, al acusar de fanáticos, irracionales y autoritarios a quienes proponemos un país más justo, en todo el sentido de la palabra.
Lo preocupante es que, mientras los cuadros intelectuales de la alianza opositora dicen estas cosas, la dirigencia de Juntos por el Cambio (halcones y palomas) plantea a viva voz que la solución a todos los problemas de la Argentina es un gran acuerdo político que excluya al kirchnerismo, dando lugar así a concepciones realmente autoritarias, que nos retrotraen a los momentos más oscuros de nuestro país. Plantean no sólo la exclusión política actual, sino borrar la experiencia política más progresista e igualitaria de todo el período democrático post dictatorial.
La vigorización del debate, el fortalecimiento del espacio público, el intercambio de ideas y la participación de todas las voces es el único modo de consolidar una sociedad democrática, basada y dirigida por la voluntad popular expresada en las urnas. Sería muy triste descubrir que, en cambio, desde la derecha se añora la Argentina del peronismo proscripto. Los sectores populares militantes del proyecto nacional frente a la complejidad de escenario avizoran la posible concreción de la abierta persecución y voluntad de proscripción a Cristina Fernández de Kirchner. Pero también vislumbran, parafraseando al Indio, “cuando la noche es más oscura se viene el día en tu corazón”.
(*) Decano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) entre 2014 y 2018. Docente e investigador UBA/UNLa.