Perón-Montoneros, Rebord y Vaca Narvaja: una mirada crítica, por Aldo Duzdevich

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    Marcha de Montoneros (1973)
    Foto: archivo

Perón-Montoneros, Rebord y Vaca Narvaja: una mirada crítica, por Aldo Duzdevich

12 Agosto 2022

Tres largas horas de reportaje - por YouTube -  al ex jefe montonero Fernando Vaca Narvaja. Un joven periodista, extasiado escuchando anécdotas de una guerra llena de heroísmo, que se la perdió por nacer 30 años después. Como novela de acción, es una charla atrapante. Tiene todos los ingredientes, el “muchachito” (que todavía conserva pinta) perseguido por los malos, que se mete en grandes episodios de acción, como la fuga de Rawson y siempre sale ileso o con lesiones leves. Que además tiene una bella mujer y una hermosa familia que lo acompaña por el mundo, en su periplo de aventuras militante.  

Cuando el extasiado periodista se anima con una pregunta fuerte, ¿vos mataste a alguien?, la respuesta es: “bueno...no se si mate o no, siempre fue en enfrentamientos, ... cara a cara, nunca a sangre fría”.  Pero el joven periodista no se anima, o ni se le ocurre, preguntar si él compartió la orden de acribillar a balazos a unos dirigentes sindicales como Rucci y otros; o a un viejo dirigente radical como Mor Roig; u ordenar aniquilar a simples policías de la esquina, o a directivos de una empresa, o de fusilar a otros militantes.  

Si el joven periodista tuviese más elementos, y hubiese preguntado por esas muertes no “cara a cara”, la respuesta hubiese sido: “Eso fue una guerra, ellos nos mataban a nosotros y nosotros a ellos, de doce integrantes de la conducción nacional de Montoneros, nueve están muertos, y yo podría ser un muerto más”.  

Olga Ruiz, Investigadora de la Universidad de la Frontera, Temuco, al analizar lo ocurrido en los años 70 en Chile expresa: “Los grandes relatos sobre nuestra historia reciente se han construido centrados en el heroísmo y la victimización, esquema binario que se afirma y consolida en la figura del traidor. Se trata en realidad de una triada (héroe-víctima-traidor) en las que el quebrado concentra -como un chivo expiatorio- las contradicciones, los fracasos y la derrota de la izquierda chilena”. “Es más sencillo atribuir la caída sostenida de militantes a unos cuantos traidores que analizar críticamente las políticas adoptadas por las dirigencias de las organizaciones revolucionarias.” 

Y, el ya abuelo Fernando Vaca Narvaja, lejos de esbozar alguna reflexión madura sobre la tragedia que nos tocó vivir, se ata estrictamente al relato: héroes, los que sobrevivieron como él, victimas los desaparecidos; y traidores, una larga lista, empezando por Perón.  

Repite un relato casi de Billiken “nosotros dimos la vida y lo trajimos a Perón” , “pero en Ezeiza ya tuvimos nuestra primer decepción”,  “nosotros éramos muy jóvenes y Perón era muy viejo”, “nadie nos echó de la Plaza, el pueblo se fue solo”, “Perón se dio cuenta de su error y pidió una reunión con Norma Arrostito y conmigo”.  O sea, un relato con enormes omisiones, como por ejemplo lo que dirá años después, otro ex montonero, Juan Gelman:  “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia de la clase obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Cuando se produce lo de Rucci en septiembre de 1973 y lo de Mor Roig después, hay gente de distinta procedencia que no está de acuerdo. Como conclusión, lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media”.  

Ya el relato arranca con una enorme omisión histórica, producto del ombliguismo de las elites intelectuales clase medieras. “Nosotros trajimos a Perón”. Eso excluye los 18 años de Resistencia Peronista, de los cuales FAR y Montoneros, participaron los últimos dos (1970 a 1972) . Resistencia Peronista que no tuvo como protagonista a los hijos de clases medias y altas convertidos en guerrilleros, sino fundamentalmente a los trabajadores, a los hombres y mujeres mas humildes del pueblo, y a dirigentes sindicales, muchos de los cuales van a terminar bajo las balas de la “justicia popular” de los nuevos jacobinos de la guerrilla.  

Dice Vaca Narvaja, “de 1973 a 1975 tuvimos más bajas que en la dictadura anterior”. Omitiendo decir que estábamos en gobierno constitucional, que ni con Perón en vida dejaron de “ajusticiar” a sus enemigos políticos internos. Que en septiembre del 74 pasaron a la clandestinidad. Y que entre las “bajas” , estuvieron sus muertos del asalto al cuartel militar de Formosa, donde mataron a once inocentes colimbas, nacidos y criados en la pobreza del monte formoseño.  

No cuenta Vaca Narvaja que Montoneros recibió con entusiasmo el golpe del 24 de marzo, en el convencimiento de que “ahora si” el pueblo se iba a sumar masivamente a la lucha guerrillera. Que el mismo repetía la frase “que grave error cometieron los milicos, ahora los tenemos servidos”.  

Que en sus documentos internos, daban por muerto al peronismo y anunciaban el nacimiento del nuevo movimiento nacional, el montonerismo, legitimo heredero y superador del viejo peronismo.  

Lo malo de este relato, con tanta carga emocional de héroes y víctimas, es que insiste en dar como verdades sus errores políticos, que tuvieron como desenlace una durísima derrota con miles de jóvenes muertos. Dice Vaca Narvaja, “Perón tenía el concepto de que entre en tiempo y la sangre, prefería elegir el tiempo… y estaba equivocado”. Según lo explicó él mismo, Perón no quiso llevar la Argentina a una guerra civil en 1955, que hubiese costado un millón de muertos. En cambio, Montoneros si quiso ir a una guerra revolucionaria a partir de 1974/75, que nunca fue guerra, y que a partir de 1976, se convirtió en una cacería de jóvenes militantes, que no quisieron o no pudieron salir del país.  

En 1977 Firmenich dirá a Gabriel García Márquez: “Desde octubre de 1975, nosotros sabíamos que se gestaba un golpe militar para marzo del año siguiente. No tratamos de impedirlo porque al fin y al cabo formaba parte de la lucha interna del movimiento peronista. Pero hicimos nuestros cálculos de guerra y nos preparamos para sufrir mil quinientas bajas en el primer año. Si no eran mayores, estaríamos seguros de haber ganado. Pues bien: no han sido mayores. En cambio, la dictadura está agotada, sin salida, y nosotros tenemos un gran prestigio entre las masas y somos una opción segura para el futuro inmediato.” 

En esa misma línea de Firmenich, cuando Vaca Narvaja dice que la “contraofensiva fue un éxito” y el periodista pregunta “¿pero a qué precio?”, el ex jefe del Ejército Montonero responde con naturalidad “al precio que pone un proceso de lucha contra una dictadura” . Es decir, los 80 desaparecidos de la contraofensiva son “bajas”. Es el mismo tipo de cuenta que hace cualquier militar, cuando planea un desembarco en una playa enemiga, cálculo de bajas… 

Pero las eufemísticamente llamadas “bajas”, que son jóvenes militantes secuestrados, torturados y asesinados por los militares, tienen para la conducción montonera un importante sentido político: construir prestigio en base a la cantidad de muertos entregados a la revolución. El ex-”teniente” montonero Miguel Fernández Long (en Sudestada Nº145) relata una charla con Firmenich en Roma en febrero 1979 : “Éramos un grupo de compañeros qué estábamos por partir a la Argentina o se suponía que íbamos a partir. Entre ellos estaba Gelman y Galimberti quién le pidió a Firmenich pastillas de cianuro, por si nos emboscaban en la frontera. Firmenich le contestó que no y le dijo: 'Para nosotros un Galimberti muerto por la pastilla no tiene ningún valor. En cambio un Galimberti muerto combatiendo sí, nos da un rédito político'. Si yo tenía todavía alguna duda, esa frase me la quitó. Firmenich era un tipo convencido de que la representatividad política se lograba trepando sobre los muertos.” 

Esta lógica de Firmenich impregnó el discurso de la supervivencia montonera. Yo que suelo debatir con algunos de ellos, arrancan la discusión diciendo “vos no podés negar que la gran mayoría de los muertos los pusimos nosotros”. Y es totalmente cierto que la enorme mayoría de los desaparecidos son militantes vinculados a Montoneros, muchos de ellos, jóvenes recién integrados de la UES y de la JUP, que solo hacían tareas de superficie. Pero, para una organización revolucionaria derrotada política y militarmente, tener miles de muertos no debería mostrarse como un éxito, sino todo lo contrario.  

El éxito de la contraofensiva 

De la extensa charla de Vaca Narvaja, la frase que levantaron todos los medios fue: “La contraofensiva fue un éxito”. No dio muchas explicaciones del por qué; solo que “en esa época comenzaban las luchas de los trabajadores, luego viene Ubaldini” , “nosotros golpeamos al poder económico”.  El periodista dando por descontado el éxito, preguntó ¿pero a qué costo? , “al precio que pone un proceso de lucha contra una dictadura” fue la respuesta.  

Comencemos por decir que la palabra contraofensiva se hizo conocida recién a partir del 2003 con el libro de Cristina Zucker “El tren de la victoria” y luego con las detenciones de ordenó el juez Bonadio ese mismo año. Pero, en los años que sucedió 79/80 no hubo mayor repercusión, que las noticias de tres atentados, que más que debilitar, fortalecieron al ala dura del gobierno militar que renacía en su “lucha contra la subversion”. Pero a nivel de la opinión publica general y de los sectores de militancia que retomaban el activismo político, no solo no hubo simpatías,  sino todo lo contrario, porque daba excusas a los militares, para volver a la represión dura.  

Entonces volvemos a lo mismo. La importancia de la llamada contraofensiva reside en la cantidad de “bajas”. Ochenta militantes secuestrados y asesinados. Ochenta familias como las de Zucker que perdieron sus hijos. Del otro lado dos atentados frustrados y un empresario muerto.  

La primera fase de la contraofensiva fue llamada de agitación y por suerte menos cruenta. Consistió en media docena de células, que llegaron del exterior y cuya actividad consistía, en colocar un aparato emisor, que en un radio de 5 a 10 manzanas interferia la señal de TV y pasaban un discurso grabado del “Comandante en Jefe del Movimiento Montonero Mario Firmenich”. Un inconsistente remedo, de las cintas grabadas que mandaba el General Perón desde Madrid, en los años de Resistencia.  

En un segundo momento, entraron al país las tituladas TEI, Tropas Especiales de Infantería. Células, de una docena de noveles militantes entrenados en el Libano, que tenían por objetivo realizar un atentado y retirarse al exterior.  

El 27 de septiembre de 1979, un pelotón de Montoneros atacó la casa de Guillermo Walter Klein, que era secretario de Estado de Programación y Coordinación Económica. Mientras él se encontraba en la planta alta con su esposa y sus cuatro hijos, de entre 12 años y meses de edad, el comando colocó explosivos en la planta baja. La vivienda quedo totalmente destruida, pero milagrosamente Klein y toda su familia salio ilesa, después de estar varias horas bajo los escombros solo resultaron muertos en el tiroteo inicial, dos custodios de la policía federal. 

El 7 de noviembre, un pelotón de la TEI, intentó ejecutar a Juan Alemann, funcionario del área económica. Atacaron el automóvil en que viajaba con disparos de fusil, y con un lanzacohetes con  un proyectil antitanque Energa. Resultaron heridos al chofer y el custodio.  Sin embargo,  Alemann resultó ileso y a las pocas horas estaba trabajando en su despacho. 

Finalmente, el 13 de noviembre, el grupo 3 de las TEI atacó en pleno centro de Buenos Aires al empresario Francisco Pío Soldati. Primero, interceptaron el automóvil en el que viajaba y acribillaron a Soldati y su custodio.  Cuando una militante montonera bajó de una camioneta para colocar una bomba en el automóvil, trastabilló y le estalló en sus manos; a raíz de la explosión murieron tres guerrilleros y dos quedaron heridos y aturdidos en el lugar quienes fueron detenidos y permanecen desaparecidos.  

El atentado contra la familia Klein generó duras críticas internas. Era la primera vez que una organización guerrillera en Argentina decidía atentar contra niños. En un documento critico conocido como “Documento de Madrid” del 4-12-79, que lleva las firmas de: Miguel Bonasso, Jaime Dri, Gerardo Bavio, Daniel Vaca Narvaja, Pablo Ramos y Olimpia Diaz dicen lo siguiente: “Hay que explicitar un cuestionamiento a la operación contra la familia Klein.  Si nuestro objetivo, era matar a toda la familia, como lo aseguro recientemente un compañero de la Conducción Nacional, implica un grave error de concepción.  Porque la ejecución deliberada de niños, nos descalifican ante las masas, y favorece la propaganda del enemigo. Porque nos iguala a las reglas de juego del enemigo, que son terroristas. Porque cuestiona innecesariamente nuestra campaña internacional en materia de Derechos Humanos.” 

Entonces volviendo a la palabra “éxito” de la contraofensiva, digamos que el saldo en lo militar fue   un empresario y cuatro policías muertos, al costo de ochenta montoneros muertos y desaparecidos. 

Si lo vemos desde lo político, la sociedad lo recibió en el mejor de los casos con indiferencia y en muchos mas, con rechazo a semejante despliegue de violencia. Incluso la dirigencia gremial que en ese año iniciaban una persistente confrontación con la dictadura, se expresaron públicamente repudiando los hechos de violencia. 

Nuevamente aparece que la importancia que Montoneros, le da a la contraofensiva,  se basa no en el éxitos militares o políticos, sino en la enorme cantidad de  “bajas” aportadas. 

Hernan Confino, autor de el libro mas documentado sobre el tema: “La Contraofensiva: el final de Montoneros”, que recomiendo, dice: “En octubre de 1978, frente al temor de que la organización armada Montoneros dejara de representar una alternativa política para la sociedad argentina luego de dos años de “exilio orgánico” y represión dictatorial, su conducción nacional decidió el inicio de la Contraofensiva Estratégica. (…) Más allá de las intenciones de la conducción, la Contraofensiva no alcanzó los resultados pronosticados. Fue el escenario de las últimas dos disidencias que padeció Montoneros en 1979 y 1980 y acabó sellando trágicamente el final del proyecto de la organización.” 

Los sindicatos peronistas contra la dictadura 

Respecto la dictadura 76-83 hay muchísimo escrito sobre el terrorismo de estado, desaparecidos, exilios, y organizaciones guerrilleras. Pero se encuentra muy poco sobre el papel que jugaron las organizaciones de los trabajadores en la lucha contra la dictadura militar. Hace poco el ex-dirigente de ATE Víctor De Gennaro  recordó que  “fuimos los trabajadores, quienes, con nuestra lucha, desestabilizamos al gobierno militar, aún antes de Malvinas.”  

En 1977 se empezó a conformar la Comisión de los 25 gremios. En este grupo, participaban:  Cesar  Loza (Portuarios), Horacio  Alonso (Judiciales) , Roberto García (Taxistas), Roberto Digón (Tabaco), José Rodríguez (SMATA), Hugo Curto (UOM), Saúl Ubaldini (Cerveceros), José Castillo (Electricistas navales), Fernando Donaires (Papeleros), Carlos Cabrera (Mineros), Ricardo Pérez (Camioneros), Osvaldo Borda (Caucho). Grupo que terminaría constituyendo en 1979, la CGT Brasil, con Saul Ubaldini como líder.  

Es la Comisión de los 25, quien convoca, el primer paro nacional de protesta contra la dictadura,  el 27 de abril de 1979. Que si bien, tuvo moderada repercusión, fue el puntapié inicial de la lucha. 

Desde Roma y Madrid la conducción montonera, imaginó o creyó ver en esta protesta sindical, un “estado pre-revolucionario de movilización de las masas”, que creaba las condiciones para que la organización Montoneros, viniese a ponerse al frente a liderar la lucha. Por eso en Madrid Perdía vendía aquella disparatada frase de “hay que subirse al Tren de la Victoria”, para convocar públicamente, al exilio argentino a la contraofensiva montonera.  

Los que escribimos sobre la historia reciente (me incluyo), todavía le debemos a las organizaciones de trabajadores, reivindicar su papel en la lucha contra la dictadura injustamente ignorado.  

Nada personal 

Hace un par de años en un encuentro peronista en Formosa, me toco sentarme a cenar en la misma mesa de Camilo Vaca Narvaja (hijo de Fernando). Muy en tono de broma le disparé : “yo conocí a tu viejo en los 70; y tengo una mala y una buena; la mala fue que me condeno a muerte, la buena es que todavía no ejecuto la condena” .  

Conocí a Vaca Narvaja, en 1973, en una reunión en la casa del Vasco Azpeitia. Seríamos cuatro o cinco, el grupo inicial de la Orga de Pergamino. Yo tenía 18 recién cumplidos. No recuerdo qué hablamos. Pero Fernando ya sabía como deslumbrar a los más jóvenes, y sacó para mostrarnos su 38 corto Smith & Wesson Especial, un arma que fascina por su pequeño tamaño y tremenda potencia. Es lo único que recuerdo de aquella reunión.  

Cuando en febrero de 1974, toda nuestra columna José Gervasio Artigas, que coincidía con lo que es la Segunda Sección Electoral, rompimos con la Orga y armamos La Lealtad, dependíamos de Rosario cuyo jefe era Fernando. Todo fue un proceso muy tenso, donde no faltaron amenazas, e incluso un enfrentamiento en el Club Sportivo de Baradero con algún disparo al aire, que estuvo al borde de ser una tragedia.  

Días después, en una chacra de San Pedro, se hizo una larga reunión, donde la condición fue que los jefes, Vaca Narvaja y Osatinsky, ingresaran tabicados y desarmados. Luego de discuciones muy fuertes, no hubo arreglo posible y allí Fernando lo cruzó duro al cura Galli: “Vos no volvés más y desde ahora cuidate”. El padre Jorge Galli, era el jefe de nuestra columna y  líder visible de la fractura. Luego le será comunicado a Galli, y otros compañeros, que estábamos formalmente condenados a muerte por disidentes. Cuando investigaba para mi libro La Lealtad, Pepe Ledesma desde Mexico por mail, me escribió: “En San Pedro, debimos haberlos matado, pero nos hubiésemos convertido en lo mismo que ellos”. Yo le pregunté si la frase era literal o figurada. Literal, me respondió. Mis amigos, no eran nenes de pecho tampoco. Y si la Orga desistió de cumplir las condenas a muerte, fue entre otras cosas, porque se hubiese desatado una carnicería con los pesados que estaban de este lado. (Entre esos “pesados” de este lado, estaba una pareja, que en estos días ha cobrado notoriedad, por su cercanía familiar con el nuevo ministro de Economía). 

Los cinco que estuvimos en aquella reunión de Pergamino, tomamos distintos caminos, pero sobrevivimos todos. En nuestra Unidad Básica Evita Obrera, solo sufrimos la desaparición de Julio Di Gangi y  “Tucho” Pastor (que militaba en Bs As). Pero, al año  de que nosotros nos fuimos, ingresó a la Orga una camada de chicos nuevos: el “Canario” Torrent, Raies, Bianconi y otros. Hoy todos están desaparecidos.  

A cuarenta años vista, estas afrentas personales están prescriptas y solo algunos pocos, mantienen los enconos. Yo nunca volví hablar con Fernando, pero soy amigo de varios familiares suyos. Y no guardo ninguna cuita personal.  

Cuando salieron sus declaraciones, varios compañeros me mandaron la noticia por wasap, sin decirlo, era un pedido: “Dale respondele”. No hay muchos, de este lado de la grieta dispuestos a trenzarse en estos debates. Yo sí.  

Yo sí, porque lo que está en debate es la revisión de la historia de los años setenta. Lo que está en debate es el lugar de Perón en la historia. El relato de los 70 esta monopolizado por ex militantes del ERP y Montoneros, convertidos en escritores y periodistas. Para justificar sus gruesos errores políticos y militares lo cargan a Perón con la culpa de “haberlos traicionado”. De haber creado la Triple A para matarlos, de haber “pactado con lo peor de la burocracia sindical” . En definitiva, recrean la misma idea de un Perón facho-nazi, como la izquierda y el progresismo bobo sostenía de 1945 a 1955.  

Y eso sí, para mi ya casi es personal. No tengo nada contra Vaca Narvaja, Perdía, Fimenich, Bonasso, Verbistky y otros ex-montoneros que, infinitas veces, por todos los medios, han contado su relato a las nuevas generaciones.  

Si me indigna su falsificación de la historia, que coincide con lo peor del gorilaje al pretender matar el mito originario del peronismo. Porque si resulta que el último Perón era un “facho”, tendrá razón el recalcitrante gorila del PRO Fernando Iglesias, y los peronistas (al menos los que aun quedamos) vendríamos siendo una masa informe y miope llevados de la nariz por un milico heredero de Mussolini.  

Nada personal. Pero yo ya planté bandera en esta trinchera, y voy a seguir como decía Don Arturo Jauretche, en todos los entreveros literarios y periodísticos, defendiendo la memoria de Perón y el peronismo.  

*El autor de “Salvados por Francisco” y  “La Lealtad- Los Montoneros que se quedaron con Perón” 

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