Una carta para jugar el juego
Por Cristian Secul Giusti (*)
Cambiemos nos dice cómo comportarnos. Nos marca el ritmo según sus propias jugadas. Nos pide que achiquemos las ganas y los gastos, nos solicita que contribuyamos a su victoria y nos recomienda no chillar -el espíritu crítico no permite ser positivo, repiten para que repitamos-. Y así nos quieren, de eso se trata, perdiendo sucio y sin chistar.
Pero su interés no es voluntarioso y aguerrido, sino netamente estratégico y razonado. Por eso, cuidan muy bien sus palabras y sus articulaciones. Saben postular la idea y construir su público, su espacio fiel, su piedra horadada. Y a pesar de la dificultad visible de Mauricio Macri para la oratoria, el resguardo de los modos de enunciar está presente y preparado con tiempo -sienten que lo tienen, están controlados los dislates y las inconveniencias-.
Por esto, lo que se dice y se declama se efectúa con una premeditación apabullante. Los discursos nodales de Cambiemos -vociferados por el Jefe de Gabinete Marcos Peña, por la Diputada Elisa Carrió o por la Gobernadora María Eugenia Vidal- se elaboran con una precisión notable y se reparten por doquier. Cada uno por su lado tiene un casillero que le permite solventar su historia, su retórica y sus eufemismos.
Los medios hegemónicos de comunicación, desde ya, son funcionales a esta amplificación y el encubrimiento: este sistema privatista, de emprendedurismo y de estética individualista es apreciado y consolidado por el círculo rojo del poder mediático. Por tanto, el discurso de la información recupera, refuerza y despliega un entramado difícil de destrabar si las voces disonantes se vuelven mínimas y aisladas. Desde ese plano, el Grupo Clarín es un enlace íntegro y fundamental de la alianza Cambiemos. Sin ir más lejos, actúa como gobierno y participa como tal en la distribución de leyes y decisiones estatales.
En ese tren de vagones ajustados, la gestión macrista impone un guión para la hora del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena -cada vez más escueta-. En el escenario de imposiciones, la lógica de la autoayuda triunfa, la idea de superación personal se erige como moneda de cambio y el "sí se puede" se confirma como envión discursivo.
En términos deportivos, el partido propuesto por la gestión macrista no es continuo ni desarrollado con una ofensiva desatada. Es un juego de pelota parada que piensa cada movimiento y que, si se ve en secuencias, parece arremeter alocadamente contra el rival. Sin embargo, el avance no se da un modo lineal, y la estrategia duranbarbera de Cambiemos plantea otro mecanismo. Su desarrollo incluye un foquismo trastocado y una política comunicacional que se va constituyendo a partir de bombas pequeñitas: conmociones en el poder judicial, otro poco en el legislativo, otro tanto en el ejecutivo y furiosamente en el mediático.
En esa actuación sigilosa y no menos feroz, la explicación del ajuste, de la deuda, de la entrega del país, de la corrupción, de la represión se vuelve compleja. Las definiciones de la oposición -la verdadera, la que se preocupa por frenar la embestida- quedan entonces exageradas y hasta desfasadas. En la jugada de pelota parada y de noción de foco, Cambiemos pone en acción sus motores, actúa rápido y se escabulle.
Nosotros, los/as que lo analizamos y procuramos enfrentarlo, nos quedamos con sabor a poco y casi nada. La efectividad termina siendo del gobierno -es decir, el poder mediático, el establishment, las corporaciones- y eso nos empuja a cierto repliegue. Por este motivo, necesitamos repensar los avances y los retrocesos. En primer lugar, vale reconocer que estamos y que aún persistimos. Sirve agregar también que precisamos más y mejor análisis, pero también mejores ubicaciones en la discusión y, sobre todo, lectura atinada y accionar correspondiente.
Sin dudas, Cambiemos es una derecha legitimada en esta democracia precarizada. Resta que nosotros intervengamos, más allá del ímpetu y las consabidas percepciones previas. Esta alianza conservadora es un equipo difícil y bien estructurado, diseñada con mucho detenimiento. Nosotros, los/as que nos oponemos y vivimos una perspectiva nacional y popular, no somos menos, pero estamos más aturdidos y sin temple. Por ello, debemos encontrar el modo de leerlos en detalle para luego recargar y reconfigurar nuestros propios medios y herramientas. Es cuestión de replantear y entender el proceso a partir de sus lógicas, y no solamente desde las nuestras. Tenemos que comprenderlos mejor, para trabajar mucho mejor de lo que suponemos. El camino parece ser largo, pero tampoco creamos que es eterno. Hay que ir, reunir y volver a ir.
(*) Dr. en Comunicación / Docente (FPyCS-UNLP)