Una situación única: la oligarquía viene por todo
Por Gastón Harispe (*) y Reynaldo Sarraute (**)
Mauricio Macri, contra muchos pronósticos, accedió a la presidencia de la República. Y lo hizo en elecciones libres.
Una fuerza política, de signo claramente antagónico a la que gobernaba, ganó el balotaje con poco más de dos puntos porcentuales de ventaja. En lo formal, entonces, no es errado hablar de alternancia democrática.
En lo formal. Porque en lo concreto, asumió el poder ejecutivo nacional un grupo de grandes empresarios. Muchos de ellos en representación de poderosas compañías multinacionales y, no pocos, con responsabilidades en graves hechos de corrupción y de violación de las leyes nacionales. Todos, firmemente imbuidos de una mirada ultra conservadora de la economía, la política y la sociedad.
De entrada nomás, con eliminación y baja de retenciones, brusca devaluación, pavorosas alzas de precios y de tarifas de servicios públicos, desregulación cambiaria, etc., transfirieron decenas de miles de millones de pesos del bolsillo ciudadano al de unos pocos oligarcas y monopolios, y achicaron brutalmente el salario de todo el pueblo trabajador.
De inmediato, intervinieron ilegalmente la AFTIC y la AFSCA, y aplicaron un severo cerrojo mediático cuya llave dejaron en manos del capo mismo del grupo Clarín, Héctor Magnetto.
Luego, con expulsión de trabajadores estatales, dieron el santo y seña al gran empresariado privado para que comiencen los despidos masivos. ¿El objetivo? Generar una masa de cientos de miles de desocupados que, con su sóla existencia, presione hacia abajo el salario de los que conserven el empleo.
De la mano de todo esto (como condición necesaria para imponerlo), recurren a la represión de la protesta social, el encarcelamiento de dirigentes políticos y sindicales y la persecución de periodistas opositores. Lo que no expresa, por cierto, ni “apertura al diálogo”, ni “búsqueda de consensos”.
Es más, cuando aún no había asumido, Macri ya mostraba la hilacha prepotente y antirrepublicana al promover, con el apoyo de un sector conservador del poder judicial, la destitución de la presidenta doce horas antes del fin de su mandato.
Y ahora, esa fronda reaccionaria pretende que ella, que fue garante de derechos y libertades de todo el pueblo argentino, amplió los espacios democráticos de la sociedad como nunca antes, propició una de las mayores redistribuciones del ingreso en beneficio del trabajo y defendió con notable firmeza la soberanía nacional, sea acusada nada menos que de traición a la Patria. No se atrevan a tocarle un pelo a Cristina Fernández de Kirchner. Juegan con fuego. Y lo grave es que lo hacen con la misma odiosa impunidad que en el incendio criminal de Iron Mountain.
Por eso, si ponemos el foco en lo concreto y no en lo formal, el ejecutivo ejerce el poder como un gobierno de facto, avasallando leyes e instituciones de la República y atropellando la Constitución Nacional.
En cuanto a nosotros, del todo bien no hicimos las cosas. Después de doce años de gobiernos nacionales y populares, nos encontramos ante la imposición, por vía democrática, de un agresivo plan de dominación oligárquico imperialista, y de entrega del país a manos de la usura financiera global. Los conservadores pretenden así reconstruir nuestra sociedad a imagen y semejanza de sus mezquinos intereses.
En nuestro país se generó una situación grave. Unica en la historia nacional. ¿Cómo salir de tamaño entuerto político, económico y social?
Ya lo hemos dicho. Es nuestra firme convicción y la proponemos al debate. En la Argentina, sólo el peronismo puede revertir esta situación. No el peronismo solo, claro, sino ejerciendo su amplia vocación frentista que, desde hace ya más de dos lustros, tiene el nombre de Frente para la Victoria.
Es el momento. El próximo 8 de mayo, los peronistas estamos llamados a elegir las autoridades nacionales del Partido Justicialista. De ahí la pasión, la voluntad y la organización responsable conque debemos encarar esta crucial tarea. Hay que llevarle sangre nueva al PJ, de esa que emergió a borbotones (de jóvenes y no tan jóvenes que se incorporaron a la política) con Néstor y Cristina. Necesitamos fortalecer el partido de los peronistas, unir sus partes. De eso se trata. Y de contribuir a darle una conducción leal e inteligente, que no baje las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Éste, a nuestro parecer, es el factor principal para unir, organizar y movilizar adecuadamente al conjunto de las fuerzas del campo popular.
Y lo lograremos. Con una lectura correcta de lo que sucedió, encontraremos la manera de salir de esta encerrona reaccionaria. Es hora de una profunda reflexión, que permita distinguir debilidades de fortalezas. Pinta el debate. En las bases. Entre éstas y sus referentes. Entre las diversas conducciones. Pinta un debate a fondo, sincero, sin engañarnos a nosotros mismos, pero guiados por una generosa vocación de unidad. Con humildad, para reconocer errores y asumirlos como propios (en las batallas colectivas, todos somos siempre uno).
Lo lograremos. Con un Partido Justicialista fuerte y unido, a la cabeza de un Frente para la Victoria amplio y vigoroso. Con la participación activa, decisiva, del movimiento obrero organizado. La protesta social creciente, las movilizaciones en defensa del empleo, sectores de la sociedad que se alejan prontamente del oficialismo, ponen a la orden del día la tarea de los peronistas y de todos los demócratas y patriotas consecuentes.
¡Vamos por las grandes mayorías ciudadanas! Con el oído atento a sus demandas y los brazos muy abiertos a la organización de sus luchas. Para convencerlas, para seducirlas, para enamorarlas nuevamente del proyecto nacional, popular y democrático. Para construir todos juntos una Patria digna, una sociedad solidaria e inclusiva, en un país libre, justo y soberano.
¡Vamos por una mayor y mejor inserción del PJ y el FpV en los territorios y en las organizaciones libres del pueblo!
¡Vamos por una mejor selección (colectiva, asamblearia) de los representantes! Que los avale una trayectoria de firmeza, lealtad y consecuencia con los intereses de sus pares, del país y de la Patria!
El pueblo argentino (incluido, claro, una gran parte de ese 51% que ilusionaron con un demagógico cambio), más temprano que tarde, ocupará a su manera el escenario político y hará tronar su palabra.