Brasil: ganó la antipolítica

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Brasil: ganó la antipolítica

02 Noviembre 2018

Por Santiago Gómez
Desde San Pablo

El triunfo de Jair Bolsonar en Brasil no puede pensarse sin considerar las operaciones psicológicas que fueron realizadas por los representantes del interés financiero estadounidense y el retroceso económico que generó Dilma Rousseff cuando comenzó su segundo mandato y entregó el ministerio de economía a un neoliberal que formaba parte del equipo económico de Aécio Neves. El llamado Lawfare, no se trata de la judicialización de la política sino de la utilización del derecho dentro de un esquema militar, que beneficie los intereses de los Estados Unidos. Para ello, es fundamental desmoralizar a la población, estigmatizar a los líderes que garantizan mejores condiciones de vida para las mayorías, conforme establecen los manuales de PSYOPS (Operaciones Psicológicas) desarrollados por el Departamento de Estado. Al Estado de Bienestar Social se lo combate generando malestar en la sociedad.

El pasado domingo la población brasilera no votó a favor del fascismo, votó contra el Partido de los Trabajadores, la fuerza política más estigmatizada en la historia de este país. Según las diversas encuestas que se publicaron antes de que se oficializara la candidatura de Fernando Haddad, si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva hubiese competido, ganaba. Las mismas consultoras afirmaban que Bolsonaro tenía una intención de voto del 31%, cuando ganó la primera vuelta con el 46%. ¿Ocultaron información? El juez Sérgio Moro, que detuvo sin pruebas al exmandatario, aceptó la propuesta de Jair Bolsonaro de ser su próximo ministro de justicia. Al igual que sucedió en Argentina con Milagro Salas, la máxima instancia judicial del país no consideró las indicaciones del Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, que determinó que Lula tenía derecho a participar de la elección, ya que sus derechos políticos siguen vigentes. El pasado 27 de octubre Lula cumplió 73 años, sabrá Dios cuándo y cómo saldrá de la cárcel.

Combatiendo al Estado de Bienestar

Perón afirmaba que la única política era la internacional. Hoy nuevamente vemos la razón que tenía el viejo sabio. Los procesos judiciales que padecen los expresidentes Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa y Lula, así como los golpes parlamentarios que derrocaron a Manuel Zelaya, Fernando Lugo y Dilma Rousseff, muestran un mismo modus operandi, plausible de ser encontrado en los manuales de operaciones psicológicas que difundió el exagente de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), Edward Snowden, después que se indignó de que los mismos métodos con los que él colaboraba en países extranjeros fueran aplicados a la ciudadanía estadounidense.

Según establecen los coroneles Frank L. Goldstein y Daniel W. Jacobowitz en “Psychological operations. Principles and Case Studies” (Operaciones psicológicas. Principios y casos de estudio), de 1996, las operaciones psicológica son una herramienta fundamental para los objetivos militares, económicos y acciones ideológicas de los Estados Unidos. “Las operaciones psicológicas reducen la moral y combaten la eficiencia de las tropas enemigas, creando disidencia y afectando el vínculo con sus líderes”. No hay originalidad alguna en las palabras de estos dos militares, en cualquier manual de PSYOPS se encontrarán las mismas afirmaciones, así como que las mismas sirven para acabar con la imagen de legítimos gobernantes.

En el caso de Brasil, la campaña de desmoralización contra el PT comenzó con la causa “mensalão”, según la cual se describió un esquema de financiamiento de partidos políticos, a través de contratos con empresas públicas, en un país en el que hasta la elección pasada el financiamiento de la política era privado. Dicha campaña sirvió para sacar del juego a Jose Zé Dirceu, quien sería el sucesor natural de Lula, y que en una reciente entrevista al diario El País de España afirmó “que la elite brasilera rece para que yo no esté cerca del gobierno”, caso ganara Haddad. La vinculación del PT con casos de corrupción desmoralizó a los millones de brasileros que durante más de treinta años lucharon por colocar a Lula en el gobierno. La prueba de ello fue la escasa capacidad de movilización social que tuvieron en las calles, las cuales fueron ganadas por las fuerzas más reaccionarias, mediante la promoción de la movilización social a través de las redes sociales.

Como describimos anteriormente en esta sección, las acciones coordinadas en las redes sociales contra los líderes populares de la región, fueron planificadas y descriptas en manuales de operaciones psicológicas, en las que se indicaba cómo debían ser realizadas las acciones en internet.  Se trata de promover a los agentes de HUMINT (Inteligencia Humana) que suban videos a Youtube, creen grupos en Facebook, cuentas en Twitter, que difundan comunicaciones “persuasivas”, con el objetivo de desacreditar, promover la desconfianza, disuadir, retrasar o interrumpir procesos de los gobiernos locales y se sugiere que para ello se creen perfiles anónimos o grupos que faciliten la identificación con el mismo de los usuarios.

Cabe destacar que el proceso psicológico de identificación se lleva acabo cuando la persona reconoce algo propio en otra. (N.E. Además de periodista soy psicólogo). En el manual “Behavioural Science Support for JTRIG’S Effects and Online HUMINT Operations”, redactado por la Government Communications Headquarters, la agencia de monitoreamiento de comunicaciones de Gran Bretaña, que trabaja en conjunto con las agencia de inteligencia estadounidenses, se reconoce que: “estudios han encontrado que los grupos anónimos pueden ser más susceptibles a la influencia que los grupos identificables. Las personas en las redes sociales  establecen nuevos vínculos con aquellos que perciben que son similares y es más probable que vean un video de YouTube si creen que otras personas semejantes a ellas lo han visto y les gusta. Los amigos en las redes sociales también son más poderosos que extraños para convencer a un usuario de unirse a un grupo. La capacidad de desencadenar respuestas de otros, crear conversaciones entre otros e inducir semejanzas de lenguaje entre usuarios es más probable que se encuentre en "líderes on line" que demuestren una alta actividad de comunicación, una membresía de grupo más larga, redes sociales expansivas y recíprocas, y uso del lenguaje caracterizado por locuacidad, diversidad y emoción”.

¿Qué fue lo que se vio durante la campaña en Brasil? La propagación a través de las redes sociales de la campaña de estigmatización al PT que llevaron adelante los medios de comunicación tradicionales. Es decir, simplemente se repitió un mismo discurso ya conocido. ¿Sobre qué conversa la mayoría de la población? Sobre lo que los medios establecen como pauta, en un país en el que el 65% ve el Jornal Nacional, noticiero de O Globo, todos los días. La campaña de Bolsonaro no hizo más que repetir lo que O Globo difundía, lo mismo que la mayoría de las personas repite. ¿Cómo acaba el asunto? En que las personas escuchan un candidato que dice lo mismo que ellas creen pensar, sin detenerse a reflexionar que repiten lo mismo que los medios de comunicación, y acaban considerando que el candidato las representa, porque en el discurso de él está presente lo mismo que ellas creen.

Siempre atacaron al PT ¿Por qué perdió ahora?

Lula señaló en diversas oportunidades que los medios hegemónicos de comunicación siempre atacaron al PT y sin embargo ganó las elecciones de 2002, 2006, 2010 y 2014. La mayoría de la población valora favorablemente los gobiernos de Lula, no así los de Dilma Rousseff. En junio del 2013 se produjo una movilización social histórica contra la Copa del Mundo, que llevó a las calles a la clase media indignada con los costos que el mundial generó, en un país en el que la injusticia social se observa en cualquier calle. La población pidió salud y educación “padrón FIFA”, la respuesta del gobierno de Dilma Rousseff fue la creación del Programa Más Médicos y el financiamiento de la educación a través de los royalties del Pré-Sal, la plataforma petrolera descubierta por la Petrobras. Sin embargo, el PT no supo capitalizar esa movilización.

Sin trabajo de base, sin presencia territorial, montándose sobre estructuras ajenas para ganar las elecciones, el PT perdió las calles. A esto debe agregarse que durante su segundo mandato, Dilma nombró como ministro de economía a Joaquim Levy, representante del sector financiero, dinamitando la alianza con la Central Única de los Trabajadores. Por otra parte, nombró a Kátia Abreu, representante del agronegocio, en el ministerio de agricultura, acabando con la alianza con el Movimiento Sin Tierra (MST). Dilma comenzó su segundo gobierno con un 6,5% de desempleo, cuando fue derrocada el índice estaba en el 11,6%. Por esa razón no había sectores populares que la defendieran. Fueron mayores las movilizaciones después del golpe con la consigna “Fuera Temer”, que las que intentaron evitar el trágico desenlace.

Lo que sigue es una tesis propia, producto de haber acompañado la realidad brasilera de los últimos cuatro años y mi formación como psicólogo. Considero que mientras aumentó el poder de consumo de la población, los medio podían hablar de corrupción, que quien garantizaba el aumento del poder adquisitivo ganaba las elecciones. Pero cuando los asalariados sienten sus bolsillos más livianos y los medios repiten una y otra vez “se están robando todo”, se establece una asociación inconsciente que tiene como resultado “la que a mí me falta son estos que se la están llevando”.  A esto habría que agregar las afirmaciones de Fidel Castro y García Linera, que consideraron que un grave error de los gobiernos populares de América Latina fue no haber generado consciencia social sobre cuáles fueron las posibilidades del desarrollo social que hemos vivido.

De aquí en adelante el desafío del PT será volver a sus orígenes, al trabajo en los barrios populares, a la promoción de la participación social y la organización de la comunidad. Lejos de tratarse de valorar nuevamente al partido, lo que es necesario en Brasil es valorar de nuevo la política. Como señaló Lula a la juventud tras las manifestaciones de 2013, no se trata de militar en el PT, se trata de no criminalizar la política, de entender que la política es la única herramienta que tienen los pobres para transformar su realidad. No es fácil en un país que recién en 1985 colocó una enmienda constitucional que reconoció el derecho optativo de los analfabetos a votar, cuando representaban el 20% de la población. Mucho menos, con un congreso que tiene a gran parte de sus miembros involucrados en casos de corrupción.