Brasil: “un golpe de Estado para robar los recursos”
Por Geraldina Colotti (*)
Al amparo del penúltimo voto del Senado sobre el impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, hemos escuchado a Joao Pedro Stedile (foto, junto a Nicolás Maduro), histórico dirigente del Movimento Sem Terra (MST), en primera fila contra “el golpista Temer”.
El impeachment contra la presidenta Rousseff está en sus últimas etapas y se multiplican las manifestaciones. ¿Cuál es la estrategia de los Sem Terra?
El MST ahora participa en dos frentes de lucha. Primero, estamos en el Frente Brasil Popular, al que adhieren más de 60 movimientos y componentes del partido: para articular una amplia alianza popular de izquierda que se oponga al golpe institucional y organice manifestaciones. El otro frente es el del MST y se refiere a la reforma agraria. Preparamos movilizaciones en los campos, contra los golpistas. Independientemente de la votación final contra Dilma, el 29 de agosto, seguramente la lucha en los campos se intensificará, aumentaremos movilizaciones y ocupaciones de tierras. Hay un proyecto de ley que el gobierno golpista se ha empeñado en llevar a cabo con los parlamentarios de la derecha, pero que debe ser todavía aprobado, para liberalizar la venta de las tierras brasileñas al capital extranjero. Es un insulto. Los movimientos campesinos han amenazado que si el proyecto se convierte en ley, cada hacienda vendida al capital extranjero será inmediatamente ocupada.
Ustedes han anunciado la posibilidad de una huelga general. Pero, ¿existen las condiciones?
En este momento así de crítico para la lucha de clases en Brasil, en el que la derecha nos ha impuesto un golpe parlamentario y ha expulsado a la presidenta, solamente podemos influenciar sobre las relaciones de fuerzas reales e inclinarlas con una amplia participación de la clase trabajadora. Sin embargo, hasta este momento han ido a las calles sobre todo los jóvenes, las mujeres y los sectores obreros más politizados, los militantes, en resumidas cuentas. Y esto hace difícil tener más fuerza para impedir el golpe. Por esto, estamos discutiendo con las bases sobre la practicidad de una huelga general. Sin embargo, el movimiento sindical encuentra dificultades, porque son 28 años que no se realiza en el país una huelga política. Y la clase obrera muy joven no tiene la experiencia.
¿Y la derecha? ¿Cuánta capacidad de movilización tiene?
La fuerza de la derecha no está en la plaza. En las calles la hemos derrotado. Decían luchar contra la corrupción, pero el gabinete del gobierno golpista, como lo ha dicho el ex ministro Ciro Gomes, es un verdadero sindicato de ladrones. Es de estos días la noticia que el ministro de relaciones Exteriores José Serra ha recibido sobornos de Petrobras por 23 millones de reales a través de la empresa Odebrecht, en el 2010. Y (Michel) Temer está involucrado. La derecha es la más corrupta, pero su fuerza está en el poder monolítico que tienen sobre la prensa, en la televisión, en el Poder Judicial, y en la mayoría del Congreso. Esperamos que los senadores tengan un poco de conciencia y lleguen a 27 a impedir el golpe en las votaciones del 29 de agosto.
¿Qué importancia tienen los Juegos para el gobierno interino?
Desde el punto de vista político, las olimpíadas han sido un fracaso, por la falta de legitimidad del gobierno actual: se ha visto en la poca presencia de jefes de Estado (los pocos presentes de América Latina, eran de derecha), y por los silbidos en la apertura de los Juegos. Pienso que los presidentes que han venido lo han hecho sobre todo por intereses específicos, o para pasar algunos días de vacaciones en los hoteles de lujo en Copacabana.
Usted había anticipado que, detrás del golpe institucional, estaba la privatización de Petrobras y su exclusión de la gigantesca zona de extracción del pre-sal, que se está verificando. ¿Qué sucedería si Temer se queda en el poder?
El verdadero objetivo del golpe en Brasil no era Dilma, que ha desarrollado un pésimo segundo mandato, subalterno a los empresarios. El problema es que en la crisis profunda de vivimos en cuanto a ser una economía periférica, dependemos del capitalismo internacional. Y los capitalistas tienen necesidad de tener el control completo de la situación para imponer un plan neoliberal. El proyecto neoliberal es la única forma que conocen para proteger sus intereses y salvarse únicamente a ellos mismos. El plan prevé la aplicación de las medidas clásicas de los capitalistas en períodos de crisis, o sea: aumentar la explotación del trabajo con más desocupación, menos salario, ampliación de las jornadas de trabajo y pérdida de los derechos históricos; intensificar el asalto a los recursos públicos destinados a la salud, la educación, la reforma agraria, y ponerlo al servicio de la acumulación privada del capital; privatizar los recursos naturales, que abundan en nuestro país, para sacar un beneficio extraordinario que les ayude a salir de la crisis, por esto se están apropiando del petróleo en el pre-sal, de las minas, del agua, de la biodiversidad y, como decía antes, también quieren las tierras; privatizar las últimas empresas estatales en activo, como las del sector eléctrico, de transporte, de los puertos y de los aeropuertos. Este es el plan que están actuando.
¿La crisis que atraviesan las fuerzas progresistas en América Latina es también la crisis de las alianzas que han ungido los presidentes socialistas del siglo XXI y de los partidos construidos desde arriba? ¿Es el difícil parto hacia un nuevo sujeto político más definido?
El problema de Latinoamérica es más profundo, no depende de los partidos o de los gobiernos. En el período histórico precedente, el 2000- 2015, ha existido una disputa permanente en el continente entre los proyectos de desarrollo: el neoliberalismo de los Estados Unidos, el neodesarrollo de Brasil, Argentina y Uruguay y el proyecto de (Hugo) Chávez y de los siete países que adhirieron.
Pero, en los últimos tres años, los tres proyectos han entrado en crisis. Todo el continente, para ser sincero, está involucrado en esta crisis. Y no hay ninguna propuesta para salir porque la misma burguesía está en crisis y busca aumentar la explotación de la clase trabajadora, como explicaba antes. Y ni los pueblos, ni las clases trabajadoras tienen una propuesta clara para un nuevo proyecto. Por esto, la crisis continuará por mucho tiempo, hasta que en cada país las fuerzas populares lleguen a construir un proyecto hegemónico, que saque a nuestros países de esta situación.
¿Cómo se inserta en este cuadro la difícil situación de Venezuela en el Mercosur?
El Mercosur, desde antes, ya no era una propuesta de proyecto de futuro. Ha sido siempre un acuerdo comercial, del que las empresas instaladas en los cinco países buscaban sacar ventaja para evitar pagar los impuestos. Lo ideal para el Mercosur es transformarse rápidamente en un acuerdo económico de la UNASUR: precisamente para ampliar las relaciones de integración económica y política de la América del Sur. El problema es que el fracaso del Mercosur está llegando de la peor forma: la de una crisis internacional, con la derecha que está dominando en Argentina, en Paraguay y en Brasil y que ahora quiere excluir a Venezuela. Pero los uruguayos se están comportando bien, impidiendo cualquier retroceso contra Venezuela. De todos modos, repito: la solución no está en el Mercosur, sino en un nuevo acuerdo más amplio, que se dé en el ámbito de la UNASUR. De este modo podremos resolver problemas importantes para cada país y enfrentar el Acuerdo del Pacífico de los Estado Unidos. Pero, para ampliar la UNASUR en esta dirección, debemos frenar el golpe en Brasil y superar la crisis en Venezuela. Y también para esta fórmula estamos un poco atrasados.
(*) Entrevista publicada por el diario Il Manifesto, de Roma. Traducido por Gabriela Pereira.