Crónicas desde Curitiba: crece el acampe y la solidaridad
Por Santiago Gómez / Foto: Ricardo Stuckert
Desde Curitiba
A las nueve de la mañana, como desde el primer domingo que Lula amaneció encerrado en Curitiba, la militancia se paró en la esquina que da directo al edificio de la Policía Federal donde lo tienen encerrado para darle los buenos días. Unas cien personas sacaron desde el fondo de la barriga un buen día tan grande que no hay duda que atravesó las paredes de la cárcel y se escuchó también mucho más allá. Entre los vecinos del lugar a más de uno les debe generar repulsión, pero son otros tantos en los que despierta solidaridad.
Tras el buen día con los compañeros del PT de Florianópolis nos acercamos hasta la casa de Regiane, una vecina que vive a tres cuadras de la sede policial, hasta donde ya se extiende el acampe, y que abrió su casa para alojar compañeros. Ofreció el jardín, el piso de lo que será una galería cuando la consiga techar y una casa al costado de la suya a medio terminar, con paredes, techo, pero sin reboque, ni electricidad. La construcción estaba como toda obra por terminar, con muchas cosas por acomodar, con cosas dejadas ahí por la comodidad familiar. Ingresaron cinco compañeros del MST, la CUT y el PT y unas pocas horas después el espacio era otro.
No había nada en el piso, en lo que será el baño fueron acomodadas prolijamente todas las cosas que estaban desperdigadas en el futuro living y habitación. Un compañero jubilado de Eletrosul, la empresa estatal de electricidad, se ocupó de que cada ambiente tuviera luz y dejar una zapatilla a disposición para que quienes se alojen ahí puedan cargar sus celulares. En el jardín los compañeros del MST montaron un baño como el de los acampes. Con listones de madera se delimitó el espacio, con lona negra se garantizó la privacidad y se instaló una ducha con una boca y presión de agua que difícilmente se consiga alquilando un departamento en Florianópolis.
Entre los momentos interesantes de la jornada estuvo cuando fuimos a la ferretería a comprar los materiales, con Cadu, presidente del PT de Florianópolis, un hermano que la vida me dio, y Canalli, un veterano militante petista, jubilado de la Eletrosul, que en las buenas siempre está y en las malas mucho más. En la ferretería había dos vendedores que pasaban los cuarenta años. Era fácil saber que veníamos del acampe, por las remeras o las viseras que llevábamos, que la CUT solidariamente reparte para protegernos del sol que recién hoy interrumpió su presencia constante.
- Se van a quedar por mucho tiempo - preguntó el vendedor que no nos estaba atendiendo.
- ¿No querían a Lula en Curitiba? Acá lo tienen – le respondí, y el hombre escondió la cabeza en al brazo que tenía apoyado sobre el mostrador.
Cuando levantó la cabeza le dije “hay un proverbio chino que dice: ojo con lo que deseas porque se te puede cumplir”. Luciano, así se llama el hombre, me dijo que a pesar de no coincidir con muchas cosas él nos respetaba porque íbamos detrás de lo que creíamos. Canalli y Cadu miraban sin entrar en la conversación, todos sabíamos que faltaban unas pocas palabras para que Luciano comenzara a hablar de la corrupción y ninguno de los dos estaban con ganas de discutir. Yo siempre aprovecho mi condición de extranjero para preguntar. A veces puedo pasar como “independiente”, ayer no tenía cómo, llevaba una remera con la cara de Lula que me regaló un amigo de la agencia. Eso no impidió que con el vendedor pudiéramos conversar.
Me reconoció que la corrupción no comenzó con el PT, que en este país hay corrupción desde la llegada de los portugueses. “Es un cáncer”, dijo y yo recordé que esa es la primera frase que no es dicha en off por el personaje principal de la serie que Netflix le dedicó a la Lava Jato. Sin dudas que lo es, le respondí, pero te pido que pienses simplemente en tu interés individual y me digas, ya que en todos los gobiernos hay corrupción, cuándo es que vos viviste mejor y cuál es el que metió más plata en tu bolsillo. Eso es verdad, me respondió.
- No te voy a explicar a vos el negocio de la construcción, porque vos sos el que vendés estos productos, pero decime si cuando los trabajadores ganan más acá no vienen a comprar las cosas para mejorar la casa, hacerle una pieza a un familiar, una casa para la hija o hijo que tuvo familia, no mejoran la luminaria, cambian la cocina. ¿Vos me decís que en los últimos dos años ustedes están vendiendo más que en los anteriores diez? - inquerí.
- Yo lo voté, lo voté en el ‘89, en el ‘94 y en el 2002, milité en el centro de estudiantes, hice mucha fuerza por el PT, pero cuando llegaron al gobierno me desilusioné. Va más allá de Lula, la política es una podredumbre, pero no puedo negar que hizo mucho y que nunca la gente vivió mejor que con el PT en el gobierno.
Luciano repitió lo que le escuché a muchas personas, siempre y cuando uno estuviera dispuesto a admitir que durante los gobiernos de Lula y Dilma hubo hechos de corrupción. Una vez admitido eso, la conversación destraba, pero cuando escucho a los compañeros que entran en la cuestión especular de ver qué gobierno robó más, la cosa se atasca y no hay posibilidad alguna de intentar persuadir a la otra persona o ver la posibilidad de alterar su pensamiento.
Cuando volvimos a la casa que la vecina del lugar abrió, como ya les comenté, el espacio era otro. Comenté entre las personas presentes, la hija de Regiane, un compañero de San Pablo del sindicato docente, sobre la diferencia que hay entre lo que los medios dicen del MST y la realidad e hice referencia a un audio que pusieron a circular, con la voz de una mujer diciendo que tenía un acampe en la puerta de la casa, mientras Gleissi Hoffman daba un discurso, que se acercó a preguntarles a las personas presentes si sabían quién era la persona que que estaba hablando y que la mujer con la que conversó no sabía. Después se escucha en el audio a la mujer decir que le preguntó a la mujer del acampe por qué habían venido. “Por treinta reales”, dijo la locutora que le contestaron. El mismo guión, en castellano o portugués.
Hoy sábado ya pasamos los mil y seguro seremos todavía más, no paran de llegar micros. Serán, como mucho, otras quinientas personas en los alrededores que pueden tener contacto directo con lo que aquí está pasando. La mayoría de la población se informará con los medios hegemónicos que no se cansan de estigmatizar a la militancia y a quienes las Regianes les agujerean el relato.