¿Expiró la fecha de vencimiento del bolsonarismo?
Por Solange Martínez y Magalí Gómez*
La coyuntura política en el gigante del sur es un escenario de múltiples y crecientes tensiones en medio de la crisis político institucional del gobierno del neofascista Jair Bolsonaro. Hace apenas unos días, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) divulgó una vez más, información sobre la red de paraísos fiscales donde grandes empresarios, financistas y tecnócratas de nuestra región desvían sus cuantiosas fortunas. Se conoció así que Paulo Guedes, Ministro de Economía, habría creado Dreadnoughts International Group en las Islas Vírgenes Británicas en 2014, con una inversión de al menos 8 millones de dólares. El economista, un Chicago Boy que durante la década de 1980 trabajó para la dictadura pinochetista en Chile, es además co-fundador del Instituto Milennium, un tanque del pensamiento económico liberal que opera en la región.
En materia económica el plan del ministro que recién este año se reunió por primera vez con representantes del movimiento obrero brasileño, avanza con un paquete de privatizaciones de empresas estratégicas: Petrobras y Eletrobras, así como también en las que administran Agua y Saneamiento y el Correo. Desnacionalizar todo lo que esté en manos del Estado brasileño, parece ser la premisa central antes de las elecciones del próximo año que dan a Jair Bolsonaro perdedor, incluso en primera vuelta, contra Inacio Lula Da Silva.
Habiendo primado el negacionismo de la pandemia y la priorización de la economía -igualmente en estado crítico- el coronavirus terminó con 600.000 vidas según el cientista social brasileño Jales Da Costa. Muchas pérdidas humanas podrían haberse evitado y esto no ha pasado desapercibido para la sociedad. Partidos de la oposición han interpuesto innumerables denuncias por el (des)manejo de la situación sanitaria -con hechos de corrupción (sobreprecios y desvíos de fondos) en las compras de suministros y vacunas- poniendo a Bolsonaro en una situación de posible juicio político.
La última encuesta realizada en septiembre por el instituto Datafolha sobre el impeachment a Jair Bolsonaro arroja que el 56 por ciento de los consultados se declara a favor de la apertura de un proceso de destitución del presidente por parte del Congreso Nacional. Bolsonaro, para la sorpresa de nadie, evade sistemáticamente su responsabilidad, se negó a declarar y hasta se enfrentó de manera directa con descalificaciones y amenazas contra quienes participan del proceso, victimizándose sin perder el estilo mesiánico delirante y agresivo que lo caracteriza.
El escenario electoral para las presidenciales combina la reciente finalización del proceso de lawfare contra Lula Da Silva, tras 19 causas abiertas que terminaron archivadas por falta de pruebas, años de persecución y encarcelamiento político (sumado al golpe parlamentario y destitución de Dilma Russef), con el evidente desalineamiento con la Casa Blanca, factor que también debilita al bolsonarismo. Que Lula pueda ser candidato a presidente y de hecho se encuentre en campaña, concretando adhesiones de apoyo en un amplio espectro político desencantado -por no decir directamente enfrentado al militante de la gripesinha- es una novedad positiva para las fuerzas populares brasileñas que vienen ocupando las calles sostenidamente.
Da Costa sostiene que, en principio, la participación de Lula constituye un avance muy importante, pero que resultará fundamental observar con atención cómo sigue actuando el poder de facto en el país. Según él, ha fracasado definitivamente la tentativa de construir una tercera vía de derecha que procuraba la continuidad de las contrarreformas ejecutadas por Bolsonaro. Como también fracasó una cuarta vía desde las organizaciones de izquierda. La polarización es entonces el escenario para las presidenciales, entre un proyecto que describe como industrializador e integracionista con la región, encabezado por Lula Da Silva y la más dura continuidad del golpe.
Las masivas y múltiples manifestaciones con la consigna “Fora Bolsonaro” que estallaron en mayo y se vienen repitiendo a lo largo y ancho del país en cientos de ciudades suman al caldo de cultivo de la crisis general y la posibilidad de retorno de un gobierno popular, de carácter estratégico para la integración regional.
Si observamos la política exterior en los últimos años, veremos que Brasil ha criticado duramente al MERCOSUR, que ahora preside bajo la premisa de “modernización” y apertura a acuerdos bilaterales en detrimento del organismo y se ha retirado de la CELAC. Aunque para su infortunio ya no cuenta con la mesa de coordinación neoconservadora que constituyó el casi extinto Grupo de Lima o el Prosur.
El panorama es complejo, pero podemos apreciar sin titubeos que se lo mire por donde se lo mire, Jair está en problemas. Hay olor a podredumbre en Planalto y nos preguntamos si expiró la fecha de vencimiento del bolsonarismo. El golpeado pueblo de Brasil tiene la última palabra, a casi un año de la contienda electoral, mientras acumula poder en las organizaciones sociales urbanas y rurales, los sindicatos, las redes sociales y políticas dentro y fuera de los partidos políticos tradicionales y lo materializa en la calle, hasta que pueda materializarlo en las urnas nuevamente.
* Integrantes del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana Manuel Ugarte, de la Universidad de Lanús. Conductoras de Esquina América, radio Megafon, UNLa