¿Qué podemos esperar en Brasil?
Desde Salvador de Bahía
Hechos: en Brasil nunca dieron vuelta una elección presidencial en el ballotage y nunca la abstención fue menor en la segunda vuelta, como pasó el domingo. Luiz Inácio Lula da Silva ganó la primera elección por una diferencia de seis millones de votos. La segunda ganó por poco más de dos millones de personas. Bolsonaro consiguió 7 millones de votos más que en la primera vuelta, Lula 3 millones. El domingo el 49% de la población brasilera votó contra el Partido de los Trabajadores. Pero el 48% votó a favor de Lula en la primera vuelta y el 51% contra Bolsonaro en la segunda. Así recuperamos la democracia.
Como anticipamos en APU, Lula ganó la segunda vuelta. Para prever el triunfo simplemente había que conocer la historia brasilera y hacer cuentas. En su mejor elección, Lula tuvo 81 diputados del PT, de un total de 513. En esta elección obtuvo 79 bancas del frente de izquierda que compuso, de las cuales 69 son del PT. Sumando los paridos aliados Lula tendría 124 votos. El PL de Bolsonaro tendrá 99 bancas en la cámara de diputados. El llamado “centrón”, la casta política que vive de levantar la mano conforme sus propios intereses, tendrá 136 votos. Quien crea que eso le pertenece a Bolsonaro y que el futuro expresidente tendrá mayoría, desconoce la política y la historia brasilera.
Lula sabe gobernar con un congreso en el que su partido no es mayoría. El presidente electo se formó en la lucha sindical, sabe lo que es sentarse a una mesa con alguien que tiene intereses contrarios a los suyos y conseguir llegar a un acuerdo. En la Cámara de Diputados brasilera 23 partidos tienen representación. La mayoría son clase política, no representan interés popular alguno, se mueven conforme sopla el viento. Consiguieron una banca porque tienen dinero para financiar una campaña. Lula sabe de eso, prometió levantar el presupuesto secreto, por el cual muchas de las personas que ocupan bancas en la Cámara de Diputados financiaron su campaña política y cometieron delitos en beneficio propio y de Bolsonaro.
Bolsonaro no tiene fueros, pero sí quien legisla y muchas de las personas que ocuparon ministerios en su gobierno y fueron electas para la Cámara de Diputados o el Senado. Sirva de ejemplo el electo senador Sérgio Moro, que condenó a Lula y después se transformó en ministro de Justicia de Bolsonaro, como Ricardo Selles, electo diputado y exministro de Medio Ambiente, que dijo que había que aprovechar la pandemia para tomar las medidas que atentarían contra la naturaleza y Brasil, pero a favor del agronegocio y el daño climático.
La corrupción daña
Como señaló Lula en diversas oportunidades, mientras el PT no le hizo perder poder adquisitivo a la población, ganaron todas las elecciones después que asumieron el gobierno. El PT ganó 2002 y 2006 con Lula como candidato y 2010 y 2014, llevando como candidata a Dilma Rousseff. Pero la economista y ex-guerrillera puso en su segundo mandato a un neoliberal en el ministerio de economía, casi duplicó el desempleo en un año y medio, lo que provocó que perdiera el apoyo en ambas cámaras y fuera destituida. En una de las declaraciones de Lula ante Moro el expresidente dijo “si hubiera conversado con la base aliada no la destituían”.
Como señalamos en 2018, después del triunfo de Bolsonaro, mientras existían denuncias de corrupción y el pueblo no perdió poder adquisitivo, el PT ganó. Pero cuando la gente siente que le falta dinero en el bolsillo, inconscientemente se le arma “la que me falta a mí se la están llevando ellos”. La única razón por la cual el 49% prefirió a un genocida antes que al hombre que transformó la historia de este país fue por la campaña mediática montada sobre probados hechos de corrupción. Reconocidos hasta por Lula.
La gente políticamente correcta no vive entre el pueblo
El 49% de la población brasilera prefirió votar a un hombre que recientemente dijo que hubiera comido el cuerpo muerto de un indígena; que dijo haber entrado en una casa donde había adolescentes venezolanas de entre 14 y 17 años, que se estaban arreglando para salir, que supuso se irían a prostituir, y dijo que “hubo onda”; y que no sólo subestimó la pandemia, indicó tomar un remedio que no funcionaba y quiso hacer negocios con la compra de vacunas, cuanto se burló de quienes se morían por falta de aire. Al 49% de la población brasilera no le importó la falta de cuidado del presidente para con la población durante la pandemia. Tampoco le importó que se documentó que el presidente y su familia compraron 51 propiedades en efectivo. En Brasil sólo quienes cometen delitos andan con ese volumen de efectivo. Prefirieron esa opción antes que elegir a un hombre y un partido que transformaron la historia de este país. El antipetismo creado caló hondo.
Claro que hubo una base material para ello, el antipetismo por corrupción no se basó todo en una mentira. Es mentira que el departamento que le adjudicaron a Lula le pertenecía pero no es mentira que Petrobrás recuperó R$6.000 millones por hechos de corrupción durante los gobiernos del PT. En la película “Democracia em vetigem”, que se puede ver en Netflix, funcionarios del PT reconocen haber hecho cosas que no debían. También corresponde reconocer que hasta la elección de 2014 el financiamiento de la política en Brasil, por ley, era privado. Entonces es muy fácil asociar financiamiento privado de la política con corrupción y se hace muy difícil, a veces, diferenciar lo que es financiamiento de la política de enriquecimiento de personas individuales.
Lula siempre centreó
La prensa que desconoce la historia brasilera considera que el presidente electo tuvo un corrimiento hacia el centro. En 2002 Lula llevó como candidato a vicepresidente al empresario José Alencar, que lo acompañó también en su segundo mandato. Alencar era afiliado del Partido Liberal, partido que acabó disolviéndose pero que tiene el mismo nombre del partido al que pertenece Bolsonaro. Lula nunca manifestó tener un proyecto socialista de gobierno, aunque siempre defendió la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Sobre la base de la soberanía buscará aproximaciones con la derecha que se reivindica nacionalista.
En la primera entrevista que el expresidente dio estando preso manifestó su voluntad de conversar con las Fuerzas Armadas, porque nunca nadie le otorgó más recursos y valorizó más su trabajo que el PT en el gobierno. Los presupuestos prueban que Lula no miente al respecto. Dentro de las Fuerzas Armadas no hay homogeneidad antipetista. Un día antes de que ordenaran la prisión de Lula, en 2018 la Fuerza Aérea llamó a respetar la Constitución. Cuando en marzo del 2016 Moro ordenó el allanamiento de la casa de Lula y el traslado del expresidente a Curitiba, miembros de la Fuerza Aérea garantizaron que a Lula no lo trasladacen, porque sabían que sino lo detendrían. Los cachetes de los miembros del Ministerio Público que intentaron subir a Lula al avión saben de la fuerza de los aeronáuticos.
Lula le avisó a Bolsonaro que levantará el secreto sobre el presupuesto que su gobierno disponibilizó, aunque el actual presidente diga que él vetó la ley de presupuesto secreto y el parlamento la aprobó igual, lo que significa que, si el presidente electo cumple con su palabra, se abrirá una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), en la que miembros del Parlamento estarán involucrados. Sin dudas que dicha amenaza será una carta de negociación de Lula. No le será fácil ceder ante la corrupción sistémica del parlamento, siendo que llegó al gobierno en un frente de partidos de izquierda. El PSOL, partido que surgió de un desprendimiento del PT tras las denuncias de corrupción, no va a negociar en nada que signifique hacer la vista gorda a la corrupción parlamentaria. Guilherme Boulos, que en 2018 fue candidato a presidente del PSOL, tiene un gran futuro por delante para quemarlo con ese tipo de cosas. Es la esperanza de la izquierda brasilera.
El mundo celebra la vuelta de Lula
La vuelta de Lula a la presidencia de la mayor potencia de América Latina es celebrada por el mundo entero. De México hacia el sur se celebra que las fuerzas nacionales y populares de la región nuevamente tendrán conducción política. Es de esperar la recuperación de instrumentos institucionales como la CELAC y la UNASUR. Hasta las fuerzas conservadoras celebran el pragmatismo de Lula. Cabe recordar que en 2014 Lula firmó un artículo junto con Ricardo Lago, defendiendo el corredor bioceánico. Celso Amorim, excanciller de Lula, manifestó parecerle interesante el apoyo de Argentina a la Nueva Ruta de la Seda china. Por otra parte, Amorim también expresó su apoyo a que Argentina ingrese a los BRICS.
En una reciente entrevista Lula manifestó que a partir del 1 de enero de 2023, día en que asumirá su nuevo mandato, actuará por el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania. No sólo América Latina recuperará una voz de peso en el mundo, cuando la vuelta de Lula al gobierno representa una voz que no se alinea automáticamente ni con los Estados Unidos, ni con China, ni con Rusia. En un mundo que demanda energía, Brasil tiene para ofrecer. En un mundo en guerra, en que la oferta de alimentos es una variable fundamental, América Latina, que obtiene la mayor parte de sus divisas por la exportación de bienes primarios, encontrará en Lula un aliado estratégico que siempre preferirá negociar en bloque con el mundo, que de forma aislada.
El gran dato de la elección
Cuando analizamos la elección brasilera en el contexto global, considerando que para el Consejo de Seguridad de los Estados Unidos la mayor amenaza terrorista a su seguridad interna es el supremacismo de la extrema derecha blanca, el gran dato de la elección es que el bolsonarismo ganó el gobierno de San Pablo. La principal provincia de América Latina fue un histórico bastión del PSDB, partido que fue a todos los ballotages contra el PT desde el regreso de la democracia hasta el golpe a Dilma Rousseff. El vice de Lula fue tres veces gobernador de San Pablo. El exgobernador de San Pablo, João Dória, que afrontó la pandemia, fue contra el negacionismo de Bolsonaro y garantizó la producción de vacunas, cuando el presidente no compraba, dejó la gobernación para lanzarse como candidato a presidente pero desistió a mitad de camino, ante la evidencia de las encuestas.
Es de esperar que el bolsonarismo se recluya en el gobierno de San Pablo. La pregunta es qué hará Tarcísio de Freitas, el gobernador electo, con su política de seguridad. Que la radicalizará no hay dudas. Durante la campaña Bolsonaro quiso vincular a Lula y a su vice con Marcola, el jefe del Primer Comando de la Capital, el conocido PCC, una de las facciones del crimen organizado en Brasil. Si el bolsonarismo planea crear grupos de milicianos en San Pablo, es decir, grupos de policías y militares retirados para disputarle al PCC el dominio del territorio y los negocios, la cosa en San Pablo se va a poner muy pesada. Bolsonaro y su familia están vinculados a las milicias cariocas, que dominan grandes sectores de Río de Janeiro, donde obligan a la población a comprarles los servicios de internet, gas y agua, entre otras cosas. Si para ganar electorado por derecha, el bolsonarismo piensa hacer en San Pablo las mismas matanzas que hace en Rio de Janeiro, la principal capital de América Latina se va a poner muy pesada.