10 años del Pontificado de Francisco: un latinoamericano haciendo lío

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    Papa Francisco
    Foto: Télam
10 AÑOS DE FRANCISCO

10 años del Pontificado de Francisco: un latinoamericano haciendo lío

13 Marzo 2023

Hace exactamente diez años una fumata blanca anunciaba una nueva etapa para la Iglesia Católica y para el mundo entero. Ese 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, cardenal argentino, pasaba a ser el Francisco del mundo. Un latinoamericano, un argentino como jefe de Estado Vaticano.  

La llegada de Francisco generó festejos, broncas y dudas de maneras disímiles en la sociedad argentina; conservadores, ortodoxos, liberales, peronistas, izquierdistas eran atravesados por la celebración o el malestar, pero con la duda de cuál sería el Bergoglio que se sentaría en el sillón de San Pedro.

¿Sería el arzobispo que se encabezó la oposición al gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández? ¿Acaso sería el joven jesuita misionero? ¿El Bergoglio de las misas cartoneras? ¿El mediador de conflictos sociales? ¿El de guerra de Dios contra el Matrimonio Igualitario?

La cosa empezó a esclarecerse muy rápidamente, para el disgusto de quienes esperaban una continuidad con su conservador predecesor, Benedicto XVI, a un Papa más centrado en la moral, los dogmas y los sacramentos, Francisco confirmó las sospechas (y esperanzas) de algunos y defraudó a otros tantos.

Ya en su primer año como Sumo Pontífice podía leerse en su primera exhortación apostólica, Evangelii Gaudium (“La alegría del evangelio”), un posicionamiento crítico sobre la desigualdad, la cultura del descarte, la ley del derrame, la crisis ambiental, la idolatría al dinero, la economía de exclusión:

“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata…Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.” 

En 2014, por si faltaban confirmaciones en torno a su perfil teológico pastoral, en 2014 convocará al Encuentro Mundial de Movimientos Populares, los cuales se repetirían los años siguientes. Allí organizaciones populares de los cinco continentes, reunidos, en esa ocasión en el mismísimo Vaticano, compartirían sus realidades y problemáticas. 

“Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto…que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño, pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista” (Discurso Francisco, EMMP, 28/10/2014)

Allí Francisco tomará la agenda de las 3T, reivindicará la tarea cotidiana de las organizaciones, sellando un vínculo profundo con ellas. A esto se le sumará su llamado a hacer lío a las juventudes, como también, en relación a la realidad argentina, sus gestos para con determinados dirigentes sociales y políticos (entre ellos, el rosario enviado a la presa política Milagro Sala), sus caras de malestar en fotografías con dirigentes como Mauricio Macri, su apoyo a determinadas luchas sociales, etc.

Desde allí la decepción con Francisco de ciertos sectores, dentro y fuera de la Iglesia Católica, en particular de Argentina, llevará a campañas de difamación, por izquierda y por derecha. No faltarán quienes lo acusarán de comunista, de ideologizado, etc. Lo llamativo allí es que, si revisitamos escritos e intervenciones públicas de Bergoglio en sus años previos, encontraremos una línea de continuidad en torno a la denuncia de la exclusión, la necesidad de la distribución de la riqueza, de la soberanía de los pueblos, etc. Esto con puntos en común con el propio del discurso de la Iglesia Católica, en los años de democracia, de denuncia al neoliberalismo, la preocupación por la pobreza, etc.

Frente a quienes esperaban un papa afín al statu quo, una crítica al capitalismo salvaje de exclusión, frente a quienes esperaban un discurso fuertemente conservador, un papa que dice “quien soy yo para juzgar” a una persona homosexual que busca a Dios, que fomenta el diálogo interreligioso, un discurso de paz, frente a las posturas de una Iglesia elitista y cerrada sobre sí misma, una Iglesia “en salida”. 

¿De dónde salió este discurso de Francisco? Podemos pensar que está en su matriz jesuita, en los aportes de la Teología del Pueblo, en sus vivencias en un país periférico y tercermundista donde la miseria, la dependencia y la exclusión son moneda corriente. Una autoridad eclesiástica comentaba, a quien escribe, que no hay manera de encasillarlo a Francisco en un corriente teologal, “es impredecible”.

Aún quedan muchos debates que la Iglesia deberá afrontar, aún falta la realización concreta de una Iglesia pobre para los pobres, habrá que ver si la etapa de Francisco viene a ser una nueva excepcionalidad propia de un péndulo vaticano, o si será un punto de partida para un proceso de transformación de la Iglesia Católica.

Estos días el mundo católico está de festejo. En Luján se celebraron misas en su nombre, miles de fieles, sectores de la política, de organizaciones sindicales y populares se acercaron a celebrar la década de un Papa que consideran propio, más allá de su procedencia geográfica, por su discurso disruptivo, que algunos dicen “peronista” (termino que también usan quienes denuncian su intromisión en la política nacional), aunque en el libro El Pastor, libro lanzado hace algunos días, él mismo se haya encargado de negarlo: "Nunca estuve afiliado al partido peronista, ni siquiera fui militante o simpatizante del peronismo…Tampoco estuve afiliado a Guardia de Hierro...la presencia de esa agrupación en la universidad y mis escritos sobre la justicia social llevaron a que se dijera que soy peronista. Pero en la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?".

Puede gustar más o menos su figura, podemos debatirlo y discutirlo, pero me permito decir que hay dos cosas indiscutibles. Por un lado, la relevancia concreta de su papado, como parteaguas en la historia religiosa, social y política, como también su impacto amplios sectores de la sociedad: un reencuentro con la fe, y una amplitud de concepción desde la política y las militancias en torno al Papa y la institucionalidad católica como actor social.

Por otro lado, y más valioso aún, frente a un contexto de desilusión política, de pesimismo generalizado, de voces nostálgicas sobre un mundo que ya no es, de resignación y conformismo, Francisco trajo (y trae) un mensaje de denuncia, pero también de esperanza, de impulso a la participación y a la organización comunitaria, de visibilización de actores sociales marginados, un mensaje de que “nadie se salva solo” y de que “otro mundo es posible”.