El voto manipulado: postales de un accionar violento y autoritario, por María Salome Farias
El domingo pasado tuvimos un nuevo momento para creer que la democracia existe en la vida real PERO, la democracia no son los padres. Sin embargo, y de un disparo al corazón, se bajó la ilusión de un sistema de representatividad directa o indirecta, que manifieste nuestro pensamiento y se reproduzca en la vida de cada uno de nosotros. Aún hoy no conocemos los resultados de los comicios.
De un lado y del otro de la grieta se plantea el por qué. De un lado para implementar el voto electrónico, que nos ubicaría en una escala tecnológica mundial permitiendo una redefinición de la Argentina: ya no seríamos del tercer mundo; mientras del otro se plantea la suspicacia en detener el escrutinio en pos de mantener el aire triunfalista del gobierno de turno. La verdad es que en el medio estamos todxs nosotrxs, sea cual sea del lado de la grieta en el que estemos.
La manipulación de la información es un modus operandi de cualquier gobierno. En esta ocasión escribe alguien que no es particularmente idealista de la política en términos utópicos (sólo lo soy en términos prácticos), y que considera que la información es poder. Aun así, la manipulación del voto es abuso de poder. De mínima es abuso, y de máxima es autoritarismo.
La formación de opinión, no solo en manos de los medios de comunicación sino en los diferentes espacios sociales, oficia de condicionante de pensamiento y de comportamiento de la sociedad. Tal como lo descripto por Noelle-Neumann en la teoría de ‘la espiral del silencio’, el ser humano en sociedad teme al aislamiento, motivo por el cual se encuentra contenido en la opinión preponderante. Esto es, el ser humano, en general, repite y reproduce prácticas, dichos, y pensamientos que son aprobados por el común de la sociedad, evitando así la exclusión por señalamiento. Neumann lo identifica en todos los aspectos de la vida en sociedad, pero yo lo traigo aquí para identificar el comportamiento triunfalista de la alianza Cambiemos, al subir al escenario el domingo pasado, con no más del 30 % de los votos contados, en un horario identificado como central de audiencia televisiva. Necesario para ello, la manipulación del sistema de conteo de votos.
No es lo mismo subir al escenario con todo el despliegue característico de la alianza gobernante, cuando el resultado era ampliamente preferencial al oficialismo, que subir en un horario de baja audiencia, sin cobertura de los grandes medios, y con un resultado “cabeza a cabeza”. No es lo mismo tampoco, que en el horario pico se hayan escrutado los sectores identificados con determinados espacios políticos que, aunque sean minoritarios en comparación con la primera y la tercera sección electoral, tienen un boca de urna conocido históricamente. Entonces, no es lo mismo subir al escenario en un horario que en otro con un resultado más completo.
El eje, a mi entender, no está en el conflicto de cambiar hacia el voto electrónico porque el actual es volátil. No es el sistema de votación el que falla, sino la definición de qué contar, cómo y cuándo, para que la información esté disponible a pedido del que manda. El sistema de espiral de silencio, oficia aquí de condicionante. Los diarios de mañana dirán que ganó Cambiemos, y el conteo de votos dejará el primer plano. Cuando los resultados se socialicen, el humor social llevará varios días de ventaja, los suficientes para que cambiar ese resultado sea considerado un capricho.
Se trata de la formación de opinión per se, se trata de la capacidad de manipular la opinión pública, de formar opinión, tergiversando la información para que te ubiques de un lado o de otro.
Lamentablemente un gobierno que accede con el discurso del respeto y valor por las instituciones de la República, se encuentra utilizando y moldeando las mismas a gusto y piacere. Sin embargo, lo peor se ve cuando la institución que se manipula, es la de la democracia por excelencia, y ni siquiera lo digo por ir encima de los intereses populares. Manipular la institución del voto, acorde con intereses partidarios es, además de repudiable, violento y autoritario.
De cualquier manera, romper con las estructuras de poder hegemónico, no es ni más ni menos que mantener el pensamiento individual por encima de los intereses reinantes. Romper con la opinión pública para que el señalamiento no sea un sinónimo de exclusión, es lo que nos va a salvar de la masificación y la abstracción del pensamiento. Porque en definitiva cuando apagamos la luz para irnos a dormir, o en el cuarto oscuro, sabemos perfectamente de qué lado nos paramos.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).