Empate hegemónico o Tercera Independencia
Escribir sobre la independencia presupone disquisiciones de corte historiográfico, pero en este caso vamos a prescindir de la mera historización y los desafíos que anidan en su esencia ya que han salido libros muy buenos sobre la Independencia de 1816 y leerán artículos de todo tipo, calibre y corriente historiográfica durante estos días. Por eso, como mucho, el relato historiográfico solo será un sencillo auxiliar para asistirnos en determinados momentos que lo ameriten.
Sabido es que el ciclo de las independencias iberoamericanas responde a infinidad de factores, pero hay tres que las identifica y aúna: la inserción en un ciclo económico en el que Inglaterra liberaliza al mundo, el rol de las élites que se creyeron en condiciones de manejar con ganancias extras sus propios destinos, y finalmente, las inmensas masas americanas que veían en la independencia una manera de hacer realmente universal los valores de igualad, libertad y fraternidad que pregonaban quienes se nutrían de su poder numérico traducido en poder militar (aunque luego descubrirían con desilusión que esas prerrogativas republicanas solo eran usufructuables por cierto tipo de ciudadano sofisticado y rico).
Lo interesante es poner en negrita más al sujeto entitario que identifica un sistema de valores inherentes a cierto período histórico-político-social -encarnados a su vez, en una determinada entidad constituida como sujeto-Estado [1]- que narrar los hechos acaecidos entre 1780 –Alzamientos andinos de Tupac Amaru II, Tomás Katari y Tupac Katari- y 1824 –expulsión definitiva de los realistas luego de la batalla de Ayacucho- que determinaron las cristalización concreta de acciones emancipatorias. Esos valores que motorizan las revoluciones de principios del Siglo XIX fueron aquellos que impulsaron las burguesías europeas y sus reverberaciones, muy al uso nostro, en la América hispana.
Esa primera independencia se consiguió y creció a partir de dos proyectos antagónicos [2] dentro de un mismo horizonte independentista: aquel que se dimensionaba dentro de un conjunto heterogéneo pero de raíces cimentadas a partir de sufrir una misma matriz de explotación y opresión –podríamos llamarlos los Bolivarianos-, y aquellos que, basados en un espíritu ortodoxo y liberal, aceptaban insertarse en un mercado internacional del trabajo en forma individual mediante las ventajas comparativas que les ofrecía su ubicación estratégica y las necesidades tanto de la antigua metrópolis como del nuevo Leviatán encarnado en el león rampante británico. En la Argentina, esa primera independencia tuvo que ver con despojarse del vetusto ropaje real para sumirse en el nuevo mundo que merced a su necesidad ambiciosa fue logrando la manera de implantar, hacia 1880, un nuevo orden basado en el despliegue tecnológico-industrial, un paradigma positivista y una nacionalización estatal organizada según los parámetros foráneos. La primera independencia se sumía, de esa manera, en un orden neocolonial que duraría -con oleadas intermitentes a mediados del siglo XX [3] - hasta las primaveras acaecidas en el nuevo orden mundial post 2001, en una era digital en la que a la vez que se ha extremado la concentración de la riqueza [4], por primera vez el continente se ha despojado de otras cadenas que jamás habrían permitido pensar en la liberación.
En estos últimos años, sea por mérito propio, conjunto o una simple conjunción epocal de sucesos, luego de años de clamar por una segunda independencia de la que ya hablaba Martí, se ha consolidado la posibilidad material de un cambio de matriz cultural que tiene su basamento en cierta pérdida de la inocencia. Una de las mayores coincidencias entre el pensamiento martiano y los postulados de los nuevos gobiernos progresistas de Abya Yala [5] de principios de siglo XXI es la idea de una Segunda Independencia. Martí puso el foco sobre la dependencia en que cayó la América libre de la tiranía española y acosada por la ambición del imperialismo inglés y yanqui, y afirmaba que todavía faltaba la “Segunda Independencia, la definitiva liberación política, económica y cultural” [6] . Durante los gobiernos de raigambre popular de los últimos años se observó una segunda independencia, aunque no necesariamente nos liberó política, económica y culturalmente, ya que no es una independencia de orden material, sino del plano de lo ideológico desde una perspectiva hegemónica.
En ese sentido, acaso pecando de optimista, para mi modo de ver, durante los años transcuridos entre la elección de Chávez en 1999 y el impeachment a Dilma de 2016, se dio un proceso de avances inéditos en la región, de carácter igualitario, inclusivo, continental –con sus debe- y popular que provocó la reacción del stablishment del mundo entero, con sus limitaciones de dependencia, pero avanzando en algunas cuestiones que consolida y alcanza una segunda independencia, y prepara el terreno –aun con bajamar- para una mucho más amplia Tercera Independencia [7] .
La segunda Independencia se afinca sobre dos pilares que han venido a modificar los paradigmas de legitimidad falaz. Hasta hace no pocos años, si alguien leía una nota en el diario, esa nota era palabra santa. No era cuestionable por parte del pueblo en su conjunto, ni se velaba un determinado artículo u opinión periodística con una sospecha de parcialidad, como mínimo, o de interés manifiesto en el caso más extremo. Cada vez menos personas, y en breve quizás nadie –ni a favor, ni en contra- creen que lo que narra un medio de comunicación o las redes sociales sea una comunicación inocua. Detrás de cada discurso hay un interés manifiesto, más o menos altruista, más o menos espurio. Así, los medios de comunicación ya no cuentan con un halo de infalibilidad moral, ya no tienen a su favor la falacia de la autoridad. De igual manera, tampoco la Justicia se halla libre de sospecha, y cada vez se identifica más a los jueces como sujetos políticos y no como meros agentes imparciales de esa señora de ojos vendados.
En ese sentido, la pérdida de la inocencia y la candidez por parte del pueblo que consume tanto noticias –de manera semi libre- o es pasible de ser “administrado” por la justicia –de manera coercitiva-, redunda en la posibilidad inmensa de poder no solo escoger la información que se consume sino producir la propia por medio de canales alternativos, y no solo sufrir la (in)justicia como algo inexorable, sino utilizar las herramientas que permite el juego democrático actual –aunque cada vez más cercenado- y batallar por medio de una formación política exhaustiva y feraz, integral y con contenidos consustanciados tanto de tipo político, como moral o espiritual. Ese despertar de la conciencia se consolidó a principios de este siglo y ha posibilitado alcanzar una segunda independencia que, a diferencia de la primera, que comportó un cambio material sustantivo, en este caso, más que un cambio material o de matriz productiva, se embebe de un cambio paradigmático con respecto a la relación del hombre con la información y la justicia.
Luego de este período de resurgimiento de premisas de espíritu bolivariano, martiano y, en el caso de la Argentina, con una recuperación masiva del ideario peronista, ha sucedido un fenómeno que ha sumido a muchos militantes, simpatizantes, votantes y sociedad en general, en un sentimiento de dolor y apatía, de furia que no se canaliza ni se conduce, con lo cual se estanca como leche fermentada en una bolsa sellada, colmando de pesimismo a cantidad de hombres y mujeres que habían visto en la política un modelo de acción concreta sobre la sociedad de la cual formaban parte.
Ese abatimiento que se ve en las calles de Argentina -pero que también se lo ve en las calles de Brasil, en las de Paraguay, en las de Guatemala y a lo largo de todo el continente- no debe ser retroalimentado por el propio pesimismo. Según algunos estamos en pleno retroceso, para otros es una catástrofe irremontable, para muchos, una oportunidad de raigambre dudosa. Yo coincido con el clarificador García Linera, que considera que el continente se mece en oleadas que cada vez van teniendo mayor sustento y mejoras concretas para las masas americanas.
Es por eso que me niego a entristecerme y este 9 de julio quiero festejar la Independencia, la Primera y la Segunda, porque a pesar de que Macri quiere encabezar un desfile militar, a pesar del revanchismo más sanguinario desde la dictadura cívica-militar-eclesiástica-periodística del 76, a pesar del cinismo guasoniano gubernamental y de la instrumentación de una democracia nula con diligentes operadores del partido judicial y munificentes defectores de la tropa propia, el kirchnerismo –y podríamos nombrar a otros actores continentales- no ha perdido cierta centralidad política, incluso para ubicarse en el lecho del martirio; y más temprano que tarde, el ideario continental-popular de estos tiempos, hibernando entre algodones en el alma del pueblo, volverá a tremolar como una bandera unívoca durante la Tercera Independencia.
El pueblo no debe caer en la congoja y en la desazón más allá de lo crítico de la situación, no debe regodearse en la auto-conmiseración y debe enrolarse en las filas organizadas para poder así, estructurado en una nueva forma de articulación política-social heterodoxa, fresca, austera y revolucionaria en cuanto a las posibilidades de comunicación llana y comunal, barrial, recuperar el centro de la escena y comenzar a forjar un nuevo bloque histórico.
Ya vivimos dos independencias, y esta restauración conservadora de la que viene hablando Correa hace unos años y que está consolidándose ahora en el continente, no es otra cosa que un ramalazo de los últimos tiempos de un orden mundial vetusto. La sociedad mundial se encuentra en una suerte de parteaguas, de bifurcación del camino: si va en un determinado sentido, el mundo se dirigirá hacia los TPP [8] y el mundo del orden imperial; si va hacia el otro lado, se encaminará hacia la Tercera Independencia, aquella en la que el valor del conocimiento social sea determinante para librarse de la dependencia, aquella en la que se cimente la empatía humana al interior de los pueblos y en el que el mundo multipolar, de intercambios basados en una igualdad que sopese las necesidades comparativas y en que el valor de la solidaridad prime sobre el de la ganancia avara y deshumanizada.
Atendiendo al momento anteriormente descripto, podemos ver que el concepto de Empate hegemónico alcanza para explicar, al menos en este artículo coyuntural, la actualidad política, social y cultural de Nuestra América. No obstante, intentaremos desmenuzar el porqué de la definición.
Muchas veces, ya desde el título, se insinúa la conclusión de cualquier ensayo-artículo; en este caso, la nota del título es un punto de partida, un comienzo que delimita el espacio en el cual se va a pensar -siempre teniendo a la realidad más concreta y dura a los pies- y designa las categorías que, finalmente y en parte, solventan estas palabras. Y digo en parte porque sí bien existe una bipolaridad política inmensa al interior de las sociedades de este mundo que intenta ser multipolar, y se percibe una suerte de empate hegemónico en la región, lo que evidencia, en última instancia, la lucha entre esas dos polaridades que a medida que acentúan sus contradicciones más definen y tornan límpida la licuación hacia los extremos, la pérdida de flexibilidad en el clivaje y, en términos temporales históricas, la canalización hacia un conflicto de cuarta generación que incluye a la superación de un periodo histórico, el iniciado entre 1989 y 2001, y que consumará la realización de un paso ulterior de las sociedades.
Este ensayo asqueante de optimismo, si bien incorpora una categoría de análisis gramsciano, no sigue un análisis netamente basado en el pensador sardo, sino que se nutre de otros pensadores posteriores. Pero el concepto de hegemonía, sí es claramente gramsciano, y debemos decir que nos atrevemos a tomarlo como sendero de análisis, porque se adapta perfectamente a una realidad diferente a la que el autor analizaba. Trayendo a Portantiero y su lectura de Gramsci, el Lic. Almada nos dice que América Latina se halla dentro del horizonte de un “Occidente periférico y tardío” , y que por lo tanto es alumbrable desde ese paradigma.
Desde la perspectiva de un militante, o incluso de un simpatizante no orgánico, aunque leal y pasible de organizarse, se vive la “Restauración conservadora” a través de un nuevo “Plan Cóndor”. Dicha “Restauración”, ya desde el nombre nos dice mucho. Primero que Correa la denomina con el nombre que usaron en Europa las ligas de la realeza para reponer en el trono a sus reyes, lo que venía a Restaurar -es decir arreglar, reparar, devolverle el brillo de antaño- el orden interrumpido por una anomalía. Y luego, cierra el sintagma con la palabra Conservadora, que en todo el continente remite a las oligarquías que siempre se negaron a modificar el status quo, no por arcaicos –suelen ser grandes defensores del Progreso- sino por compartir la idea de que tiene que haber un ordenamiento estamental en la sociedad, están, biopotencialmente hablando, imbuidos de un pensamiento ultra-clasista discriminador. El método por el cual se van a instalar, según lo denomina el actual mandatario ecuatoriano, es un nuevo “Plan Cóndor. Y aquí el sintagma no es divisible en su binomio de membresía, ya que es bestial en conjunto y revive el horror planificado desde la CIA para todo Nuestra América, e incluso con otros nombres, diría para todo el mundo que se hallase dentro de ese Occidente periférico y tardío [9] (ya que podemos incluir países de África y Asia dentro de ese intento de polarizar el mundo entre la URSS y EEUU, en su aspecto global, pero en definitiva y en parte, dirimido en las luchas de liberación de los 60 a los 80, entre las oligarquías y los sectores populares).
Más allá de la excelente caracterización que ofrece el presidente ecuatoriano, lo que ocurre con ese término, es que lleva a ver a las masas de hombres y mujeres –militantes o simpatizantes activos- sumidos en la tristeza que los vientos de la época desparraman por nuestra Abya Yala. Vemos tristeza en México, la vemos en Centroamérica, la vemos en Venezuela, la vemos en Brasil, en Perú y en Argentina. Y si hilamos finos, la vamos a ver en el continente entero, país por país. Pero es injusto e innecesario el abatimiento y la desazón. Sin dejar de ver la complejidad del asunto y la adversidad extrema de estos tiempos, en realidad no estamos asistiendo a una derrota, sino que estamos observando un reflujo de la ola política sobre la cual surfeamos. Tiene que ver con un retroceso –sobre todo en términos electorales- de las fuerzas progresistas de la región y un avance de la derecha, ahora sí, organizada en partidos que juegan la puesta en escena de la democracia burguesa y boba [10].
El proceso mediante el cual un pueblo se subsume bajo el ideario del poder, bajo la hegemonía de las clases dominantes, no solo no es definitivo, sino que la próxima cima ideológica está en plena conformación, y la buena noticia es que no la conforman solamente el selecto club de los dueños del mundo, sino que los pueblos tenemos un rol fundamental y único en esa construcción sobre el sentido de las cosas. Podemos vivir sin el 1% de la población más rica del planeta; ellos no pueden vivir sin nosotros.
Además, ese avance de la derecha, tampoco es necesariamente definitivo [11] , y probablemente estén dadas las condiciones para que haya una especie de reflexión sesuda universal, un sentido solidario cohesionado de las nuevas generaciones que todo lo cuestionarán, y todo lo pondrán sobre el lente de la criticidad; que no soportarán, que no podrán vivir en la dualidad y en la contradicción, que necesariamente se sentirán compelidos a vivir en armonía con aquellos valores que, incluso en los hogares más reaccionarios, siguen teniendo a premisas de corte moral espiritual tallados bajo el cincel de las religiones monoteístas ampliadas, algo así como una vuelta de tuerca seria, extendida, desprejuiciada, transmoderna y política a la conjunción posmoderna y contradictoria del “respirar de Ravi Shankar” y los preceptos de Wall Street.
Vienen tiempos turbulentos, se avecinan truenos de ideas y refucilos de conflictos, agites mediáticos y persecuciones huxleysianas, caldos sociales y efervescencia de espíritus, consonancias de cuerpos con tambores de resistencia. Nadie puede prever a ciencia cierta –pura retórica, la ciencia jamás será cierta- que es lo que sucederá. A corto plazo veo calamidades, a mediano plazo zurcidos de pérdidas, y en unos 10 o 12 años, la posibilidad de una Tercera Independencia.
1 En el caso de lo que llamaremos Primera Independencia, ese sujeto-Estado será el Reino de España.
2 Demarcamos solo dos para poder simplificar la trama que conduce a nuestra tercera independencia; aún a sabiendas que las tramas pueden enmarañarse hasta el infinito, hasta encontrar un hilo en cada alma que pulula sobre estas tierras.
3 Los gobiernos de Getulio Vargas en Brasil, el de Cárdenas en México, el de Perón en Argentina, el de Velasco Alvarado en Perú, el de Torrijos en Panamá, la revolución boliviana de 1952, con Banzer y Paz Estenssoro en Bolivia, el de Arbenz en Guatemala, el punto álgido de la Revolución cubana, y luego Allende en Nicaragua, el breve gobierno de Cámpora y la vuelta de Perón en el 73, el sandinismo tardío, ya flotando en los preceptos neoliberales de los 70 en medio de las dictaduras sangrientas y las guerras civiles hasta la llegada de los gobiernos neoliberales, los estallidos sociales y, finalmente, el advenimiento de una corriente de gobiernos continentales-populares.
4 El 1% de la población mundial posee el 48% de la riqueza global, 92 personas con más de mil millones de dólares, 128.000 personas que poseen más de cincuenta millones de dólares (Oxfam, 2014). Bonino Jasaui, José Carlos. De la década ganada a la década por ganar. http://www.contextolatinoamericano.com/articulos/de-la-decada-ganada-la-decada-por-ganar/#
5 Prefiero llamar a Nuestra América Abya Yala en este parágrafo por razones obvias.
6 Martí, José: Las ruinas indias. En Acosta, Leonardo: José Martí y el indio de nuestra América. Pág. 506. (Martí en Acosta).
7 Probablemente, en este movimiento ininterrumpido de las sociedades, la tercera tampoco sea la independencia definitiva.
8 “La Asociación Transpacífica TPP por sus siglas en inglés, aprobada el 4 de febrero 2016 y conformada por 11 países ubicados en los entornos costeros del Pacífico (Estados Unidos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Singapur, Vietnam, Canadá, y los latinoamericanos México, Perú y Chile) que abarcan un tercio del comercio global y el 40% del Pib mundial, creada entre otros motivos, con la intención de socavar la creciente influencia de China en sus entornos limítrofes. Paralelamente las elites económicas de ambos lados del atlántico, Estados Unidos y Unión Europea están negociando otro tratado comercial, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión TTIP por sus siglas en inglés, el primer tratado de libre comercio del Siglo XXI entre potencias, con menos de un sexto de la población mundial (800 millones de personas) pero con la mitad del PIB mundial. Bonino Jasaui, José Carlos. De la década ganada a la década por ganar”. http://www.contextolatinoamericano.com/articulos/de-la-decada-ganada-la-decada-por-ganar/#
9 Lic. Almada, Damián: La Hegemonía en Gramsci. Nov. 2013. http://es.slideshare.net/damiandrada86/la-hegemona-en-gramsci
10 Aunque siempre tuvo organización meta –política y proveniente del exterior; ahora mantiene la procedencia pero se instituyó en partidos políticos atendidos por sus propios dueños, que organizan golpes blandos o golpes electorales a través de estrategias comunicacionales de alto impacto y baja ética profesional, o nula.
11 “Lo cierto es que en el último año, después de diez años de intenso avance, de irradiación territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios en el Continente, este avance se ha detenido, y en algunos casos ha retrocedido, y en otros casos está en duda su continuidad”. García Linera, Álvaro. http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/05/30/alvaro-garcia-linera-en-argentina-no-hay-revolucion-verdadera-ni-hay-consolidacion-de-un-proceso-revolucionario-si-no-hay-una-profunda-revolucion-cultural/
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)