Hablando de manchas
“Hebe de Bonafini expresa lo más profundo de la decadencia del progresismo. Los Kirchner le compraron el pasado. Ella dejó que le intoxicaran el presente. Ha rifado la identidad que construyó enfrentando a la dictadura. Los pañuelos blancos fueron un reclamo valiente de justicia ante las atrocidades de los militares. Con lo que le queda de ese capital simbólico hoy pretende escapar a la Justicia de la democracia”.
Así comienza un artículo firmado por Ricardo Roa, uno de los editorialistas del diario Clarín. Fue publicado en la edición del 6 de agosto y las pocas líneas transcriptas alcanzan para ensayar algunas reflexiones sobre el nivel de hipocresía de uno de los grandes medios que han sido aliados de lo que ahora llaman dictadura y no dudan en hablar de las atrocidades cometidas por los militares.
Al margen de lo que pueda decirse, nada puede ser más elocuente que lo que expresa la imagen que ilustra este comentario y que sirve para demostrar, una vez más, que una foto pude decir más que mil palabras.
Hablar de pañuelos blancos manchados desde las páginas de un medio como Clarín es como hablar de vida desde un cementerio. “Los pañuelos blancos fueron un reclamo valiente de justicia ante las atrocidades de los militaras” dice el autor del comentario titulado “Cuando el pañuelo se mancha” (sic).
Roa no lo dice y se entiende por qué no lo dice, pero entre las atrocidades cometidas por la dictadura se incluye la apropiación de Papel Prensa por parte de los militares en sociedad con los diarios Clarín, La Nación y La Razón.
El 27 de septiembre de 1978, Ernestina Herrera de Noble brindó con el genocida Videla el despojo del que fueron víctimas los dueños de la empresa, sometidos a sesiones de tortura para lograr la transferencia de Papel Prensa. Por entonces, el país entero ya estaba manchado con la sangre de miles y miles de hombres y mujeres devorados por el terrorismo de Estado.
Dos años antes de aquel brindis entre el genocida y la poderosa empresaria, la dueña del Grupo Clarín se había apropiado de dos criaturas cometiendo múltiples delitos, además de registrar a Marcela y Felipe con el apellido de Roberto Noble, fallecido siete años antes.
Por eso es que hay fuertes y fundadas sospechas de que aquellas criaturas, adoptadas en pleno plan sistemático del robo de bebés, pueden ser hijos de desaparecidos.
Esa es otra de las atrocidades que no figuran en el rosario de manchas que menciona el periodista Roa y que no ha perdido vigencia a pesar del sobreseimiento de la viuda de Noble dictado por la jueza Sandra Arroyo Salgado –no por casualidad- a pocos días de haber asumido el gobierno de Macri.
Mancha indeleble que se repite en los centenares de aquellos niños que, como Marcela y Felipe, han sido despojados de su identidad, de su historia, del proyecto de vida que para ellos pensaron sus padres biológicos.
Si Marcela y Felipe no fueran hijos de desaparecidos, aún así la causa no debería cerrarse mientras no se establezca el origen biológico de ambos, sobre todo por la serie de irregularidades cometidas en las apropiaciones, tal como figura en la voluminosa causa judicial en la que se incluye la detención de la viuda de Noble a finales de 2002 por orden del ex juez Roberto Marquevich.
El pañuelo blanco de las Madres y de las Abuelas está por encima de las personas, es un emblema universal. Simboliza la resistencia a la dictadura, abre el camino a la democracia, representa la libertad, el anhelo de justicia, la defensa de la dignidad humana, el legítimo derecho a vivir en paz.
El pañuelo blanco es el triunfo de la vida sobre la muerte. Nada ni nadie puede macharlo.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)
Periodista y escritor. Autor de La apropiadora, libro que recoge sus investigaciones sobre los casos de Marcela y Felipe Noble Herrera, y La abuela de hierro, obra que refleja la búsqueda de Matilde “Sacha” Artes de su nieta apropiada durante la dictadura.