Libros, balas y organización: formas de la resistencia, por Horacio González
Malatestianas
Muchas gracias por la invitación, y muchas gracias a la Negra Mala Testa. Por supuesto, nunca pensé que tuviera una existencia real; pero a medida que voy escuchándolos, se va aproximando esa situación que las grandes religiones describen muy bien, y que se llama el milagro de la creación de una persona a partir de los textos. Comenzando por su nombre. Alguien la bautizó así, y de algún modo representa un espíritu combinatorio que traza un horizonte de estos momentos tan difíciles y aciagos, por un lado; pero con la necesaria pizca de esperanza, por otro.
El anarquista (Errico) Malatesta vino a Argentina en 1913 (si no me he olvidado de viejas lecciones de historia). Y participa de una discusión fundamental del anarquismo argentino, sobre los grados de organización que debe tener un grupo llamado anarquista, que postula en su propio nombre una no-organización. O un tipo de acción que destina a la capacidad de decisión propia la mayor carga de la acción política, y no a una organización que, como tal, trasladaría la forma opresiva del Estado a los mismos que querrían derrocar al Estado. Es una discusión cuyos papeles están hoy en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Creo que tiene cierto éxito en convencer y también en dividir a los anarquistas argentinos, entre los que no aceptan ningún tipo de gobierno ni de organización, y quienes, a pesar de llamarse “anarquistas” (es decir, rechazando el gobierno y la organización en nombre de una pulsión básica que actúa bajo grados de espontaneidad muy notables), aceptan que el anarquismo también debe tener algún grado de organización. Con el tiempo la división dará lugar a la FORA del V Congreso y a la FORA del IX Congreso (esta última, que ya había abandonado la consigna del comunismo anárquico, más afín a establecer ciertos campos de relación con el gobierno de Yrigoyen). Pero no pretendo seguir los pasos de esta historia, que son, por cierto, bien complejos, y que en algún momento habrá que reescribir, porque la particularidad de los movimientos sociales que están hoy en acción en Argentina es también una capacidad de reescritura: no conformarse con los textos heredados, sino con los que se produzcan a partir de la propia movilización, los encuentros mutuos, y el reconocimiento de las partes que uno tiene olvidadas y que forman, al mismo tiempo, un complemento con esa misma parte que otros tienen bajo el signo de un recuerdo más vivo.
Tecnologías represivas
Entonces, me gustaría hablar de esta interesante escenografía un poquitito, sin hacer demasiada bambolla con esto. Pero quiero anticiparme, diciendo que las noches que pasamos, que combinaron la gran escena de Plaza Congreso, es decir, una manifestación multitudinaria (no sé cuántas personas, pero muchas: las acostumbradamente muchas que son característica de los últimos tiempos); y la avanzada (para hablar en términos de Clausewitz) de un conjunto de jóvenes, que se tapaban los rostros por efecto del gas lacrimógeno y que lanzaban piedras. Y del otro lado, un nuevo tipo de policía, cuya tecnología hereda las tecnologías anteriores. Balas de goma, etc.: todo eso existía. El gas lacrimógeno es antiguo… ignoro en qué año se ha inventado, probablemente en los años 40. Las contraposiciones de calle, las luchas de calle de anarquistas y socialistas en los años 20 o 30 se hacían sin gas lacrimógeno; se daban entre la fusilería del ejército (basta recordar la Semana Trágica) y los grupos anarquistas. De ahí la gran cantidad de muertos, en general, o casi siempre, o siempre, dentro de las filas del anarquismo o del anarcosocialismo, o del incipiente Partido Comunista –hablando de principios de los años 20.
O pensemos en el Domingo Sangriento, en 1905, una de las tantas piezas que antecede el derrocamiento del zar. Hay grandes fotos de esa escena, donde un sacerdote, el famoso padre Gapón (sospechado de pertenecer a la Ojrana, la policía secreta del zar) dirige a las masas populares en una gran multitud, en la ciudad de San Petersburgo, para pedirle al “padrecito" zar… Porque no era una manifestación contra el zar, pero eran tantos, que el zar dice: “Me vendrán a pedir algo que yo puedo dar… ¡pero son muchos! ¡es muy peligroso!”. Y la situación muy conocida, llamada Domingo Sangriento, originará los nombres que sucesivamente se le ponen a estas circunstancias (Semana Trágica en Barcelona, Semana Trágica en Argentina). Hay miles y miles de muertos, y están las fotos de los cosacos, los soldados del zar, todos con capotes negros y los viejos fusiles Mauser. Es decir: el gas lacrimógeno introduce un factor importante en las luchas de calles. ¿Cómo juzgar eso? Porque evidentemente no son fusiles; disparan a la manera de un fusil, pero disparan un gas que dispersa a través de una afectación del cuerpo. Quizás sea momento de pensar también qué son los cuerpos de los manifestantes, siendo que este gas produce modificaciones importantes en lo que es la vida del cuerpo, la autosustentabilidad de los cuerpos (produce efectos respiratorios, asociados a cierto grado de envenenamiento). A diferencia de las balas de plomo del zar, estos son efectos más lentificados, hay más mediaciones (no diríamos hegelianas, pero hay más mediaciones); son los descubrimientos de las policías mundiales respecto al control de masas. Y el otro descubrimiento es el gas pimienta, que pertenece a un plano más elevado, a una jerarquía mayor (respecto al lanzamiento del gas lacrimógeno, que tiene algo parecido a un fusil). El gas pimienta, que es como un aerosol, es pariente del defoliador Bayer (pariente de la aspirina Bayer), que en la guerra de Vietnam le permitía al ejército norteamericano defoliar todos los árboles de la selva, a fin de producir una visibilidad mayor de los movimientos militares de los grupos guerrilleros. Entonces, estamos hablando de tecnologías químicas aliadas a tecnologías militares y a viejos instrumentos de guerra.
No me parece justo, en este momento, interpretar lo que pasó en el Congreso bajo categorías militares, porque no las tenemos en nuestra cabeza en grado explícito. Y quizás sea bueno pensar –aunque cualquier especialista en luchas urbanas podría aplicar estos criterios– que nuestros criterios deberían ser los de aquellos que buscan la vida justa, en los términos de cómo se comportan ante el formidable aparato militar, policial, estatal de la nación argentina. Que en este momento se ha redefinido de manera brutal, en función del fuerte peso que tiene en ella todo el aparato represivo, a través de todas estas tecnologías que nos remiten al Domingo Sangriento: las balas de plomo siguen existiendo, de hecho, existieron en Bariloche (en alusión al asesinato de Rafael Nahuel), donde hubieron todo tipo de balas.
Palabras, balas propiciatorias
Me llama la atención [mirando a la mesa] que acá las balas están junto a los libros. De hecho, libros y balas, las armas y los libros siempre convivieron en la historia. Les recuerdo el famoso capitulo 35 de El Quijote, que es tan interesante, donde el Quijote medita sobre qué es más importante en la historia, los libros o las armas, y no llega a una conclusión (como no llegaremos ahora), pero a los dos factores o ámbitos les da la misma importancia. Alguien (tal vez Sancho Panza) defiende que las armas son más importantes, y otro (sin duda, un humanista o un teórico) diría que son más importantes los libros. Esta mesa es bastante enigmática a este respecto, porque no diríamos que resuelve una situación que ni el Quijote pudo resolver. Pero evidentemente el escenógrafo de la Negra Mala Testa plantea esta cuestión. La Negra Mala Testa tiene esa ligazón, porque Malatesta era un anarquista… pero el anarquismo no pensó necesariamente en indios y negros. Aunque si hay excepciones, son mayores en el anarquismo y en las tradiciones libertarias que en la tradición marxista. Muchas veces escuché decir de grupos anarquistas: “en El Capital no hay negros”, “en El Capital no hay niños” (esto no es cierto, porque hay muchos niños, sobre todo en notas a pie de página). También escuché a grupos feministas decir: “en El Capital no hay mujeres”. Y aunque sí las hay, son los párrafos menos leídos del Capital: los informes de los médicos ingleses del parlamento, informes medio oficiales que Marx se tomó muy en serio. Cuando uno lee esos informes, son estadísticos de primera línea, quizás mucho mejores que los que se leen hoy de cualquier otro gobierno. El gobierno inglés de mediados del siglo XIX tenía perfectos estadísticos (porque la estadística ya era una ciencia muy asentada) que hacían informes sobre las hambrunas en las fábricas, en las ciudades, el trabajo infantil de doce horas, los chicos durmiendo en medio del alquitrán. Todo eso está en las notas de pie de página de muchos capítulos. O sea: hay mujeres, hay niños; no hay negros. La Negra Mala Testa, evidentemente, es una conjunción de algún deseo: que una idea libertaria esté en condiciones, en sí misma y por sí misma, de abarcar todos los modelos de opresión y explotación que hay en el mundo. Y es sabido que la raza negra ha sufrido uno de los peores agravios en la historia (que aún no se ha acabado), que es la esclavitud.
En América Latina ese pensamiento ha tenido muchas expresiones (más débiles que decir “Negra Mala Testa”, que es una gran metáfora). Por ejemplo, Brizola, que es un personaje de la socialdemocracia internacional, ya fallecido, en Brasil. “Socialismo moreno”: en Argentina muchas personas asumieron esa expresión, que lingüísticamente significa un llamado de atención respecto al socialismo, que tiene que tomar culturas diversas, pero que en su origen occidental, blanco, vinculado a la razón dialéctica de los grandes libros asociados a la vida intelectual, nada tenía que ver con cosmogonías africanas o cosas por el estilo. Brizola, que era de Porto Alegre, pero también de Río de Janeiro (donde la población negra tiene mucha presencia) inventó el socialismo moreno.
Eso quiere decir que hay muchas palabras de este tipo (pueden ser éstas u otras), y me da la impresión de que hoy, quienes atravesamos circunstancias militantes de distinta índole bajo el anuncio de esas palabras propiciatorias, las tenemos a disposición. Ni las que están más ligadas a fuerzas partidarias, que tienen todo el derecho a no abandonar sus definiciones, pero también las que están junto a los que tienen modos partidarios más flexibles: no me engañaría mucho si dijera que están todas a disposición de lo que puede pasar a partir de ahora en Argentina bajo esta dialéctica de las formas agresivas que tiene el Estado (el gas lacrimógeno, la bala de goma). No soy un experto, y me parece que no siendo experto es mejor. Pero también estaría bien que empecemos a investigar este tipo de tecnologías; porque convivimos con tecnologías que nos gustan más que otras, a las que también tenemos que interrogar duramente: las grandes tecnologías de Internet, cuya lógica también es militar (sólo que han sucedido transformaciones que la han colocado a la altura de formar comunidades dialogales o dialoguísticas, pero su origen es ése).
La primera piedra
Esta mesa (de la cual nosotros nos decimos lectores) me asombra por su absoluta heterogeneidad: es una historia de las tecnologías y del Estado. Las balas son tecnologías del Estado capitalista desde el siglo XIX en adelante, con las mediaciones del caso. En algún momento, los estados democráticos democratizaron la bala, y la convirtieron en lacrimógena: hacían llorar (las otras hacen llorar si matan a alguien, pero estas hacen llorar como una especie de consuelo). Todo esto ha sido superado, porque este tipo de Estado tiene mayor complejidad táctica, digamos. No me gusta hablar así, pero había tiradores sobre los edificios de Av. de Mayo, un helicóptero lanzaba gases lacrimógenos; todo lo que se lanzaba del otro lado tenía mayor alcance, las armas son más poderosas, son armas de última generación (es decir, siempre habrá algo de última generación, y siempre lo recibirá antes las fuerzas técnicas del Estado vinculadas a la represión). Y la piedra es milenaria. El ataque con piedras es una cuestión absolutamente milenaria. Es lo que ha sucedido en otra escena muy diferente a la de Plaza Congreso, al costado del Río Chubut: escenas de la edad de piedra. Que se llama justamente así, porque la piedra cumplía el papel que el I-Phone puede cumplir entre nosotros. Un instrumento de comunicación y un instrumento artístico. Cualquier estudiante de antropología sabe lo que es una piedra de sílice tallada para hacer una flecha: es una obra de arte. Pero también es un instrumento letal (como suele suceder con muchas obras de arte). Entonces, me parece que hay que pensar de qué manera se produjo el gran escenario de la plaza, en relación a temas éticos, que también están en la Biblia: “quién tiró la primera piedra”.
Y está toda la prensa contemporánea, vinculada al más formidable aparato de comunicación que tiene el Estado en Argentina (un Estado que podemos definir como capitalista, burgués –o tomando los términos de Flacso, que habla de “capitalismo financiero tardío”, u otros nombres que se están intentando desde la academia o desde los partidos políticos; hay que encontrar un nombre contundente para esto). Porque es, efectivamente, ese Estado que pone una valla y espera un ataque. Eso es lo que pasó, no con la gendarmería, sino con la policía de la ciudad. El nombre parece más ingenuo que “policía federal”, pero resulta que hoy la policía de la ciudad está más artillada que su antecesora, la policía federal. El tema de “la primera piedra” es muy importante, porque tiene que ver con las definiciones absolutamente precarias que hace el presidente… Tan sólo con escuchar cómo habla, cómo utiliza el lenguaje (que es una fuerza social de enorme magnitud): este hombre no puede ser presidente de nada, ni de un club de fútbol (dicho con todo el respeto hacia los clubes de fútbol). Pero por algo habla así, con esa forma lechosa del habla de la que salen palabras dulzonas, que parece un gas pimienta también: le sale gas pimienta de la boca cuando habla. Lo que hace con eso es, efectivamente, mantener la idea de que hay personas que tiran la primera piedra, y que no son ese monumento a la guerra que son los coches artillados… los camiones hidrantes que se ven son tanques de guerra superiores a los de la Segunda Guerra mundial; que tienen cierta inocencia al lanzar agua, pero es agua contaminada, a la que le ponen toda clase de ingredientes… y los chorros son cada vez más largos, son muy poderosos. Se supone que son benevolentes, que te tiran agua, pero la estética de esos carros… Que son todos carros nuevos, todos inventos de fábricas que además pueden fabricar heladeras, aviones, instrumentos para rascarse la espalda… Eso es el capitalismo. Fabrican cualquier cosa que tenga capacidad de producir atención y atracción para las masas. Y el Estado se convierte así en un carro hidrante.En ese sentido, el problema ético que uno tiene que analizar es que, efectivamente, se podría decir que frente a eso se puede tener una actitud pasiva. Pero a mí me parece que los dirigentes, los militantes deben estudiar ese problema
Los libros, la traducción
Y todos estos libros, también hablan de este problema… La Razón de mi Vida (en la edición Peuser, de 1950), El Capital… Todos estos libros tienen una historia, que es la historia de sus lectores. ¿Son actuales, no son actuales? La Antología de Gramsci… Para mí, lo mejor que escribió Gramsci es su teoría de la traducción entre todos los lenguajes, que es lo que estoy tratando de hacer ahora yo (el lenguaje de la guerra, el lenguaje de la movilización…). El de Fanon (también en edición vieja). Este libro: Del anarquismo al peronismo, de Belloni, formó a miles de militantes de cierta corriente política (que ya saben cuál es). Un viejo anarquista, en un libro que tiene como centro a la fundación de la UOM (que hoy es la del Barba Gutierrez), cuando era la unión de un tal Perelman, Angel Perelman (se funda en 1945 la UOM). Lo primero que hace es ir a la Patagonia, y poner una piedra en homenaje a los caídos de 1921: una UOM diferente. El libro de Belloni quiere decir eso, algo que está bajo examen. O quizás, el examen terminó en forma negativa… Eso que se llama peronismo es el nombre de los hijos de anarquistas, de los que hicieron ese homenaje (no tanto una traducción, sino una serie de componentes que se quieren ver como una unidad). Es un gran tema. Se puede decir: ese tema acabó, por cientos de Pichettos que hay en todo el mundo. Otro podría decir: “no… recordá que yo todavía tengo la memoria de John William Cooke”. No lo considero una cuestión cerrada; sin embargo, da la impresión de que se está cerrando cada vez más en un sentido muy obvio, porque efectivamente una fuerza con un nombre no puede permanecer con ese nombre por tanto tiempo, cuando contiene tantos ejemplos de transmigración de las almas. Ese tema ya lo explicó Platón claramente. Juan Domingo Platón explicó eso, como se iba de un lado a otro en tres horas (risas)…
Evidentemente, estos libros son de una ética social. Veo acá una vieja edición de Hernandez Arregui, Peronismo y socialismo… Javier Trímboli, un libro más nuevo, que intenta pensar –sobre una novela de Salvador Benesdra (una gran novela argentina)– los últimos diez años, los últimos veinte años. Y ésta, una de las primeras ediciones (la de 1940) de Historia de los ferrocarriles argentinos, de Scalabrini Ortiz, o las Obras completas de Roberto Carri…
Tenemos de todo acá. Tenemos que tener una actitud abierta… Podemos no leerlos más, pero funcionan en el recuerdo. Cómo conjugar lo que fue escrito por Eva Perón… que no fue en realidad escrito por ella (todo el mundo lo sabe)… escrituras de otros, que fueron leídas evangélicamente. Con este otro libro (El Capital) que lo escribió quien lo firmó y no se lee evangélicamente… Hay toda una teoría de la religión acá adentro, llamada fetichismo, que es una teoría teológica criticada. En el de Eva Perón, no: hay una teoría teológica de la relación líder-masas, que está tomada de un gran autor francés católico del cual era discípulo el periodista que lo escribió. ¿Es interesante o no saber estas cosas? Me parece que sí, porque son los textos de la moral pública resistente. Y lo digo no para apegarme a alguno de ellos. Hoy hay un archipiélago de estos textos. Y entre los olvidados, los que reviven, y los que están frescos y se leen bajo la forma de periódicos… evidentemente tienen este respaldo, y nadie deja de tener este respaldo para criticarlos o sostenerlos.
Las resistencias y/de las máquinas
Entonces, en la cuestión de lo que pasó, me parece que el gran interés es examinar todo ese día, y cómo terminó desbalanceado a favor de la resistencia. ¿Y qué lo desbalanceó? La manifestación que de entrada se pretende pacífica; aunque es muy fuerte salir con una cacerola, es fuertísimo. Porque es un instrumento doméstico que dice “Miren, yo salgo a la calle con mi cacerola, con la que hice el guiso de ayer y donde lo volví a recalentar hoy; y salgo con mi cucharón abollado, lleno de historias de guisos que hice durante toda mi vida”. Y no puedo considerar que estos sean instrumentos agresivos…. y efectivamente podrían serlo, por qué no. El automóvil (dice una gran frase que recuerda Walter Benjamin) es la guerra. El automóvil, tan pacífico (el de Pipo Pescador, que sale a pasear con su coche y cruza el puente Santa Fe feliz con sus niños… No me acuerdo cómo era la canción, pero yo la cantaba con mi hija, hace cincuenta años… “Salgo con mi familia burguesa, tranquilo”); bueno, este otro dice: “el automóvil es la guerra”. Pero sería muy mezquino decirlo ante cada automóvill, que uno compró fresquito, después de ahorrar toda la vida… “Te compraste una cosa de guerra”, no se le puede decir eso. Eso existe, pero no para ser dicho. No le vas a decir a la cacerola “esto es la guerra”. Pero eso ya estaba garantizado, después de una jornada, donde hubo enfrentamientos, lucha de calles (como recuerdo que una socióloga ya fallecida, Beba Balvé, llamó a estas circunstancias). Fueron personas de todos lados. Habitantes de Caballito, de Boedo, de Palermo. Hoy cuenta dónde habitás, en la radio cuentan las condiciones de habitacionalidad (“soy José, de Caballito”, o “Pepe, de Palermo”). No son categorías sociales plenas; son más volátiles. Había de todo ahí, y sin embargo, la “unidad de los trabajadores”, como un viejo grito que viene por los menos desde 200, estaba presente… Es un milagro laico interesantísimo. Entonces, esa jornada, desde el punto de vista del debate sobre “quién tiró la primera piedra”, la saldó el que sale con la cacerola, que hace muy poco salía a favor del gobierno. Las cacerolas eran el gobierno. Y ahora, las cacerolas están vinculadas a un péndulo, a una cuestión de ambigüedad… están los que ya no soportan más lo que está ocurriendo. Y eso origina un grito, que no es un grito de militantes avezados. Es el grito que se escucha. Se pudo escuchar “que se vayan todos”, se pudo escuchar “unidad de los trabajadores”. Todo grito hay que retrabajarlo con los textos.
Es posible que este Estado artillado (“artillado hasta los dientes”) es un Estado que tiene una ministra que se caracteriza, precisamente, por decir frases que alteran todo el código civil burgués. Y la vicepresidenta, que se caracteriza por su ociosidad mental. Esta es más bien una característica general, pero en ella se da de un modo extremo, al punto que da un poco de pena, porque dice cosas muy tremendas (y uno dice “pobre señora…”). Tiene una historia en la democracia cristiana, junto a Auyero (una figura respetable de la política argentina, del cristianismo progresista)… Yo la recuerdo con Auyero a esta señora, que ahora dice estas cosas. O sea: algo pasa en las conciencias. No somos dueños de nuestras propias conciencias. Y quizás podríamos serlo más si estuviéramos más atentos, pero no podemos estar todo el día atentos a lo que llamamos nuestra conciencia.
Pero doy todas estas vueltas para decir lo siguiente: ¿qué hubiera pasado si el que tiró la primera piedra no hubiera sido el portador del balín de goma? Esa es una cuestión importante también. Porque todo el aparato comunicacional, el más terrible que tiene la Argentina… que ya no es La Nación de los Mitre, sino una Nación que ya no se sabe quién la dirige; de Clarín tampoco se sabe, aunque se sabe un poquito más… porque además es una gran conexión de medios de comunicación, que son todos medios de espionaje y de control de las personas (en términos de sus gustos, sus habitualidades y sus rasgos anímicos: todo eso forma parte de un nuevo tipo de control poblacional). Yo creo que hay un cierto derecho de las poblaciones y de los manifestantes…. Y es delicado decirlo, porque ciertamente les está hablando un pacifista, pero no un pacifista bobo. Entonces, si fuera posible decir que hubo una primera piedra que salió del lado de los manifestantes… Y así como la vicepresidenta innovó en el código penal dándoles el beneficio de la duda a quienes pueden asesinar tranquilamente (y bajo el derecho de la duda cae simplemente un agente del estado que defendía el estatuto de la propiedad burguesa): eso no está en ningún código… Como tampoco está en ningún código, pero sí en la estructura moral de los grandes textos de la humanidad, que ante tal tamaño de injusticia de la legislación contra el trabajo, de la legislación contra la vida en última instancia, la legislación contra los jubilados, la legislación tributaria (que es una legislación a favor de la concentración más ominosa de la propiedad que hubo en Argentina, hecha por sus propios dueños), y además, el intento de revisar todos los años 70 (en la discusión de Massot –el muchacho que es pariente del fundador del diario de la Armada en Bahía Blanca– y Cabandié) y la discusión de Moreau con Carrió, que es la discusión sobre la sangre del 2001, sobre cuál fue la primera sangre (recuerden que Carrió acusó de ser golpista a otro radical).
Derecho a la resistencia
Bueno, esas discusiones están desde tiempos antiguos en todas las religiones y en todos los movimientos sociales. Y también en estos libros. Se trata del derecho a la resistencia. Ese derecho a la resistencia que también está escrito en los grande liberales: Locke, por ejemplo. Entonces, estos textos y estos balines nos deben inspirar también un tipo de legislación que ya está escrita aunque no esté escrita, y que suponga un momento de la conciencia del manifestante, que debe cuidar de su vida (deben cuidarse mutuamente, debe haber una comunidad de cuidados en todas las manifestaciones que se vayan a dar de ahora en adelante)… Pero hay un derecho a la resistencia marcado por la formidable estructura represiva que se ha montado en la Argentina. Y por las frases irresponsables que dice el presidente; por la frase, incluso, que le dijo al policía herido… que además era un policía que estaba dentro de las filas que tiraban piedras (¡miren la complejidad de la situación!). Porque los servicios de informaciones están cada vez más presentes en nuestras vidas, incluso a través de su prolongación más efectiva, que son los trolls. Entonces, frente a eso creo que hay un derecho a la resistencia. Ese derecho a la resistencia tiene que ser cuidadoso. Algunos dicen que la policía no hizo nada; pero la policía hizo mucho: hizo tanto, que se puso el manto del pacifismo para encubrir sus cañones, para encubrir los formidables armamentos que ya cobraron víctimas efectivas.
Quiero decir, por otro lado, que no creo que el peritaje de (Santiago) Maldonado sea efectivo (a pesar de que están los compañeros del instituto de Antropología Forense, que cumplieron una tarea formidable, indiscutible y necesaria para el país, o más bien para la humanidad). Faltan más variables para estudiar. Si jugamos al peritaje, como juegan tan chapuceramente con el departamento de Nisman (diciendo algo que de ninguna manera fue así, establecido incluso por peritajes más serios)… Argentina no puede estar en manos del peritaje. Sino en manos de un sentido común popular y una vida crítica militante, que se presenta a través de todo este caudal, de este bagaje que está acá, retransformado o transfigurado en grandes frentes sociales y políticos. Que habrá que discutir, y esa es una gran discusión que nos espera. Junto a esta otra: hay un derecho a la resistencia, con todos los cuidados del caso. Por ejemplo, empujar la valla es un derecho a la resistencia. Y si algún compañero decide tirar una primera piedra, también es un derecho a la resistencia, porque no está siendo el primer agresor. Y de ahora en adelante, ese tipo de actos de coraje individual o de coraje colectivo tienen que ser hechos con mucho cuidado; no “no ser hechos”, sino que tienen que ser decisiones muy cautelosas. A veces esto no está en manos de los dioses de la cautela porque, efectivamente, ver el espectáculo de la policía, la gendarmería, francotiradores y helicópteros sobrevolando… es el espectáculo de una guerra; como lógica de una ciudad, es un tipo de militarización urbana muy grave. Por lo tanto, todos estos temas tienen que ser pensados por todos los compañeros militantes, con mucho cuidado; tienen que pensarlos las organizaciones políticas. Todo eso tiene que ser meditado como parte de un aprendizaje del movimiento popular, bajo la idea de un movimiento social que incorpore todo lo que se ha dicho.
Aquí hay vastos pensamientos para investigar, y hay un pensamiento sobre la piedra. La piedra es un talismán, la piedra es la construcción de una casa, la piedra puede ser un pensamiento mal elaborado, y también puede ser un arma de tipo pacífico, defensiva. Creo que hoy estamos en un momento defensivo, que no inhibe de advertir a las formidables fuerzas de la represión que también de este lado hay corazones valientes (para decirlo a la manera de una propaganda del partido de Lula). Esto hay que hacerlo con extremo cuidado; y me asusta un poco incluso decirlo, pero lo digo resguardado por el hecho de que los nuevos militantes tienen que ser militantes que se hagan cargo de esta bibliografía, que es antigua o vieja y, al mismo tiempo, inspiradora. No podemos no reconocerlo, no podemos hacer como si esto no se hubiera escrito: se ha escrito, con otros militantes, militantes anteriores que pensaban de forma diferente a la que piensan los militantes de hoy, o a lo que pienso yo mismo (que no pienso como pensaba antes). Leímos estos textos, que tienen que ser leídos junto a los nuevos textos. Me parece que es un enorme desafío a la militancia lo que propone la Negra Mala Testa, en esa conjunción extraña de la negritud y un anarquista italiano llamado Giuseppe (cuyas cartas están en la Biblioteca del Congreso; así que no estaría mal tampoco que Nicolás del Caño las revise -estos son chistes que el Chipi -Christian Castillo- siempre me ha permitido) (risas).
Esperanza en la historia
En fin, termino entonces. Lo que quería decir lo dije. Cuidado extremo con nuestra presencia en las manifestaciones. Masividad en las manifestaciones. Esperanza en la historia. Pensar que el coraje es posible bajo el resguardo del coraje de otros compañeros. Y aceptar plenamente que estamos ante personas que son un bólido destructivo, y que no quieren parar. Cualquier gobierno sensato (de todas las burguesías que imaginemos) diría: “bueno, hubo piedras, hubo manifestación pacífica de doscientas mil personas –hubo muchos–, y encima hubo caceroleros, que antes parecían estar alrededor nuestro…” Todo eso no los hace parar, no los hace detenerse en ningún grado de conciencia a estos pequeños personajes, que emiten las frases más abominables. Por eso me parece que tenemos que generar una ética para estos tipos de confrontación, que tienen que ser inteligentes, cuidadosas, y llenas de preservación de nuestra calidad de manifestantes, que es nuestra calidad de vida; y al mismo tiempo pensar, desde el punto de vista de los no militantes, cuál es el lugar donde ese talismán encantado, una piedra que se encuentra en la calle, debe ser colocado bajo la forma del canon más eminente de la justicia. Muchas gracias.
La desgrabación total de la charla fue realizada por Mariana Gainza y decidimos dejarla tal cual fue (el título y subtítulos fueron agregados por el colectivo Negra Mala Testa) La exposición de Gonzalez cerró la mesa de presentación de los Cuadernos Relámpagos/Negra Mala Testa, precediéndolo en la palabra Christian Castillo, María Alicia Gutiérrez y Claudia Korol. Ocurrida en El Gran Sur el 22 de diciembre del 2017.
1 - En referencia a la mesa donde estaban sentados los disertantes, que contenía libros y cartuchos de balas de goma y gases lacrimógenos utilizados por la Policía en la represión a la movilización popular del lunes 18 de diciembre contra el ajuste previsional.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: NMT