Mensajes en campaña, por Eliana Verón
Por Eliana Verón
Confirmado el binomio Macri-Pichetto del oficialismo para la contienda electoral, surgen algunas preguntas sobre el sentido político y lo que representa esta fórmula discursivamente frente a la retórica posible del Frente de Todos.
No hablamos de números ni de cuántos votos suman o pierden, sino del debate público que se instalará en la sociedad y que atenderán los equipos de campaña.
Hay una crisis de representación que afecta al sistema de partidos políticos tradicionales a nivel mundial, y la necesidad de ampliar los márgenes partidarios con lógicas pragmáticas ancladas ahora en los centros: Macri-Pichetto, centro derecha, y Fernández-Fernández, centro izquierda nacional y popular, se reflejan en este tipo de alianzas electorales. Con ello, vuelve a escena la polarización de los modelos antagónicos de proyecto país que no saltan ni saldan la mentada “grieta”.
Lo que tomará relevancia serán entonces los mensajes que se difundirán y circularán por diferentes soportes.
¿Cuál será el orden simbólico que se disputará? ¿Qué metáforas usarán y desde qué marcos interpelarán a la sociedad? ¿Cómo abordarán a las personas destinatarias de sus mensajes de campaña?
Esas preguntas y otras tantas valen para pensar específicamente sobre cómo operará ese bloque de centro-derecha. No les importa lo que digan sus adversarios políticos. Sí, cómo son percibidos en el tercio fluctuante de la ciudadanía al que intentarán convencer (casi) todas las fuerzas políticas en estas elecciones presidenciales.
En esa línea, los nuevos modos del decir político y de hacer campañas tensionarán con una matriz cultural de superioridad moral muy presente en la identidad política de la Argentina. Y de la cual suele pecar la dirigencia, sin distinción de banderías.
Cada fuerza política, en su quehacer cotidiano, va más allá de informar o transmitir una convicción. Toma posiciones frente a diversas cuestiones, de interés tanto público como privado.
Las palabras que usan en los enunciados de campaña, por más velados que aparezcan, no son neutrales ni inocentes. Están pensados en el marco de una estrategia comunicacional. Por eso no es ingenuo que ya circulen mensajes direccionados a una tensión entre “democracia” y “autoritarismo populista”, planteada desde el macrismo. En consecuencia, sus estrategias de campaña harán foco en uno o varios temas vinculados a esas ideas.
Entonces, ¿qué modelos se identifican en esos discursos?
Por un lado, el proyecto que se define como nacional, democrático, popular, y ahora feminista, es identificado en el mensaje cambiemita como el modelo “autoritario”. Esta nota no se centrará en describirlo. Por otra parte, es harto conocido que, dentro de la comunicación del oficialismo, se distingue un supuesto modelo de “racionalidad política” o “republicanismo”, citado por todo el funcionariado tanto estatal como partidario. Es representado ahora en la figura de Miguel Ángel Pichetto, de quien se resaltó su cualidad dialoguista dentro de un peronismo racional e institucionalista.
¿Cuál es la matriz cultural que subyace en esta apuesta de la alianza gobernante?
La campaña iniciada tiene como matriz un puñado de disparadores: racionalidad, institucionalidad y republicanismo. Todos tópicos conocidos dentro del discurso de los sectores de derecha. No tienen nada de originalidad. Por tanto, en la contienda electoral lanzada, y sin nada favorable para mostrar como logros de gestión, los mensajes que aluden a valores y creencias asociadas a esas ideas seguramente serán itemizadas ideológicamente por el Frente Juntos por el Cambio.
Apelar a la moral republicana también es un lugar común para determinadas estrategias discursivas del “centro”. El eje puesto en una supuesta ética individual que busca responsabilizar al electorado la determinación de su voto -“sos vos, no yo”- es un terreno donde la derecha se mueve cómodamente. Además de invocar al miedo que hace mella en lo emocional, activa esferas de interpretación que fijan sentidos comunes. Con ello, refuerzan lo que, en parte, ya está presente en la ciudadanía. A veces en la superficie, a veces en el fondo. Son testigo las cadenas de estigmatizaciones: “negro cabeza”, “grasa”, “ñoquis”, “choriplaneros”. Un sin fin de acusaciones peyorativas del acervo lingüístico argento.
¿Qué resta del otro lado?
No quedarse en una mirada triunfalista, porque lo que se elucubra en el horizonte de campañas es una feroz polarización de la contienda. Ya se concreta en el discurso de la demagogia punitiva del patriotismo como valor moral. Al pensar que en contextos de crisis los pueblos suelen volverse más conservadores, el sentido común requiere un trabajo minucioso que apele a la emoción para generar solidaridad social y no un rechazo per se.
Construir futuro significa salir de la comodidad, lo cual implica también una autocrítica a la praxis militante. Para ganar, primero hay que escuchar y conocer. Después convencer, desde lo argumental y emocional.
Y ser elegido por una mayoría que garantice no sólo triunfo electoral. También, o sobre todo, un proyecto político capaz de trascender lo meramente coyuntural.