The Traitors
Uno ya sabe lo que va a pasar, ya conoce lo que se está por proyectar. Por cuestiones de interés personal, y de investigación, puede que la haya visto unas 10 veces, sino más. La fecha y el marco de la función nos invitan a venir como un homenaje a Raymundo Gleyzer, más que a la película.
Pero comienza Los Traidores, y es muy difícil no volver a conmoverse. La trascendencia de una obra en el tiempo quizás se encuentre en su capacidad para hurgar en lo más profundo de un conflicto, y dejar la escena al descubierto, para poder sumar nuevas lecturas y miradas. En este caso la propuesta de Gleyzer es tan urticante, que le brinda una actualidad que asombra.
Si en 1973 cayó como una bomba para propios y extraños, generando discusiones y conflictos incluso al interior del PRT; si en los ´80/´90 deambuló entre la ausencia y la maldición; si en el post 2001 fue recuperada como insignia de un arte comprometido y militante; en este 2016 sigue siendo una obra transformadora, de aquellas ante las cuales no podemos quedarnos impasibles.
Una película tan ambiciosa como genial, como para intentar recuperar la historia del movimiento obrero en la Argentina. Desde sus orígenes anarquistas de principios del Siglo XX, hasta la década del ´70 en plena disputa entre peronistas, y la consolidación de un clasismo revolucionario.
La complejidad argumental le otorga una densidad a los personajes (junto con algunas brillantes interpretaciones, muchas de actores no profesionales) que configura un muestreo del mundo obrero, sindical, estatal y empresarial. Son arquetipos reconocibles según pasen los años, e incluso los Siglos. Tragedias personales que nos implican a todos, y que arrastran consecuencias en los modos de organizarnos políticamente.
La primera agachada de Barrera, el sindicalista traidor, es levantar el trabajo a reglamento en su fábrica. Ese primer paso es la transformación del personaje, que se da en una escena de entrecasa con su compañera. Al asumir ese momento de la traición, todo lo que vaya a hacer después serán apenas derivaciones. Y nos clava, punzante, la pregunta: ¿cuándo empezamos a traicionarnos? Algo de esto decía Sebastián russo en otro relámpago.
Porque hay cierta empatía con ese personaje imposible llamado Roberto Barrera. Un sindicalista traidor y asesino, que sin embargo comenzó siendo un combativo delegado de fábrica. Su historia es la de un modelo sindical que entregó la lucha en pos de beneficios personales y transicionales, en diálogo permanente con el poder. Una estructura que prioriza sus intereses a los de los trabajadores. Y que solo contempla la continuidad, combatiendo las construcciones alternativas o revolucionarias.
La excepcional interpretación de Lautaro Murúa (de fuerte compromiso militante por ser uno de los pocos actores de carrera que se sumó al proyecto) como jefe de personal de la fábrica devela el accionar corruptor. Les brinda dinero a los delegados para aumentar los topes de producción, le ofrece negociados a Barrera para despedir trabajadores, lo pone en contacto con el poder para recuperar los sindicatos. La traición es posible, también, porque el capital acciona sobre los trabajadores, los interpela, los corrompe. Allí la tragedia, los compañeros perdidos, las oportunidades desperdiciadas.
Alguna vez escribí algo con respecto al humor en la película, cómo nos permite burlarnos del poder, o de quienes dicen ostentarlo. Y sobre la utilización de la ficción en el cine militante, y su voluntad por alcanzar un público mayor. En esta coyuntura del #NiUnaMenos se vuelve interesante analizar cómo trabaja Gleyzer la violencia sobre la mujer obrera, y su rol en la vida política y sindical. Las humillaciones que sufre en la fábrica, en la revisación médica, en una pareja que la considera casi una decoración. Es Paloma, la amante de Barrera, a quien utiliza y traiciona. Y son las mujeres que asisten al surgimiento del clasismo, y que acompañarán incluso con las armas en la mano el ajusticiamiento del dirigente.
El final, sin dudas, es tan demoledor que arrastra en la interpretación a toda la película. Como discusión de época, muestra una de las salidas posibles al conflicto encarado de una cúpula gremial asesina y entreguista. Pero justamente por eso, también nos muestra todos sus límites. Ese basismo pierde su razón de ser ante la violencia, que lleva a su destrucción. Pero es una violencia presente, que nace como respuesta al asesinato de Rosales, un dirigente combativo, en manos de la patota de Barrera. Aparecen mencionados Alonso y Vandor, y la película tuvo un inesperado diálogo con el posterior crimen de Rucci.
Es que Gleyzer trabaja como pocos el material de la realidad para su ficción. Su carrera como documentalista lo ha preparado, podríamos decir. Pero no es tan sencillo incluir pedazos de realidad y que trabajen tan bien como en Los Traidores. Raymundo filmó a la multitud en Gaspar Campos vivando a Perón, y comprendió que debía incluirla. Y logra ser uno de los momentos más intensos de la película, con canticos por fusiles y machetes por otro 17, de los soldados de Perón. En otro texto he analizado el peronismo en su obra, una faceta de vital importancia en este hoy, y en los por venir.
La proyección a sala llena en la más grande del Gaumont, fue como homenaje a cuarenta años de la desaparición de Raymundo Gleyzer. Los Traidores fue filmada en la clandestinidad y casi no pudo ser exhibida en nuestro país. La copia ha sido remasterizada, de los originales que amorosamente Juana Sapire cuidó por tanto tiempo. Es la copia en inglés, la que pudo sobrevivir: The Traitors. Esa lejanía del lenguaje, con subtítulos permanentes (y su ausencia en la escena hablada en inglés que revela los manejos de la embajada yanqui, un problema que se arrastra) le otorga otro condimento a una obra trascendente: la persecución, la violencia, el genocidio. Una obra y un cineasta perseguidos, desaparecidos, recuperados.
Estaba anunciado un debate final que no fue. ¿Cómo debatimos hoy Los Traidores? ¿Qué pasaría si se le brindase el estreno comercial que nunca tuvo? ¿No sigue siendo un sisma esta película? ¿No es acaso una de esas obras que pueden conmover a una sociedad? Su análisis del peronismo, del movimiento obrero organizado, de las tradiciones militantes, de la explotación capitalista, de los derechos de las mujeres, del partido militar, de los medios de comunicación, de las costumbres del Pueblo; la convierten en una obra fundamental.
Algo que comparte con casi todas las películas de Gleyzer. Hoy que su nombre y obra han sido recuperados, bien vale el recuerdo militante para este intelectual del Pueblo, dispuesto a jugarse entero por sus ideas, hacia una revolución obrera y socialista.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)